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ORDENANDO EL CAOS

Dalia Reyes

DOMINGO CON MAMÁ

Son muy lindas las reuniones de familia. Si compartimos el pan y la sal las cosas resultan mucho mejor. Reunidos tíos, primos, hermanos, cuñados los menús se ofrecen muy variados y canibalescos.

Siempre hay una parte de alguien para deglutir. Los aperitivos están a cargo de las mujeres quienes, luego de saludarse de beso y todo, abren el banquete:

-¿Ya viste lo flaca que se puso María Ester? Seguro está embarazada.

-¿Pero cómo es eso?

-Ay, cómo no te das cuenta, se pone a dieta porque no quiere que se le note. Y si no es niño entonces ya se fue a operar de algo porque la noto muy cambiada.

Se pasa revista a cuanta fémina pertenezca a la familia, sea nueva adquisición o ya reconocida por instrumentos evaluatorios muy determinantes, todos hechos de modo que quien evalúa nunca queda satisfecha.

Las primas jóvenes suelen ser menos voraces. Se cuentan el santo y seña de los amigos y pretendientes, alaban la buena suerte de la otra pero empieza a salirles un pequeño humo de la cabeza cuyo mensaje silencioso es algo así: "¿Pero cómo le hace ésta, tan boba y se consigue los mejores novios?" Y empiezan recién a entender que los hombres las prefieren… así, y no cejarán en su empeño por descubrir las causas.

Las abuelas, con su jerarquía y autoridad, nada se callan y condimentan cualquier reunión con sus frases de alarma cuando ven el desfile de nietos con copetes altos o de plano pelados a rapa; además, durante toda la fiesta, no dejan de lamentarse cómo es que se le olvidaron todos los detalles de la boda de Marianita, la nieta menor, quien ya ostenta un avanzado embarazo. "No hubo boda, abuelita", la convencen algunos condescendientes, y ella se echa a llorar y reniega porque está segura de que tratan de darle por su lado para que ya no se preocupe, pues últimamente se le va la memoria de vez en cuando. Intenta de consolarse con la cercanía de quien insiste en confundir con Adela, la hija de su sobrina, "ya te dije que es Polo, el amigo de Mariana", le aclaran una y otra vez.

Los hombres no se ocupan de sí mismos. Los más jóvenes pasan revista a las primas que el año pasado aún se sentaban a comer en la mesa de los niños. Los adultos sólo procuran sentarse bien lejos de la muy atractiva cuñada del hermano, a fin de no despertar suspicacias, y se guardan sus platillos de prójimo para disfrutarlos en una sesión de glotonería personal.

Las comidas familiares, como ven, son siempre inolvidables.

dreyesvaldes@hotmail.com

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