Me acuerdo mucho y con claridad. Era una tira cómica cuyo personaje, deforme hasta la ignominia por su estirada personalidad externa, parecía el ser más diplomático, respetuoso y en dicho del mundo, tan recto como su postura falsa. Sí, hablo de Mi Otro Yo, con su emperifollado caballero con intenciones tan dislocadas como su esqueleto.
Los globos del diálogo siempre aparecían como nubecitas, es decir, tras sus comentarios en voz alta, había una observación acerba y cruel para su interlocutor, claro está, en modo silencioso porque de otro modo su careta se vendría abajo.
Bueno, pues prepárense: todos tenemos uno de esos dentro, aunque elegantemente lo llamamos "alter ego", o sea el otro yo. Ya está, deténganse un momento y piensen cómo es ese personaje maquiavélico, inesperado, impensable que llevan dentro Dibujen su tira cómica y digan la verdad entre dientes. ¡Qué tarea tan difícil!
En el ínter de sus remembranzas, pasarán frente a sus ojos aquellas ocasiones cuando fueron incapaces de decirle a su mejor amiga lo terrible que se veía enfundada en ese vestido o la pasión que ustedes, amigas, y no ella, despertaba en el chico de sus sueños. ¡Pero decirlo hubiese sido honesto! ¿Acaso pusieron en la amistad en el otro plato de la balanza? Pero ¿omitir la verdad no implicaba mentira? Ésa es la vida, amigos y amigas, un constante debatirse que esto y que lo otro.
Y ustedes, señores, no están libres de pecado. Tienen la ventaja del silencio a discreción -y nosotras la palabra indiscreta-, pero seguro han callado una verdad que ni les corroe el alma ni les quema los labios, sólo los libra de algún indeseado enfrentamiento con amigos, enemigos, compañeros de trabajo o alguna aguerrida suegra.
Ojalá pudiera reproducir aquí cabalmente el rostro del doctor Merengue, el hombre de la tira cómica, primero con su nariz afilada siempre viendo al cielo, luego con una sardónica carcajada más diabólica que caballeresca. Entonces me es imposible quitarme de la mente tal imagen cuando enfrento la complicada decisión entre ser persona o decir la verdad.
Vaya, cuántos problemas nos da la educación y los buenos modos, pero con todo, ninguna escuela ha logrado educar nuestro alter ego, siempre seremos como el doctor Merengue, nos pese o nos consuele.
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