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ORDENANDO EL CAOS

YO APENAS SOY

Dalia Reyes

Yo, que apenas soy ésta, no alcanzo a entender como debiera. Los escucho, los veo, escudriño en sus rostros para encontrar la estrella votiva, estigma divino, que los tocó en sus vidas previas y autoriza a quedarse con lo que otros dieron sin egoísmo.

Hablo de una pléyade de genios, quienes añejan en su interior grados superiores académicos y ya, cuando se saben aplaudidos, olvidan que lo aprendido nada sirve si no es para darlo a otros luego. Son seres dotados para acumular y decodificar signos venidos de sus maestros, quienes les abrieron las puertas de tantos misterios como hay en el mundo.

Pero luego viene el olvido, la desmemoria, el caos. Ya poseedores del saber, se encierran en la cueva en donde no hay más allá que la distancia medida por su espacio y nada más. ¿De qué le sirve a una sociedad regalar conocimiento docto a sus individuos si éstos deciden llevárselo a la tumba? Lo aprendido, cuando se usa sólo como presuntuoso vestido de noche, no sirve a quien lo ve y mucho menos a quien lo porta.

Hace poco tiempo estuve en un congreso de educación a donde acudió el Ministro de Cultura colombiano. Él desveló el secreto que el sentido común hace mucho nos grita: en Colombia, quienes culminan sus estudios de maestría y doctorado van a trabajar con párvulos; se dedican a enseñar a niños y docentes de preescolar, porque es la única forma de conformar una sociedad firme. De muy poco sirve tratar de enderezar un barco enseñando adultos con venas duras de rutina y de prejuicio.

México gasta millones de pesos en becas y pago de salarios a profesionales-estudiantes que desean obtener un posgrado en el país o el extranjero, pero nadie les pregunta la finalidad de su interés; si supieran que va desde acumular puntos en escalafón hasta colgar un título a la vista de todos, sin pasar por la intención de mejorar nuestras escuelas, seguro se negaría la mitad de esos apoyos.

A mí, que apenas soy ésta, cuando logre saberlo, cuando desvele el misterio y aprenda las palabras hechiceras que me acrediten de sapiente a sapientísima ante el mundo; cuando mire displicente a todos juzgando su ignorancia, entonces será el momento: llévenme al desierto para atesorar mi doctoral postura y gritárselo a los reptiles y las suculentas, porque el conocimiento y la soberbia juntos son una bomba de tiempo que explota en el cuerpo de quien se atrevió a morder su propia bolsa de veneno.

dreyesvaldes@hotmail.com

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