Nosotros Las palabras tienen la palabra VIBREMOS POSITIVO Eventos

ORDENANDO EL CAOS

¿ADIVINEN QUÉ?

Dalia Reyes

No lo puedo creer: ni siquiera se dio cuenta de algo tan evidente. Saltaba a la vista la transformación y él pasó por alto algo tan significativo. Entendí perfecto a esa pobre mujer violentada en lo más íntimo de sus sentimientos; ultrajada por cuanto no se cumplió esa promesa de verse querida y respetada hasta los últimos días de su vida. ¡Por Dios: quién dejaría de notar que se perfiló la ceja!

Pues nada menos, el otro día, a una amiga le sucedió algo parecido con unos zapatos nuevos. Los compró con tanto entusiasmo porque al fin había encontrado el tono beige -como los que ya tenía- pero con un filito café tan femenino. Ahí tienen a su marido: ni cuenta se dio del cambio tan radical obrado en las piernas de su esposa gracias a la nueva adquisición. No, si todos son iguales.

Bueno, muchachas, les doy un minuto para que lean de nuevo los párrafos anteriores y caigan en la cuenta del sarcasmo. Digo, por piedad, en qué cabeza cabe exigir semejante detalle de pintor medieval en nuestros maridos, luego por eso andamos trepados en el ring. (No, señor, estoy refiriéndome literalmente al ring).

Haré una analogía: todas sabemos lo terrible en la pregunta masculina ¿qué hay? cuando les cuestionamos sobre sus preferencias para la cena. Ahora yo les digo, a ciencia cierta, que en ellos surte el mismo efecto si los recibimos con un ¿adivina qué? porque en realidad los enfrentamos a una circunstancia entre "La pregunta de los 64 mil pesos" y "Cien mexicanos dijeron".

Hay razones biológicas, orgánicas, anatómicas para esa distracción hacia el detalle. Ellos verán un conjunto en tanto esté dentro de los límites terrenales; es decir, sólo atraeremos su atención especial si nos aparecemos frente a ellos con un abrigo de piel -cuya procedencia desconocen- en el verano, o sin nada encima… en cualquier día del año.

Miren compañeras, lo más claro es lo más decente, y no estoy hablando de tonos en el cabello, por favor; si alguna pensó de inmediato ir a teñirlo un tono más rubio a fin de atraer la mirada del viejo, no va a lograr demasiado. Suena poco romántico, pero es más sencillo decirle el santo y seña de nuestra nueva apariencia, tan evidente entre las féminas, pero imperceptible al ojo masculino.

Las ventajas de evitar las adivinanzas radican, principalmente, en evitar una vana discusión y, ahora sí, acabar no en el ring, sino en donde el señor que mencioné arriba pensó desde luego luego. No cuesta tanto, hagan la prueba y mejor, al siguiente día, lleguen con sus comadres y a ellas sí les podrán decir un ¿adivinen qué? con información mucho más interesante que su nueva ceja.

dreyesvaldes@hotmail.com

Leer más de Nosotros

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Nosotros

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 814732

elsiglo.mx