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ORIBE PERALTA

DR. SERGIO ANTONIO CORONA PÁEZ

¿Quién en La Comarca no sabe quién es Oribe Peralta Morones? Guerrero destacado del equipo local de futbol, el Santos Laguna, héroe del pasado campeonato de liga, y actualmente artífice principal de la victoria de México contra Japón en Wembley, en el marco de los Juegos Olímpicos. Por lo tanto, pieza clave en la obtención de medalla olímpica, al poner un pase a gol, y también un gol con su firma, de los tres que logró la escuadra mexicana en ese duelo. Oribe es torreonense de nacimiento, vecino de La Partida, municipio de Torreón, actualmente en la zona suburbana de esta ciudad. Hijo de otro jugador de balompié, trae en la sangre la inquietud por este deporte.

Jugador noble y sufrido, sin actitudes protagónicas, entiende bien que un equipo no está configurado por puros goleadores, sino que a veces hay que sacrificar el lucimiento personal para dar un buen pase, un pase que pueda convertirse en gol, aunque sea bajo otro nombre y apellido. Para él, el secreto del trabajo en conjunto está en que cada jugador haga su trabajo, aunque al final, sólo haya un goleador. Finalmente, el gol se le acredita al equipo entero. Con esta mentalidad, Oribe ha contribuido de manera significativa a la victoria de México sobre Japón, pues fue factor decisivo de dos de los tres goles mexicanos.

Realmente fue tan hermoso como espectacular su gol, un cañonazo que fue directo al ángulo superior derecho de la portería nipona, con un tino tan milimétrico, que dejó boquiabierto al portero y al estadio británico. Sea como sea, nuestra ciudad ha contribuido a tan histórico logro del deporte mexicano, a través de un destacado torreonense, un guerrero del Santos: Oribe Peralta.

Sobre el famoso Cristo de las Noas, diremos que la primera persona que pensó en colocar la figura de un Cristo en la cúspide del cerro de ese nombre fue el presbítero Manuel Herrera, conocido mejor como el "padre Manuelito", de grata memoria, filántropo y luchador social por medio del servicio a los más necesitados.

Su idea era que cualquier lagunero, o cualquier viajero que llegara a Torreón por ferrocarril, carretera o vía aérea, pudiera ver la representación de la figura del Redentor, de un Cristo resucitado, a manera de profesión de fe. Pues decía San Pablo que sin la resurrección de Jesús, nuestra fe "es vana".

Entonces, el primer Cristo que existió sobre el Cerro de las Noas era visible en los años sesentas, tenía 8 metros de alto, con brazos y cabeza de metal, y cuerpo de concreto vaciado. El padre Manuel hizo muchos viajes para subir él mismo los materiales necesarios.

Posteriormente, el conocido presbítero José Rodríguez Tenorio, tomó la estafeta y continuó avanzando, perfeccionando y engrandeciendo el modesto proyecto original. Comenzó por añadir un mirador, una escalera, una iglesia y un camino de concreto para que subieran los coches con facilidad.

Esta nueva fase a cargo del padre Rodríguez, comenzó en 1973. Un aspecto fundamental de esta segunda etapa, consistía en cambiar al viejo Cristo por uno nuevo, más grande. Para ello, desde 1981, el escultor saltillense Vladimir Alvarado, tuvo a su cargo el proyecto de la nueva escultura.

La nueva imagen tendría una altura de 17 metros, solamente en la parte del cuerpo, y otros cuatro metros de base, lo cual sumaría un total de 21 metros. De acuerdo al proyecto del padre Manuelito, se representaría al Cristo resucitado, con las señales de los clavos en manos y pies.

El 1 de abril de 1983, es decir, el viernes santo, se inauguró la nueva imagen del Cristo mediante un vía crucis al que se invitó a la feligresía lagunera. El evento se planeó para las 11 de la mañana, y el recorrido se llevaría a cabo en la escalinata del cerro. El acto litúrgico fue presidido por el entones obispo de Torreón, Fernando Romo Gutiérrez y el padre Rodríguez Tenorio como capellán.

Mucha gente concurrió a la solemnidad de la inauguración, pero apenas dos horas después de su inicio, ocurrió un terrible accidente, con un saldo de diez muertos y veinte lesionados. La camioneta que transportaba a veinticinco personas hacia el santuario, se despeñó desde una altura de unos 400 metros. Para aquéllos lectores que no lo conozcan personalmente, diremos que el santuario del Cristo de las Noas, forma una especie de acrópolis (un conjunto de edificios sobre una gran elevación, o sea, una "ciudad alta" como lo indica la etimología griega) que domina la zona metropolitana por su gran altura sobre el nivel del suelo. Al caer la camioneta, dejó un rastro de cuerpos muertos y heridos.

Desde entonces, el Cristo de las Noas se ha convertido en un símbolo alterno de la ciudad de Torreón. El primero es, y lo será siempre, el Torreón. Este símbolo nos recordará, de manera perenne, a aquéllos primigenios colonos que tuvieron que luchar contra los apaches para convertir nuestra población en un lugar habitable.

Por lo que se refiere a la historia de las familias de nuestra zona metropolitana, debo comentar que, desde poco antes de la celebración de las fiestas del centenario de Torreón, mi actividad como genealogista se ha orientado a identificar los matrimonios de los habitantes de Torreón, es decir, desde aquéllos que se encuentran registrados en el padrón o censo de 1892, o en muchas otras fuentes de información, como son las fichas de extranjeros, cartas de residencia o de naturalización, pasaportes, censos, etc. Desde luego, no solamente procuro documentar los matrimonios, sino también los hijos habidos, y de ser posible, investigo la ascendencia familiar. Tengo cientos de expedientes trabajados, de todas las clases sociales. Ese ha sido uno de los trabajos tradicionales de los Cronistas, tanto en España como en México: el rescate de los orígenes y memoria de sus pobladores.

Este proyecto no constituye un pasatiempo puramente ocioso. Esta clase de investigación permite determinar datos de enorme interés para la historia y para las ciencias sociales. ¿De dónde procedían los pobladores de la Congregación del Torreón? ¿Qué bagaje cultural traían consigo? ¿Cómo eran los lazos conyugales? ¿Cuál era su ocupación? ¿Qué edades alcanzaban? ¿Había patrones migratorios definidos? Mi reciente libro "Padrón y antecedentes étnicos del Rancho de Matamoros, Coahuila, en 1848" es parte integral de este proyecto.

Esta información constituye, en gran medida, la historia de las familias laguneras de origen regional y nacional. Sabemos que hay otras de origen internacional. Pero en el Torreón de 1892, más del 97% de las personas censadas, eran de origen regional o nacional. De tal manera que la procedencia de esta migración se convierte en un asunto de la mayor relevancia.

Para mostrar esta información conforme la realizo, he escrito durante años una serie de textos intitulados "Familias centenarias 3de Torreón". El origen del nombre alude al hecho de que tienen más de cien años de permanencia en nuestra ciudad. En su momento, he dedicado textos a las familias de origen extranjero, cuya historia resulta igualmente interesante.

Hoy mencionaré al matrimonio formado por Timoteo Herrera y Librada Canales, quienes aparecen inscritos en el padrón de 1892. El declara tener 40 años de edad, y ella, 32. O sea, que debieron de nacer, hacia 1852 y 1859, respectivamente. Lo que sabemos de cierto, es que ambos se casaron el 12 de noviembre de 1870 en la parroquia de San Juan Bautista del Mezquital, en Juan Aldama, Zacatecas (Libro de Matrimonios 1867-1885). En Torreón, el oficio de Timoteo era "Labrador" (jornalero agrícola).

El primogénito de este matrimonio fue Pablo Herrera Canales, bautizado en la misma parroquia el 15 de febrero de 1872 (Bautismos, 1870-1875). El segundo hijo de este matrimonio lo fue José Alejandro Herrera Canales, bautizado el 24 de octubre de 1874, también en la parroquia de San Juan Bautista de Juan Aldama (Bautismos, 1870-1875).

En el censo de Torreón, estos hijos mayores no aparecen. En cambio, encontramos a Cecilio Herrera Canales, de 14 años, labrador de oficio; a Leandra Herrera Canales, de 12 años, y a Juana Herrera Canales, de un año de edad.

Otro dato de interés para nuestra historia regional, es que la población de San Juan Bautista del Mezquital (hoy Juan Aldama) en Zacatecas, fue fundada en tiempos de Felipe II con familias tlaxcaltecas, de aquéllas 400 que migraron al norte a finales del siglo XVI.

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