EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

Otras costumbres

Addenda

GERMÁN FROTO Y MADARIAGA

Ese día llegué temprano a desayunar, como es costumbre a "El Cuate". Y en un momento dado se sentó en mi mesa mi amigo Juan José, mejor conocido, en el bajo mundo, como "El Cuate" y comenzamos a conversar.

La pregunta era difícil: ¿No estaremos criando mal a nuestros hijos? ¿No exageramos la nota y les pedimos demasiado o los limitamos mucho?

No lo sé a ciencia cierta -- respondí - Yo no tengo hijos. Pero dime tú ¿por qué te cuestionas eso?

"Es que a veces pienso si no soy demasiado duro con mi hijo, que siempre me pide algo más y por sistema se lo niego. Le he dado mucho, pero parece que no es suficiente a su juicio", me dijo.

¿No le falta nada?- pregunté-. No, pero no sé si estoy haciendo bien -respondió.

Creo que nosotros crecimos así y nada básico nos faltó. Logramos salir adelante en buenas condiciones, pero parece que ahora los hijos quieren más y más caro.

"A mí me enseñó mi padre a ganar el dinero y a ahorrarlo si quería alguna cosa en especial", -me dijo.

¿Quiere juntar dinero?, sanior. Bien, póngase a juntar cartón y va a venderlo a tal lugar, yo le voy a dar el doble de lo que gane, pero primero se lo gana, le decía su padre.

Le dije: "Mira Cuate, nosotros tuvimos coche cuando lo pudimos comprar, porque no había forma de que nuestros padres nos dieran uno. Crecimos trepados en una bicla y así íbamos y veníamos de todos lados y no nos pasó nada. Tal vez la inseguridad nos impida ahora que ellos hagan lo mismo, pero con un cochecillo usado tienen suficiente, ya se comprarán uno nuevo cuando trabajen".

Creo que los hijos deben de crecer con algo de hambre y algo de frío; eso los fortalece y los forma. No te mortifiques con esas cosas, te aseguro que al paso de los años te lo agradecerá.

El vértigo de la vida cambia las cosas y las costumbres. Uno se vestía con la ropa que le daban, no con la que uno escogía.

A la hora de la comida y en la cena, todos nos sentábamos a la mesa en cuanto lo hacía el papá; y nadie se levantaba antes que él.

Esa costumbre a veces para mí era un suplicio, sobre todo si tenía prisa, porque mi padre solía comer muy lento, tanto que en ocasiones le pedía a mi madre que le calentara hasta tres veces lo que estaba comiendo, porque "ya se había enfriado".

Uno de mis imborrables recuerdos de la infancia, era cuando mi amigo Juan Foster (q.p.d), me invitaba a jugar a su casa.

Mi satisfacción era doble: primero, porque él tenía una enorme caja verde llena de juguetes, muchos de los cuales en mi vida hubieran podido comprar para mí y ahí los usaba a placer; y segundo, porque a la hora de la cena existía ese ritual, pero magnificado por la presencia del abuelo.

El abuelo de Juan fue don Antonio Morales, un hombre bien educado, culto y de posición económica solvente. Era en esencia un patriarca y por lo mismo, sumamente paternal.

A la hora indicada, todos nos sentábamos a la mesa con el abuelo y él marcaba el tema de la agenda. Obvio es que yo sólo escuchaba, ni remotamente me hubiera atrevido a externar una opinión en aquella mesa.

A la hora que don Antonio decidía, se daba por terminada la cena y cada cual se iba a hacer lo que tuviera pendiente. Por lo regular era la hora en que yo volvía a mi casa.

Y volvía bien cenado, pero sólo para que me amonestaran por haber dado molestias. Pero el gusto de traer la panza llena y haber disfrutado de toda aquella parafernalia, nadie me lo quitaba.

Ahora, cada quien come a la hora que quiere y lo que quiere. Antes se hacían los mismos platillos para todos y no nos levantábamos de la mesa si no habíamos terminad el plato completo.

Por eso, si en alguna comida me sirven en forma abundante, siempre pido que me quiten la mitad antes de empezar a comer, porque les digo: "Yo soy de la cultura aquella de 'se lo come todo'; y eso para mí es mucho".

Y hablando de estos temas, en alguna otra ocasión platicaré cuando el papá de mi amigo Chuy, hizo volar el espagueti por toda la casa el montar en santa cólera, por algo insignificante que a él le pareció infamante.

Pero por ahora el espacio se ha terminado.

Por lo demás: "Hasta que nos volvamos a encontrar, que Dios te guarde en la palma de Su mano".

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 709798

elsiglo.mx