Guadalajara volvió a fallar un penal de último momento y eso le costó salir con la derrota 0-1 de su visita a Pachuca, que se acercó a zona de clasificación, en partido de la décima fecha, en el estadio Hidalgo. (Jam Media)
Hugo Sánchez lo celebró quizá más que el estadio Hidalgo. Eran los regalos perfectos, los que necesitaba su era para recuperar la tranquilidad y tener la paciencia de su directiva al hundir y casi eliminar al Rebaño Sagrado del Apertura 2012, tras vencer "a lo macho" 1-0.
El árbitro Jorge Isaac Rojas le entregó un penal al Pachuca que no era, y Miguel Ponce erró otro que sí era, que hubiese significado el empate, pero que puso en el travesaño y luego la pelota picó sobre la línea sin entrar completamente.
El silbante no dudó en marcar la pena máxima que Nery Castillo vendió como un piscinazo al estilo Érick "Cubo" Torres y que lleva a los Tuzos a 13 puntos y con esperanzas de Liguilla.
Hubo sufrimiento porque Guadalajara pudo empatar también desde los 11 pasos a través del campeón olímpico; Sánchez Márquez contuvo la respiración y aliviado vio cómo el árbitro asistente se mantenía en su lugar sin correr hacia el centro, sin conceder la anotación, dado que el balón no cruzó del todo.
Antes del tiro penal de los Tuzos, hubo un momento de discusión. Leobardo López miró que Castillo tenía el balón, tras la pifia del nazareno. El polémico delantero se perfilaba a tirar el penalti, pero el defensor se lo arrebató para dárselo a Cejas.
El atacante quiso sacarse la espina luego de su falla en Neza, que le costó a la escuadra albiazul quedar fuera de la Copa. Buscó una revancha que uno de sus sensatos compañeros le quitó porque sabía que no es el momento de revanchas personales, pero sí de conquistas grupales.
Mauro lo cobró a la perfección. Tiro raso y colocado, le hizo caso a los cánones para no meterse en problemas y el Pachuca vuelve a la vida. "Hugol" entonces se volvió un tipo nervioso hasta que con el silbatazo final parece que toma aires de resurrección.
Hubo un punto de quiebre, de esos en los que la historia rompe hacia algún lado en un deporte cruel en el que si se perdona, el rival te mata. John van't Schip, el técnico del Guadalajara, lo vio incrédulo, como si el destino se aferrara en que dirigir al Rebaño Sagrado no es lo que debe hacer para tener éxito en el futbol mexicano.
Era difícil pegarle al poste. Quizá de 10 disparos desde el área chica y con la portería abierta hubiera metido el 90 por ciento. Pero ese porcentaje restante fue el que cometió Jesús Padilla. Solo, a boca de jarro, sin guardameta, defensor o cualquier otro obstáculo que le impidiera hacer el gol.
Padilla saboreó ese instante, se emocionó y hasta celebró lo que nunca consiguió. Un balón le quedó a modo para el 1-0 apenas a los tres minutos de acción del segundo tiempo. Tiró y su pelota la mandó al madero.
El atacante chiva se llevó las manos a la cabeza, junto con las lamentaciones hacia el cielo del estadio Hidalgo. El destino le hizo una mala pasada y su Guadalajara se estanca en 10 puntos.