Quien haya visto el documental que le da su título a este artículo, y ya va más de un millón de personas que lo han hecho, sabrá que el estado del sistema educativo en México es preocupante. No hace falta un trabajo de investigación profundo para darnos cuenta de las carencias de nuestras escuelas, maestros, alumnos, directivos, sindicatos, autoridades federales y estatales y todos los que de una u otra forma tocan lo que debería ser nuestro bien más preciado: el aprendizaje, el futuro de nuestros hijos.
Inevitable cuando se habla de la educación en México abordar el tema del sindicato, o mejor dicho de LOS sindicatos. El Nacional de los Trabajadores de la Educación, conocido mejor como SNTE, es el que brinca de inmediato, por ser el que mayor número de agremiados tiene, por la alta visibilidad y enorme influencia de su lideresa, Elba Esther Gordillo, y porque se ha convertido para muchos en el sinónimo de todo lo que está mal y habría que cambiar en esa materia. Es menor la presencia geográfica y número de agremiados de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, o CNTE, que surgió en un principio como alternativa al dominio casi absoluto del SNTE y que hoy lo iguala o supera en su cerrazón y rechazo al cambio.
Estas dos centrales sindicales se distinguen por la capacidad de presionar a las autoridades de los estados en que operan. Sus objetivos siempre están vinculados con los propósitos políticos y materiales de sus líderes, ocasionalmente con prestaciones o privilegios de sus agremiados y MUY rara vez con el interés por mejorar el nivel de aprendizaje de los millones de alumnos que están en sus manos.
Ambas paralizan ciudades, dejan sin clases a millones de alumnos, tumban funcionarios, todo en defensa del sagrado derecho a no ser evaluados, a no dejar que el aprovechamiento escolar pueda ser calificado de manera objetiva, que los buenos maestros sean premiados y los no tan buenos sean mejor capacitados. En defensa del derecho a ser ellas quienes reciban directamente los fondos del gobierno para pagar a los maestros que ELLAS decidan, independientemente de si dan o no clases.
Uno más medido y el otro más radical, SNTE y CNTE luchan al final del día por lo mismo: mantener el statu quo de la mal llamada política educativa del Estado mexicano, la misma que nos ha llevado al lamentable punto en el que hoy nos encontramos.
Mal haríamos en asignar toda la culpa a las cúpulas sindicales. Los sucesivos gobiernos que no han querido meterse a fondo a transformar un sistema que está descompuesto. Por temor a las marchas y bloqueos o a las huelgas, las autoridades federales y estatales ceden espacios, abdican. ¿Para qué sacudir una embarcación en la que todos van muy cómodos, para qué arriesgar carreras burocráticas, alianzas electorales y acuerdos inconfesables cuando los únicos perjudicados son los niños y adolescentes de este país?
Presidentes y gobernadores pasan, secretarios de educación también, y los cambios son menores. No hay indicador internacional en el que México salga bien parado, y si comparamos lo que nuestro país gasta en educación los resultados son todavía más escandalosos.
No es tampoco un asunto de educación pública o privada, pues como se observa en mediciones y en el documental de referencia, los alumnos salen igual de mal evaluados aun si su colegio es privado. De hecho, son legión las escuelas y universidades "patito" que lucran con la ansiedad de las clases medias emergentes que creen que la solución está en las escuelas de paga. No es así: en México da igual que el dinero lo gaste el gobierno o el padre de familia, el nivel sigue siendo igual de malo.
Un país sólo es tan bueno o malo como sus escuelas y universidades. México se rezaga día con día frente a sus socios comerciales, sus vecinos, sus competidores, y nadie hace nada. Si la brecha hacia fuera es enorme, la interna es peor: los muy pocos estudiantes con acceso a educación de calidad dejan atrás a todos los demás, que son abrumadora mayoría.
Como ciudadanos, estamos obligados a exigir que esto cambie.