Marco Aurelio nació en Roma en el año 121, después de Cristo, y estuvo al frente del Imperio Romano durante veinte años, período que fue considerado como la Edad de Oro del Imperio.
Marco Aurelio guardó una total coherencia entre su filosofía de vida y su práctica como el hombre más poderoso del Imperio. Es unánime la opinión de su carácter digno y su virtuosa conducta.
En su Libro ll, .5, de su obra, Meditaciones, textualmente escribió:
"A todas horas preocúpate resueltamente, como romano y varón, de hacer lo que tienes entre manos con puntual y no fingida gravedad, con amor, libertad y justicia, y procúrate tiempo libre para liberarte de todas las demás distracciones. Y conseguirás tu propósito, si ejecutas cada acción como si se tratara de la última de tu vida, desprovista de toda irreflexión, de toda aversión apasionada que te alejara del dominio de la razón, de toda hipocresía, egoísmo y despecho en lo relacionado con el destino. Estas viendo cómo son pocos los principios que hay que dominar para vivir una vida de curso favorable y de respeto a los dioses. Porque los dioses nada más reclamarán a quien observa estos preceptos".
Las Meditaciones de Marco Aurelio constituyen una de las obras más espirituales y sublimes de la historia. En la transcripción anterior, nos da una avalancha de consejos espirituales llenos de sabiduría. Su primer consejo nos resulta de gran utilidad práctica, que "hagamos" lo que tenemos pensado, actuando con amor, libertad y justicia. Nos pide que rechacemos la "fingida gravedad", es decir, un comportamiento en el que mostremos maneras afectadas. La "fingida gravedad" en la que caemos ocasionalmente, nos hace ver ante los demás, como pretenciosos, pedantes, y sin la menor sencillez.
Muchas veces, lo que traemos entre manos (ideas, proyectos, decisiones), aun cuando haya nobleza en esos propósitos, nuestra "fingida gravedad" lo echa a perder todo. La mejor manera como podemos describir nuestra "fingida gravedad", es cuando nos damos un sentido de la importancia, cuando engolamos la voz, y cuando nuestra forma de mirar y de movernos denota una manifiesta artificialidad y una expresa pedantería.
Marco Aurelio nos aconseja que nos procuremos "tiempo libre". En nuestra sociedad actual, hablar de "tiempo libre", y más aún, de ocio, constituye un pecado mortal social. Uno de los dioses que más se presumen en nuestra sociedad ansiosa, agitada y laboriosamente inútil (en muchos casos), es el dios de la febril actividad, del trabajo incesante y del rendimiento máximo.
Desde tiempo de Platón, antes de Cristo, los más grandes filósofos de esa época de Oro de la humanidad consideraban al "ocio", como algo divino. Era ese tiempo que nos reservábamos para nosotros, a fin de ordenar nuestros pensamientos y propósitos de vida. De hecho, solamente en el "ocio", podemos ser plenamente humanos, pues todas nuestras potencialidades espirituales están concentradas en los temas esenciales de la vida.
Marco Aurelio nos aconseja procurarnos "tiempo libre" para liberarnos de todas las demás distracciones. Nuestro filósofo nos invita a ejecutar cada una de nuestras acciones como si se tratara de la última de nuestra vida. Con esto, El Emperador y filósofo, nos quiere decir que cada una de nuestras acciones debe llevar nuestro sello de definitividad, de acciones siempre vinculadas al amor, la libertad, la justicia y las virtudes.
Ejecutar cada acción nuestra como si fuera la última, pero con el compromiso de que cada una de esas acciones esté desprovista de toda irreflexión, aversión, hipocresía, egoísmo y despecho. Y además, sin acusar al destino por los males que hayamos recibido por el simple azar, es decir, por el destino.
Siempre he pensado que Marco Aurelio ha sido uno de los pensadores con mayor sensibilidad para entender la condición humana y para penetrar en el corazón de los seres humanos.
Como bien nos dice Marco Aurelio, "son pocos los principios que hay que dominar para vivir una vida de curso favorable". El tiempo y los acontecimientos de la vida de cada uno de nosotros, se pueden deslizar como una tranquila corriente de agua pura de un arroyo limpio, siempre y cuando hagamos coincidir nuestros buenos pensamientos con nuestras buenas obras.
No abrigar despecho alguno con nuestro particular destino, entendido, como lo irremediable, lo que no podemos cambiar. Bien lo dijo un poeta de la Grecia Clásica: "La fuerza de las circunstancias es más poderosa que todos los poderes de los dioses".
Ante los duros golpes de la fortuna, los mazazos del ciego destino, un poeta romano decía: "Nosotros lo queremos de una manera, pero lo dioses lo quisieron de otra".
Marco Aurelio nos pide docilidad, despojarnos de todo "despecho", ante lo que no puede cambiarse. Todo despecho de nuestra parte, revela un sentimiento de indignación, de aborrecimiento profundo por algún desengaño, por haberse malogrado algún propósito que acariciamos.
Marco Aurelio nos pide que ejecutemos cada acción como si fuera la última. Nuestro pensador quiere decirnos que seamos altamente responsables con lo que hacemos. ¡Esto exige un fuerte compromiso de nuestro espíritu con lo bueno y honesto!
¡Meditemos la reflexión del Emperador romano, que aparece en los inicios de esta columna; nos da una guía para mejorar nuestras vidas!