Por más modesto que sea nuestro oficio o trabajo, lo podemos convertir en noble y grande, en la medida en que nos empeñemos en poner en él toda nuestra mejor disposición de ánimo, y nuestra intención de desempeñarlo cada vez mejor.
Nietzsche aconsejaba a menudo, que para realizar con maestría nuestro oficio o trabajo, resultaba indispensable gozar de una "robusta conciencia de artesano". El más modesto artesano imprime en lo que hace, una importante dosis de "arte". Y todo arte exige un riguroso cuidado, concentración, y altos deseos de hacer bien lo que se está haciendo.
Uno de los males de nuestra época, es que un buen porcentaje de personas (profesionistas, obreros, técnicos, etc.) carecen de esa "robusta conciencia de artesano" a que Nietzsche se refería. Y es que esas personas han dejado de apreciar el valor de su oficio (maestros, mecánicos, médicos, etc.) No saben, que pocos rasgos de su carácter revelan su personalidad total, en la medida en que se empeñen en realizar "lo suyo", con toda la dignidad y cuidado posible.
El médico, ingeniero, obrero, que trabaje de manera chapucera, denota un carácter débil y una grave irresponsabilidad. Ignoran, que el avance de las sociedades de todo el mundo, se debe no a los relámpagos del genio, sino al trabajo callado, responsable y constante de millones de personas que se han respetado a sí mismas, al haber respetado su trabajo.
Si contemplemos en cualquier ciudad, los grandes edificios, residencias, plazas, calles, nos olvidamos que fueron construidos por albañiles sencillos, pero que gracias a su buen trabajo, todas esas construcciones son de una inmensa utilidad para los habitantes de esas ciudades.
¿Qué acaso no se debe a las enfermeras el gran éxito de los millones de intervenciones quirúrgicas en todo el mundo, cada día? Claro, que los médicos juegan un relevante papel, sólo que estos profesionistas casi nada podrían hacer sin la ayuda de ese ejercito de enfermeras.
Viajamos en avión sintiéndonos seguros al confiar en el piloto y copiloto. ¿Pero éstos no dependen totalmente de los mecánicos que reparan y revisan cada avión? ¿Y qué decir de los encargados del combustible, de los controladores aéreos, etc.? ¿Y qué pasa con los millones de personas que viajan en autobuses gracias a la pericia de los conductores?
Si miramos bien las cosas, nos daremos cuenta que la inmensa mayoría de nuestras comodidades, y aun, la seguridad de nuestras vidas, depende de lo que llamamos oficios sencillos. ¡Sí, oficios sencillos, pero que sin ellos, no podríamos sobrevivir!
En todos los pueblos del mundo, la comida más noble es el "pan" en toda su diversidad. La educación de nuestros hijos depende de los maestros. Las medicinas que nos prescriben están elaboradas por técnicos y obreros sencillos. Los automóviles que conducimos están construidos y revisados por mecánicos expertos. Nuestro ingreso a un hospital está atendido por enfermeras y por personas que se han encargado de la limpieza e higiene de ese hospital. ¿Qué sería de nuestras vidas sin la ayuda de todas estas personas que desempeñan un trabajo que nosotros calificamos a veces, despectivamente, como sencillo?
¡Más bien, estos trabajadores sencillos realizan un trabajo sublime, pues gracias a ellos podemos nosotros vivir!
El trabajo es sagrado, y nada más noble y elevado que ganarnos nuestra vida a base de nuestro personal esfuerzo. Trabajar bien, es de almas nobles, por más sencillo que sea su oficio.
Aun los oficios manuales más simples, están bendecidos por la Naturaleza. Un proverbio árabe dice: "El oficio manual es un seguro contra la pobreza".
Siempre he pensado que el trabajo personal es lo que nos mantiene en armonía con nosotros mismos y los demás. Y para que esto sea así, es indispensable que sintamos por nuestro oficio un inmenso aprecio.
Giovanni Papini, en su obra, "Palabras y sangre", escribió: "Que cada uno realice su propio trabajo, grande o pequeño, como sea; que cada uno recoja su cosecha, sea humilde avena o rubio trigo".
Nuestro oficio, importante o no a los ojos de los demás, cuando lo hacemos con un alto sentido de dignidad y con la intención de prestar un servicio útil a otros, es una fuente de satisfacción enorme, lo que nos conduce al equilibrio emocional y a una alegría interior constante.
Pocas cosas hay en la vida que nos bride dulces placeres que nuestro oficio y trabajo realizado con plena conciencia. Goethe decía: "Cuando he estado trabajando todo el día, un buen atardecer me sale al encuentro".
Nuestro trabajo guarda una relación directa con nuestra satisfacción y un estado económico de vida digno y decoroso. A esto se refería el historiador de la Roma Antigua, Salustio, cuando escribió: "Cada cual es artífice de su propia fortuna".
Cuando desempeñamos nuestro trabajo con responsabilidad y eficacia, se convierte en un excelente alimento para nuestras almas.
Hay una frase que siempre me ha impactado: es del gran poeta de la Roma Antigua, Virgilio, quien escribió: "Todo cede a la pujanza del trabajo infatigable y a la necesidad".