EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

PALABRAS DE PODER

La tragedia del acumulador

JACINTO FAYA VIESCA

Hay un sentimiento profundo de avaricia, vicio que se origina en su pavor de llegar a ser pobre

Hay personas que padecen de un trastorno emocional que se manifiesta, por una parte, en su tendencia a acumular dinero y bienes, y por otra, en el máximo esfuerzo que hacen a fin de no permitir que salga únicamente lo que ellos llaman el gasto indispensable. A estas personas las podríamos describir como si fueran un embudo: la boca del embudo es muy grande y la salida es un orificio muy estrecho.

Se trata, por supuesto, de individuos que ven al mundo como un mundo de carencias y del que sólo es posible obtener muy poco. No tienen fe en sus capacidades para mantenerse económicamente de manera permanente. Por ello, todo gasto es una amenaza no sólo a su patrimonio, sino también a todo su psiquismo. Ahorrar es su propósito fundamental, no importa lo rico que sean.

En el fondo del alma de todo ahorrador compulsivo hay un sentimiento profundo de avaricia, vicio detestable que se origina en su pavor de llegar a ser pobre. A veces, estos ahorradores compulsivos pueden ser coleccionistas de objetos de arte valiosos económicamente, o su compulsión puede dirigirse a atesorar joyas o bienes inmuebles.

Todo acumulador o ahorrador severo, es un individuo (hombre o mujer) posesivo. Tiende a poseer, aún en el terreno del amor. Como su estructura psicológica se centra en el acumular y en el no dejar salir, en el terreno del amor no se pude dar, pues siente que al darse se despoja y empobrece.

Los ahorradores padecen una seria distorsión del pasado, del presente y del futuro. Para ellos, el pasado constituye la mejor etapa de sus vidas. Al futuro lo ven negro y con desconfianza, pues como no lo conocen, lo temen y sobre todo, se espantan en su irracional creencia de que pueden caer en la pobreza. Al presente no lo disfrutan, pues todas sus emociones están enfocadas en acumular y en defenderse de todos para no gastar.

Si son expertos en alguna ciencia o campo de un determinado conocimiento, su avaricia les impide difundir o dar sus conocimientos a los demás, pues es una manera de despojarse, de compartir y de dar; y aquel que acumula no quiere saber nada que implique dar salida a lo que ya tiene como algo seguro, acumulado y de su exclusiva propiedad.

La gran mayoría de los ahorradores o acumuladores, son ridículamente ordenados. Para ellos, el orden en su recámara o escritorio, significa un control sobre su precario mundo, aún cuando estén nadando en su piscina de joyas y lingotes de oro. El acumulador sufre mucho, pues de la manera más irracional (no se da cuenta de ello), permanentemente está tratando de ordenar y controlar todos sus sentimientos. Jamás podrá ordenar sus sentimientos, pero sí en cambio, trata de congelarlos al controlarse severamente.

Si observamos detenidamente a una persona codiciosa y avariciosa, notaremos una crónica rigidez en su expresión facial. Aunque esté viviendo dentro de un volcán de emociones, dará la impresión de ser correcto y controlado emocionalmente. Para estas personas, el control de sus emociones es una defensa más ante el mundo exterior, del que siempre se siente amenazado.

Notaremos que un rasgo del avaro es hablar de sus permanentes carencias imaginarias.

"El avaro siempre está necesitado", Homero.

Y otro rasgo del acumulador es su costumbre de negar. Antes que le pidan algo, está negando o advirtiendo que le van a pedir; desvía la plática para avisar que se va a negar, pues no está en posibilidades de dar.

"Al avaro nunca le faltan pretextos para negar", decía una sentencia de la Roma Antigua.

Muy poco podemos hacer para curar a un avaro, pero mucho podemos hacer por nosotros cuando advirtamos que empezamos a padecer de este trágico trastorno.

¡Que nuestra bolsa conozca cómo introducir bienes, pero que conozca también cuándo deban salir! ¡Que nuestra bolsa no se quede vacía, pero que tampoco se reviente por guardar bienes innecesarios! Nuestra bolsa debe ser como una fuente donde mana agua pura: la fuente no guarda su propia agua, pues se le pudriría; la deja correr por algún arroyuelo para que dé vida a plantas y apague la sed de animales.

Nuestra bolsa estará siempre abierta, conservando lo necesario, como la fuente que no derrama sus depósitos de agua de una sola vez.

Seguramente el avaro jamás pueda curarse, ya que se trata de un vicio que ataca la medula de su espíritu. Además rechazaría el avaro todo consejo para curarse. Se ofendería si alguien lo calificara de avaro, y no concebiría la posibilidad de curarse, pues no se siente un enfermo. Para él, los enfermos y locos son los sueltos con el dinero y aun, los generosos.

Es absolutamente imposible que un avaro pueda ser virtuoso. Todo minero es arriesgado, y más que en busca de los metales valiosos, va tras la aventura. Pues bien, el avaro es el único minero (metafóricamente hablando) que después de arañar el oro de las entrañas de la Tierra con mil esfuerzos, vuelve a enterrarlo para siempre.

Es imposible que el avaro pueda tener un solo amigo: ni siquiera podría ser amigo de otro avaro. El avaro con su avaricia degrada su corazón, mata su dignidad y se comporta siempre con mezquindad.

Como bien lo dijo Albert Guinon: "El avaro experimenta a la vez todas las zozobras del rico y todos los tormentos del pobre".

¡Nunca se confíe a un avaro!

jacintofayaviesca@hotmail.com

twitter: @palabrasdpoder

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 722629

elsiglo.mx