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PALABRAS DE PODER

El Sabio y el Aprendiz

JACINTO FAYA VIESCA

La Voluntad de nuestro espíritu es el ejercicio responsable de nuestra libertad

Me has platicado mucho acerca de Epicuro, nacido en la isla de Samos en el año 342 antes de Cristo. Pero me pregunto: ¿por qué me nombras a autores que no tienen la importancia de un Platón, Aristóteles o Kant?

-Por la siguiente razón, le contestó el Sabio: autores como Epicuro, Epicteto, Séneca, hicieron aportaciones únicas al pensamiento de la humanidad. Por ejemplo, Epicuro nos ha transmitido una serie de reflexiones con tal vivacidad y originalidad, que tienen la fuerza de mejorar nuestras vidas, de una manera sorprendente.

Epicuro ha sido tan mal estudiado, que realmente el pensamiento de Occidente se hubiera enriquecido con este brillante filósofo. Epicuro fue el primer pensador de la humanidad, que nos enseñó que la voluntad de nuestro espíritu a la libertad nos conduce a un estadio de sublimidad que un creyente lo calificaría de divino.

-Realmente - dijo el Aprendiz -, si fuéramos conscientes de sólo esta idea, nuestra vida cambiaría para siempre: grabar en nuestra mente y corazón, la idea de que la voluntad de nuestro espíritu es la libertad que acerca a los hombres a la divinidad.

-Esta reflexión - le dice el Sabio a su amigo -, sólo pudo haber sido producida por un hombre que sentía un inmenso respeto por los dioses griegos, y para quien la divinidad puede ser compartida por los seres humanos. Es tan grandioso y audaz este pensamiento, que el mismo Nietzsche, una de las cinco cabezas más privilegiadas de la historia, llegó a decir que, en todo cuanto pensaba y deseaba, mantenía la vista fija en Epicuro, y que sentía la mirada de este filósofo fija en él.

-Recuerda que en una de nuestras conversaciones me comentaste que Epicuro fue el primer hombre que pensó en la necesidad "de escuchar - como lo expresó Walter Otto - la voz amena de la naturaleza, aprender a escuchar lo que ella pide y espera de la materia y el espíritu. Esta voz natural hace resonar la vacuidad que esconden las ambiciones, los bienes materiales y el poder, y nos guía sabiamente hacia la vida de la autosatisfacción. Esto era para Epicuro la verdadera libertad, aquella que abre al sabio la auténtica fuente del bienestar y que regala al hombre el más alto sentimiento de grandeza. Esta es la libertad que Epicuro alaba como el bien más preciado, y en la que el sabio puede disfrutar de la felicidad y la bienaventuranza que se conjugan en el placer".

Pero se trata amigo - le dijo el Sabio al Aprendiz -, de un placer entendido como la ausencia de dolores físicos, y nunca de placeres desmedidos o inmorales del cuerpo. Epicuro fue el primero de todos los pensadores en defender los placeres de la vida, pero de placeres sencillos y naturales que todos podemos obtener de la Naturaleza. Epicuro se pronunció siempre en contra de los placeres ilícitos y aun de los placeres que no van en contra de la moral, pero que sí hablan de todo placer extravagante y desmesurado.

-Sí - dijo el Aprendiz -, tú me has contado que Epicuro guardó durante toda su vida una absoluta integridad moral, y que jamás se permitió el menor lujo.

- Así es, en efecto, tal y como lo dices. Te voy a transmitir una parte de una reflexión de este hombre:

"Un recto conocimiento de los deseos sabe, en efecto, supeditar toda elección o rechazo a la salud del cuerpo y a la serenidad del alma, porque esto es la culminación de la vida feliz. En razón de esto todo lo hacemos para no tener dolor en el cuerpo ni turbación en el alma. Una vez lo hayamos conseguido, cualquier tempestad del alma amainará, no teniendo el ser viviente que encaminar sus pasos hacia alguna cosa de la que carece ni buscar otra cosa con la que calmar el bien del alma y del cuerpo".

-Esta es la grandeza de Epicuro, amigo - le dijo el Sabio. Este hombre consideraba a nuestro cuerpo físico como un templo divino, cuerpo que si recibía el placer, consumaba el principio y culminación de la vida feliz. Un placer, entendido en principio, como la ausencia de dolores físicos y de sufrimientos, que para todos, es relativamente fácil evitar. Pero se trata de un cuerpo que alberga un espíritu inseparable, y que ese espíritu nos debe acercar a la divinidad. Y para ello, nada mejor que escuchar a la Naturaleza y obtener de ella los placeres físicos y espirituales, que son fáciles de adquirir para todos.

¡Oh, grandioso y noble Epicuro, maestro universal para modelar nuestra alma! Tú quieres librar nuestro espíritu de terrores y de cuidados innecesarios. Maestro supremo: ¡qué bien nos demuestras que podemos vivir con poco y cosas sencillas; nos alejas del lujo y de la innecesaria riqueza; y nos enseñas la verdadera riqueza para nuestras vidas: gozar de un alma tranquila y sin miedos! ¡Ahora sabemos, que los tesoros, el poder y la fama, nada son ante un cuerpo sin dolores y un alma que disfruta sólo de la paz y de lo necesario!

jacintofayaviesca@hotmail.com

twitter: @palabrasdpoder

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