¡La Maldad y el Engaño han causado enormes tragedias y sufrimientos!
En un pasado muy lejano, la Maldad y el Engaño contrajeron matrimonio. Desde entonces, los problemas y sufrimientos se han multiplicado en la Tierra.
En la ceremonia de matrimonio, la Maldad se vistió con una piel de cordero, pero no pudo ocultar su feroz rostro y su aliento que olía a podrido.
En su vida cotidiana, la Maldad es muy franca, pues va a lo suyo: dañar a toda costa. A veces actúa en las noches, en las sombras y obra de sorpresa. Tiene un malvado corazón, y su sangre hierve por obtener lo que desea: matar a seres humanos, robarlos o actuar en muchas conductas criminales.
La Maldad sabe perfectamente que siempre es culpable, más no le importa en lo absoluto: su naturaleza es despreciable y no conoce ni una sola virtud. Si pudiera, ella misma se desgarraría sus entrañas y bebería su pútrida sangre.
El dolor ajeno la incita a dañar, y le abre la puerta a muchos males que quieren entrar. No lo hace por generosidad, sino para ensañarse y ver más sufrimientos. No sabe la Maldad, que los malvados caen en sus propios lazos, como lo dijo el rey Salomón.
El pensador de la Antigua Roma, Publilio Siro, escribió que, “El que desea el mal siempre encuentra el motivo”. ¡Claro que será un falso motivo, pero a veces desea aparentar que lo tiene, pues la Maldad es cobarde y traicionera!
La Maldad es impaciente, su corazón sanguinario no conoce la paciencia, pero como está invadida de vileza, puede ansiosamente esperar, como lo hace la traicionera serpiente que ansía clavar sus colmillos para inyectar su mortal veneno.
Selvas enteras taladas, miles de especies de animales y plantas han sido presas de la Maldad. Maldad codiciosa, atesoradora de infortunios y desgracias para nuestro planeta Tierra.
En la ceremonia matrimonial, el Engaño se presentó correctamente vestido. Debemos saber que el Engaño es muy listo, cortes y educado. Le encanta lisonjear y adular a las personas, y siempre presentarles los asuntos de una manera muy positiva y aparentemente provechosa.
El Engaño es muy sutil, no contradice al otro, sino que lo apoya en todo. El propósito esencial del Engaño es convencer, seducir y encantar a los otros con sus buenos modales y adecuadas palabras.
El Engaño, al contrario de la Maldad, es paciente, tolerante, dúctil, sabe esperar y no se atropella a sí mismo. Puede ser sanguinario o no serlo, pero su mejor aliada es la mentira y las apariencias de las cosas. Es experto en crear en el otro “espejismos fascinantes” y torcer las cosas para que parezcan otras muy diferentes.
Al Engaño no le interesa la moral, y sus peores enemigos son la verdad y la realidad. Tiene un voraz apetito para devorar a ilusos y crédulos. Siempre utiliza sus más poderosas armas: jurar por todos los santos para avalar sus afirmaciones, prometer incansablemente, y contagiar de falsas esperanzas a sus presas.
Es un mago para hacer ver las cosas distintas a lo que son. Es un creador de ilusiones que cambia sin que nadie se dé cuenta las realidades por las apariencias. Es tan hábil, que hace caer en sus redes a las personas más inteligentes. Huele lo que más desea el otro, y de eso le habla.
El Engaño es un seductor nato de hombres y mujeres. Entra en sus corazones con zalamerías, sonrisas y muestras de apoyo. Finge de manera fascinante, sabe dar atole con el dedo, y usar el anzuelo más adecuado para cada presa.
El Engaño siempre “da gato por liebre”. Y lo que no sabemos, es que “La persona más fácil de ser engañada es uno mismo”, como lo escribió Lytton, en su obra, “El desheredado”.
¿Y cómo va el matrimonio de la Maldad y el Engaño, después de tanto tiempo? ¡Para ellos va maravillosamente bien! No se aman en lo absoluto, sino que solo tienen intereses mutuos. Sus presas las encuentran en todas partes: personas de todas las condiciones económicas, sociales y culturales. Mujeres y hombres, jóvenes, niños, adultos y ancianos.
La Maldad le ha insistido al Engaño que sea más cruel y despiadado. Por su parte, el Engaño le insiste a la Maldad que sea más sutil y cortés, lo que es imposible.
¡La Maldad y el Engaño siguen unidos y con su ayuda mutua han causado enormes tragedias y sufrimientos!
¡Lo trágico de todo esto, es que todos tenemos mucho de ilusos, pues sólo queremos creer en aquello que más ansiamos!
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