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Palabras de Poder

El vacío de la incertidumbre

Jacinto Faya Viesca

Esta clase de locura pudiera ser una de las tres causas más importantes de todo el sufrimiento emocional

Como Incertidumbre, consisto en un estado de ánimo que aposento en el corazón de las personas y les causo inseguridad en diferentes grados: desde una inseguridad leve que solo provoca un poco de temor, hasta el grado de una inseguridad muy aguda que perturba el ánimo y lo puede anegar de pánico. Mi hermana gemela es la duda: desde una duda tolerable hasta una duda torturante.

Como inseguridad y duda que soy, si las personas no me conocen e ignoran que hacer conmigo, tengo el potencial para robarles su valentía, destruirles sus sueños y descanso, convertirlos en paralíticos de sus vidas, pues les emponzoño un veneno que los hace vacilar de todo.

No se trata de la Incertidumbre en el sentido de una falta de certeza en cuestiones que no perturban el corazón, sino en esa falta de certeza que el hombre anhela locamente sobre las cuestiones que más les importan en sus vidas. Sé por experiencia – sigue hablando la Incertidumbre -, que la gran mayoría de los seres humanos padecen de una locura que ellos mismos se provocan: quieren, y lo que es peor, le exigen a Dios, a la sociedad, y a ellos mismos, tener certidumbre, es decir, certeza y seguridad, de que sus cosas “estarán bien” en el futuro.

Esta clase de locura pudiera ser una de las tres causas más importantes de todo el sufrimiento emocional. Como no quiero engañar a ninguna persona ni darle la más mínima esperanza, les diré cual es mi esencia: como Incertidumbre, mi esencia consiste en la total falta de certeza para las cuestiones del futuro de los seres humanos.

Y como jamás puedo abrigar la más mínima certeza en una cuestión futura, las personas deben saber y aceptar la siguiente verdad, que será además, el principio de curación para su dolorosa y crónica enfermedad. La verdad es ésta: “que la única certeza que los seres humanos pueden esperar de sus cuestiones futuras, es una absoluta Incertidumbre”, y “que la única seguridad con que pueden contar, es que nada es seguro sobre su futuro”.

Lo peor de todo –dice la Incertidumbre-, es que las personas tratan de tranquilizarse sobre su futuro, tomando constantemente unas cuantas gotas de endulzada esperanza. Lo que no saben los hombres, es que sus sufrimientos presentes tienen un nombre y un límite, y gracias a esto, casi siempre soportan sus pesares. En cambio, sus dudas y vacilaciones sobre sus temores futuros, los convierten en terrores sin límite, y la esperanza, en vez de ser miel, se convierte en hiel, les agrava lo que tanto temen, pues es una esperanza que no tiene forma ni sustento, pues los terrores futuros también carecen de forma.

Nada hay que abata más el ánimo de una persona, que el exigir certeza en su futuro. Y al destruir su ánimo, paraliza y corrompe su acción, lo que conduce a esa persona a cometer todo tipo de errores y de tragedias. Al no irse dando las cosas como las quería, las va despreciando y se va asustando cada vez más, sin saber que un cambio en la situación deseada, puede ser fuente de mejores provechos de lo que inicialmente quería.

Por lo general –habla la Incertidumbre-, espanto tanto a los humanos, que me ven como el peor de todos sus males y la causa de todas sus desgracias, hasta que un día les toca la realidad a sus puertas, y descubren que los males reales fueron mucho menores a lo que pensaron, o de plano, que la realidad fue mejor a todos los escenarios que pudieron imaginarse.

Hay un porcentaje pequeño de personas que saben esperar el futuro, que esperan sin pánico la manera como las circunstancias se van presentando. Saben, que mucha razón tenían los griegos de la Antigüedad, quienes vivían con la certeza de que le harían frente a las circunstancias del futuro en base a su realismo. Esos hombres de la Grecia de hace dos mil trescientos años –dice la Incertidumbre– fueron los seres humanos más realistas y valientes para vivir sus particulares vidas. Estos griegos no se echaban en brazos de la duda y de la vacilación, llorando lo que aun no habían perdido, sino que se centraban en la acción de cada día.

Mucha razón tuvo el sabio Griego cuando dijo, que “El poder de las circunstancias es más fuerte que el poder de todos los dioses”. Si aceptamos la inmensa fuerza de las circunstancias, dejaremos de exigirle a Dios, a la vida, a los astros, a la sociedad, que nos aseguren certeza en las cosas buenas que esperamos en nuestro futuro, y que nos den la certeza de que nada malo nos sucederá. Ésta exigencia es una idea descabellada, neurótica y loca, y propia del hombre moderno.

La Incertidumbre es el precio que pagamos por estar vivos. Pero recordemos, que podemos lograr que nuestro espíritu sea la inmensa fuerza ordenadora de las cuestiones fundamentales de nuestra existencia.

jacintofayaviesca@hotmail.com

twitter: @palabrasdpoder

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