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PALABRAS DE PODER

Confrontarlo todo, siempre confrontarlo

JACINTO FAYA VIESCA

¡Renunciar a una gratificación placentera en el presente, a fin de afrontar un problema de inmediato, constituye una conducta importantísima de nuestro carácter!

Los seres humanos tendemos a postergar los problemas, por dos causas: primera, en virtud que no queremos enfrentar problemas dado el sufrimiento que nos causan; y segunda, porque siempre preferimos las gratificaciones del presente aunado a nuestro pensamiento mágico de que el problema podría solucionarse sin nuestra intervención, por sí solo.

El psicoanalista de fama mundial, Dr. Scott Peck, en su obra, "La nueva psicología del amor", relata lo siguiente: "Un gran general que mandaba un ejército me dijo una vez: 'El único problema de este ejército o, supongo, de cualquier organización, es el de que la mayor parte de los jefes permanece en sus unidades mirando los problemas, contemplándolos bien de frente, sin hacer nada, como si los problemas fueran a desaparecer si ellos permanecen (los jefes) allí sentados el tiempo suficiente'. Ese general no estaba hablando de débiles mentales o de hombres anormales; hablaba de otros generales y coroneles, hombres maduros de probada capacidad y entrenados en la disciplina".

El inmenso poeta de la Antigua Roma, Virgilio, en su obra cumbre la "Eneida", cuando Eneas se dispone a bajar a los infiernos, empieza diciendo: "Aquí la dificultad, aquí lo trabajoso". A nuestro más grande poeta latino, no se le escapo escribir en su enorme obra, la inmensa importancia de tener presente la dificultad y lo trabajoso. Virgilio menciona muchas veces en sus obras, la extremada importancia de atender los problemas y de enfrentarlos siempre. En uno de sus versos nos dice: "El trabajo todo lo vence".

Napoleón Bonaparte escribió: "Nada más difícil en la vida, que decidirse; como también nada nos es más valioso y útil".

Se nos presenta un problema mediano o grave, y nuestra primera reacción es asustarnos y tratar de evadirlo. Por lo general nos achicamos ante nuestros problemas y les otorgamos, sin fundamento alguno, la calidad de adversarios superiores a nosotros.

El filósofo de Córdova, España, pero radicado en Roma desde muy niño, Séneca, tuvo mucha razón al escribir: "No es que no nos atrevamos a emprender ciertas tareas por que sean difíciles, sino que son difíciles porque no nos atrevemos a emprenderlas".

La realidad, es que una gran cantidad de problemas no vamos jamás a poder resolverlos, pero esta gran verdad no debe impedirnos a confrontarlos todos, porque nunca sabremos cuáles sí podremos resolver en definitiva.

Cualquier problema que padezcamos nunca podremos resolverlo sino resolviéndolo. Esta afirmación puede parecer muy tonta, pero no lo es, y ello, por lo siguiente: todas nuestras fuerzas físicas, emocionales, intelectuales, no estarán dispuestas a confrontar un problema si con anterioridad no hemos aceptado que somos los responsables de resolver ese determinado problema. Nuestro cerebro y química cerebral sólo pueden enfocarse a la solución de nuestras dificultades en la medida que nuestra inteligencia y emociones acepten que somos responsables de solucionar esa determinada dificultad.

Si no tenemos conciencia de nuestro grado de responsabilidad en la existencia de un determinado problema, nuestro escape siempre nos resulta muy fácil, y nos decimos a nosotros mismos: este no es mi problema, que lo resuelva quien esté obligado a ello.

Una gran cantidad de problemas en nuestras vidas se debe a esa conciencia laxa, de niño, de quien no quiere ver las cosas. Y cuando nuestra conciencia no registra nuestra responsabilidad, los problemas los diferimos o simplemente nunca los enfrentamos, aun cuando nos acarreen los peores daños para nuestras vidas y las vidas de seres que nos son muy queridos.

Una conciencia sana, nos revela siempre nuestra responsabilidad, y es cuando nos decimos: este es mi problema, a mí me toca resolverlo y a nadie más. Solamente a partir de este supuesto, estaremos listos para afrontar nuestro problema, aun cuando nos invadan las preocupaciones, la incertidumbre y el miedo. La valentía está no en ser inmunes al miedo, sino que al sentirlo por más intenso que sea, nos sobreponemos a él, y lo vencemos. El valiente es el que siente miedo, pero se sobrepone.

Virgilio posicionó muy certeramente a nuestra responsabilidad al haber escrito: "Soy yo, yo quien lo ha hecho".

Eludir nuestros problemas reblandece nuestro carácter y paraliza nuestra existencia.

¡Somos los responsables de nuestros problemas, no nuestro signo zodiacal ni las estrellas! ¡El mal está en nosotros!

jacintofayaviesca@hotmail.com

twitter:@palabrasdpoder

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