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Palabras de Poder

Si no se va lejos se va cerca; se da los pasos que se puede.

Jacinto Faya Viesca

¡La expresión del Arte supremo constituye la manifestación más sublime y poderosa del espíritu humano!

La poesía excelsa, la literatura imperecedera y la música clásica, como la de un Mozart, ejercen el más poderoso efecto de conversión en nuestro espíritu. Estas tres manifestaciones del Arte cambian nuestra visión del mundo y de los seres humanos.

El Arte superior rebaza, en la formación de nuestra alma, y por mucho, el efecto que nos produce las ciencias exactas, y aun las ciencias del espíritu como son la sociología política y la misma historia.

Dentro de ésta excelsitud se encuentra el inmenso poeta Horacio de la Antigua Roma, nacido en el año 65 antes de Cristo, año correspondiente al 689 de la fundación de Roma.

Los críticos aun no se ponen de acuerdo en qué estriba la grandeza de Horacio. Todos reconocen que se encuentra en la cumbre de la poesía. Pero todos estamos de acuerdo que es el único poeta (junto a Homero, Virgilio y Shakespeare) que da vida a cada motivo de su poesía. Que es el único que contiene la magia de la intensa musicalidad de sus palabras, que traspasa nuestro corazón y nutre nuestro espíritu.

Toda la poesía de Horacio es pura, fresca, limpia. Poesía que jamás nos cansa, y en cambio, siempre nos refresca el alma, y nos impulsa a forjarnos ideales más elevados y nobles.

En su Epístola Primera, dedicada a su protector Mecenas, nos manifiesta en qué consiste su única preocupación: “el estudio – dice Horacio -, la investigación de la verdad y el bien: tal es ahora mi sola preocupación”.

Nuestro inmenso Horacio se compromete con la verdad y el bien. Estas dos nobles y gigantescas tareas las hace suyas habiéndolas bebido de Platón, Aristóteles, y de toda la esencia de la educación de los griegos, para quienes luchar siempre por obtener lo bueno, lo bello y lo verdadero, simplemente constituye, la esencia de toda la educación de Grecia.

En ésta Primera Epístola, escribió Horacio: “¡Qué larga se le hace la noche al amante que espera en vano a su adorada! ¡Qué largo el día al mercenario (el soldado que pelea contra soldados de cualquier país, solo por el interés del dinero y no por amor a su patria) que rinde su trabajo! ¡Qué lento se desliza el año para la pupila que sufre la importuna vigilancia de una madrastra! Pues así veo yo como transcurren, tardos y penosos los momentos que alejan de mí la esperanza y el propósito de hacer con ardimiento grande aquello que es útil tanto al pobre como al rico y que ni jóvenes ni viejos puedan descuidar sin que luego se arrepientan”.

Horacio condena al mercenario que no tiene más motivos para pelear, que un salario; es un soldado comprado, que detesta su trabajo, ya que carece de la menor dignidad. Es lo mismo que el placer comprado: nada vale. Pero el placer conquistado enciende y arrebata el corazón de los amantes.

Horacio distingue y subraya la inmensa diferencia entre los “agrios” de una madrastra, y el tierno cariño de una madre. Es lo mismo que sucede en nuestras vidas: la diferencia entre nuestras acciones nobles llenas de amor, y nuestras acciones a que nos obliga una madrastra que nos detesta. La pupila de nuestra madre nos llena de luz, mientras que la pupila desamorosa y llena de odio de una madrastra, apaga la luz del corazón del hijo que vive con ella pero que no es de ella.

Horacio renuncia a los lujos, al poder y a las riquezas. Toda su actividad contemplativa enormemente provechosa, la enfocó a educar las almas de los ricos y pobres, con una visión humanista y solidaria. Educa al joven y al viejo, y les advierte que de no dedicarse a la verdad y al bien, más tarde sus corazones se encogerán de arrepentimiento.

En la lucha por la educación del alma, Horacio se pronuncia contra los tormentos de la avaricia y del ardor por míseros deseos, así como por la ambición que deriva de todo enfermo ambicioso.

Nos da Horacio, un pensamiento profundamente sabio, una idea de alta pedagogía, que Aristóteles en su obra Ética a Nicómaco, nos había expresado de manera diferente. Éste colosal filósofo griego nos dijo: “El principio es más de la mitad del todo”.

Horacio, abrevando de Aristóteles nos aconseja: “Si no se va lejos se va cerca; se da los pasos que se puede”.

¡Riquísima sentencia pedagógica: si queremos lograr algo, se empieza por un primer paso, como nos indica el célebre proverbio chino!

¡Pero Horacio va más lejos aun: “…..; se da los pasos que se puede! Y todos podemos dar algunos pasos para nuestro bien.

jacintofayaviesca@hotmail.com

twitter: palabrasdpoder

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