‘Diente por diente’, y ‘Ojo por ojo’, es mi consigna
¡Soy la Venganza, y no existiría si no se me hubiera causado un daño, o a una persona que me importe!
Se me ha causado un agravio y siento un deseo intenso de ajustar cuentas. No me he podido sentir tranquilo, y no lo estaré hasta que me desquite. El daño causado exige que pague en la misma moneda. Se me ha dañado, y al daño lo considero una ofensa, es una espina que traigo clavada en el corazón.
¡No perdono ni me interesa perdonar! “Diente por diente”, y “Ojo por ojo”, es mi consigna. Sí, sé que mi venganza es una forma de justicia salvaje. ¿Y no fue salvaje el asesinato cometido contra mí ser querido? ¿No fue salvaje la mancha a mi honor? A mi ser querido lo ultrajaron, pero de sus cenizas nació un vengador.
¡No se confundan! No se trata de si soy malo o bueno. La cuestión es que si tomo venganza, estoy seguro que tendré una nueva vida, pues mi vida actual la siento manchada y sin valor alguno. No solamente se trata de dañar al que me daño, sino que al vengarme espero recibir bienes. ¿Pero cuáles?, me preguntarán. ¿No les basta con la satisfacción y el goce que disfrutaré en el presente y en el futuro por vengar la afrenta?
No sé si la venganza será dulce o no, como cuentan, pero lo que sí sé, es que si me vengo, mi corazón quedará tranquilo.
Yo soy la Bondad, y quiero decirles que he escuchado con toda atención las amenazas y las palabras llenas de crueldad que ha pronunciado la Venganza. No justifico sus inmensos deseos de cobrar con sangre y daño el daño y sangre que han sido las causas de su odio. Pero si comprendo sus sentimientos profundamente heridos. No me atrevo a tratar de disuadir a la Venganza de sus propósitos, pues el sentimiento y el odio son sordos y ciegos. Por ello, he acudido a mi amigo Morfeo, dios del sueño, a fin que me permita entrar en los sueños de la Venganza cuando ésta se acueste y duerma. Morfeo me lo ha permitido, porque sabe de la benevolencia de mi propósito.
La Venganza se acostó dispuesta a dormir, pero cada noche tardaba mucho tiempo en conciliar el sueño, pues sus planes de vengarse los repetía mentalmente una y mil veces. Al fin, cansada y agotada de tanto pensar, cayó en un profundo sueño. No quise esperar – dijo la Bondad -, y con sumo cuidado entré en su sueño y empecé a hablarle con un tono muy amable y dulce, bañando todas mis palabras, por más duras que fueran, con la miel de la bondad y con un tono de murmullo, tal y como se les habla a los niños para tranquilizarlos.
¿No crees – le dijo la Bondad a la Venganza -, qué es imposible reparar una vileza con otra vileza? Fuiste dañada en tu honor, quizá tu padre o hermano fue asesinado. Pero dime, ¿sería posible que un asesinato más, pudiera revivir a tu ser querido, o que tu honor manchado pueda limpiarse manchando el honor de otro?
Sé, - siguió hablándole dulcemente la Bondad a la Venganza en sus sueños - , que la afrenta fue muy grande y que la pérdida es irreparable. ¿Pero no te has preguntado, si en tu anhelo de vengarte no solo se da el odio en tu corazón, sino además, y posiblemente se dé un elemento de mayor peso, como pudiera ser, tu orgullo llevado a un extremo inmedible? Sé que no puedes contestarme, pero sí quisiera que tu sueño te lleve a pensar en todo esto. He entrado a tu sueño en virtud que en éste estado eres tan indefenso como el más indefenso de los niños, y ojalá puedas ver lo que te es imposible mirar en tu vida de vigilia.
Recuerda – le siguió hablando la Bondad -, que es imposible que se dé la venganza si ésta no ha sido pensada infinidad de veces. Es distinto, cuando de repente por algún suceso estallamos en cólera justificada o injustificada. En éste caso, casi siempre hay atenuantes. Pero en la venganza no, porque se trata de pensamientos reflexionados cientos o miles de veces. Y cuando esto es así, el corazón ya no está lleno solo de odio, sino además, de un veneno peor, como es la crueldad; y el ánimo ya no es solamente un ánimo enfurecido, sino un ánimo enfermo y pervertido.
Pudiera ser, le hablaba con susurros la Bondad a la Venganza, que si nos volviéramos un poco más sabios, no nos vengaríamos de nuestros enemigos, y en todo caso, la vida misma pudiera ser la que cobrara la venganza. Seguramente, en la vida hay dioses de la Venganza, a fin de que no se convierta en una vengadora. Estoy seguro, le siguió hablando la Bondad, que en tu corazón hay espacio para la misericordia.
Con sumo cuidado, la Bondad salió del sueño de la Venganza. Cuando ésta despertó, su corazón seguía vomitando lava de odio, un odio al rojo vivo, pero la Venganza ya no profería palabras crueles y amenazas sanguinarias.
Creo que por vez primera la Venganza pudo contemplarse lanzando llamas heladas; se vio con un odio contenido y calmado, observó que su rostro mostraba un destino marcado en el que ya no cabía el anhelo de cobrar diente por diente ni ojo por ojo, ni la necesidad de ajustar cuentas con nadie.
¡La Venganza no fue vencida, sino que quedó enaltecida por la misericordia!
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