Atinarle al oficio adecuado constituye uno de los más importantes aciertos en la vida
Hoy me encuentro con mi espíritu más ligero, menos dispuesto a las profundas reflexiones, así, que por favor amigo – le dijo el Aprendiz al Sabio -, instrúyeme sobre algunas cuestiones muy practicas y útiles para mí vida.
¡Muy bien – le contestó el Sabio! -, y empecemos por una cuestión que es muy simple, pero que si nos equivocamos en ella, puede acarrearnos muchas dificultades y aun, hasta robarnos la felicidad. Me refiero – siguió hablando el Sabio -, a la esencial necesidad de decidirnos qué queremos hacer en la vida, es decir, cuál es el oficio o trabajo al que queremos dedicarnos. Ésta es una de las decisiones más importantes para un ser humano. Porque parece, que un hechicero malvado puso todos los oficios en una gran urna, la revolvió y luego, le pidió a las personas que metieran la mano y que se dedicaran al oficio que indicara la tarjeta.
¡Y si no – le advirtió el Sabio -, escucha tantos lamentos y dificultades!: el que quería ser piloto aviador, estudio abogacía; el que hubiera sido un excelente técnico electricista, trabaja como dentista; el que deseaba con todo su corazón ser médico, está dedicado a trabajar como gran empresario en la fábrica de su padre; el que quería ser carpintero, es un pésimo ingeniero.
Atinarle al oficio adecuado constituye uno de los más importantes aciertos en la vida. Pero esto no termina aquí – señaló el Sabio -, sino que resulta indispensable que una vez que se ha elegido el oficio, es imprescindible que perseveremos en ese trabajo, oficio o vocación.
¡Tienes mucha razón - , le contestó el Aprendiz! Yo he fracasado muchas veces porque no he persistido en mi oficio y por el hecho de que no perseveré el suficiente tiempo. Hasta ahora me doy cuenta de la necesidad de ser persistentes en lo que hacemos. Y por eso, hasta ahora entiendo el significado del refrán popular: “Roma no fue construida en un día”. Y también el dicho muy conocido: “Una golondrina no hace verano”, y otra frase muy sabia que se aplica a los que no perseveramos en nuestros oficios: “Ser flor de un día”. ¡Lo captaste muy bien –, le dijo el Sabio a su amigo el Aprendiz!
¡Hay algo que no he podido comprender – dijo el Aprendiz -, y acudo a ti en tu ayuda! Mira, fíjate muy bien. Cuál será la razón de que varios días a la semana, no incluyo los sábado ni domingos, me parecen muy largos, como si el tiempo pasara muy despacio. Ésta sensación lenta del tiempo me provoca una mezcla de sentimientos muy incómodos y hasta perturbadores: siento ansiedad y a la vez, aburrimiento y un sentimiento de impotencia y de ineficacia.
¡Te entiendo – le respondió el Sabio! Lo que te sucede, es que no te has dado cuenta que la laboriosidad en cosas útiles y provechosas es una excelente cualidad del alma. Por medio de la laboriosidad obtenemos nobles y grandes propósitos. Y digo que no te has dado cuenta, en virtud de que tú mismo me has contado que con frecuencia la “flojera” es tu fiel compañera.
La flojera, la inactividad – le siguió diciendo el Sabio a su amigo -, alejan al hombre de su centro de gravedad emocional. Le provocan que emocionalmente distorsione lo que es el tiempo. De esta manera, el hombre no sabe qué hacer, se siente ansioso y con sentimientos de culpa, ya que está desperdiciando de lo que está hecha la vida: de tiempo. ¡Enérgicamente, adopta la laboriosidad y pronto se esfumará de tu vida las ansiedades y tristezas, propias de personas flojas e inactivas!
¡Trataré de hoy en adelante – le dijo el Aprendiz -, de hacer de la laboriosidad útil, una de las actitudes y conductas más esenciales para el resto de mi vida!
En ocasiones – se dirigió el Sabio a su amigo-, no nos metemos de lleno a nuestro oficio y trabajo, porque hemos vivido en uno de los engaños que más paralizan a los seres humanos: creer que no nos atrevemos a intentar o realizar ciertas acciones, porque creemos que son difíciles o que nosotros no las podemos hacer. Cuando en realidad nos son difíciles, por el simple hecho de que no nos atrevemos a realizarlas. ¡Mira – le dijo!: observa cuántas personas de todos los medios sociales, han obtenido muchos logros por el solo hecho de haberse atrevido.
Cuando una persona no se atreve – continuo hablando el Sabio -, no se produce ninguna acción, y en consecuencia, no se transforma la realidad. Pero cuando alguien se atreve, su atrevimiento requiere de la “acción”, y la acción es lo único que puede transformar la realidad. Acuérdate de esa gran cita del poeta Alemán Goethe, quien escribió: “La audacia tiene genio, poder y magia”. ¡Excelente -, contesto el Aprendiz!
Debemos darnos cuenta de la importancia de la laboriosidad, la perseverancia y el milagro del atrevimiento. El atrevimiento es la osadía, la audacia, la acción intrépida. Y estas cualidades podemos incorporarlas a nuestro carácter.
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