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PALABRAS DE PODER

Conocer al ser humano

Jacinto Faya Viesca

Un buen porcentaje de personas se cubren con una fachada en su trato cotidiano

Conocer a nuestro prójimo nos resulta esencial si realmente deseamos comprenderlo. Conocer el comportamiento de otro nos lleva necesariamente a entender, primero, algunos rasgos de su carácter, de sus sentimientos, y algunas cuestiones fundamentales de su historia personal.

Ningún conocimiento es más importante que el conocimiento “del corazón”, del espíritu de nuestro prójimo. Guerras entre naciones, guerras civiles, delitos gravísimos, rupturas entre padres e hijos, fracasos matrimoniales, presentan siempre un trasfondo de incomprensión y de desconocimiento del comportamiento humano.

Un buen porcentaje de personas se cubren con una fachada en su trato cotidiano, con la finalidad de hacer creer al otro, que así son realmente. Por lo general, esta fachada es inconsciente, y lo que es peor, ellos mismos creen que son como su fachada los hace parecer ante los demás.

Por ejemplo, una persona levanta su fachada haciendo creer a los demás, que es una persona dura de corazón, de carácter muy firme y desinteresada de los demás. Y él cree que es así, pues piensa que es la mejor manera para triunfar en la vida. Él mismo cree, que su fachada es cierta.

Un buen conocedor del ser humano con sólo percibir algunas confusiones de ésta persona que se considera “dura”, se dará cuenta de que en realidad se trata de un ser humano de muy buen corazón, con un carácter dócil y con un vivo interés en los otros. Lo que sucede, es que tiene mucho miedo a que abusen de su “buen corazón”, que le tomen ventaja, ya que tiene una tendencia natural a ayudar a otros. Su fachada de duro o de malo, la construyó para protegerse de lo que él cree que son sus debilidades. No sabe, que eso que él llama sus “debilidades”, pueden constituir sus enormes “fortalezas”. Su buen corazón lo puede conectar de inmediato con los demás, y su tendencia a ayudar a otros, revela un profundo sentimiento de solidaridad, lo que podría convertirlo en un líder natural en múltiples actividades.

Si queremos en realidad convertirnos en buenos conocedores del ser humano, debemos, en primer lugar, tratar a muchas personas, respetando sus sentimientos y jamás tratar de aprovecharnos de ellas. El manipular a otros, es el principal obstáculo para conocer la personalidad y el carácter de otros. El manipulador es experto en llevar agua a su molino, es un zorro astuto que detecta con rapidez las debilidades del otro. Pero jamás el manipulador podrá entrar a las fibras espirituales de los demás. Su rapacidad siempre se lo impedirá.

Y éste mismo problema le sucede, por ejemplo, a una persona tímida, por más buena fe de que pueda gozar. Y es que toda persona tímida, aun y cuando no se trate de ninguna zorra manipuladora, es tan ciega como el manipulador ventajista. Éste aprovechado ventajista goza de una vista de águila para percibir las debilidades de los otros, y se aprovecha de ello. Y el tímido, aun y con toda su buena fe, es como si viera a través de unos lentes mal graduados y desenfocados. Su precepción espiritual esta descentrada y se equivoca en redondo, al juzgar a otros. Para empezar, no confía en nadie. ¿Y cómo podría confiar en otros, si él mismo desconfía de su propia sombra?

Un alto porcentaje de personas tímidas gozan de elevadas capacidades, solo que no creen que las tengan. Continuamente se están autosaboteando para probarse que en realidad son pocos valiosos. Subestiman sus capacidades y se espantan ante las exigencias de todo tipo, que la vida les plantea.

El tímido todo lo personaliza, y prefiere permanecer atrás de otros, a los que considera más fuertes y capaces. Si alguien le dice que es tímido, lo toma como un insulto y puede llegar a resentirse con la persona que se lo dijo. Se rinden pronto, y si alguien les sugiere algún cambio en su manera de pensar o en su conducta, terminan la conversación con la frase de siempre: “así soy, y ni modo”.

El tímido es un ejemplo perfecto de un “pésimo conocedor del ser humano”. Ni se conoce ni conoce a los demás. Por ello, para el tímido todo es sospechoso, se mueven en el pantano del pesimismo y en la suspicacia.

El tímido es totalmente curable. A veces, un determinado evento en sus vidas, los cura para siempre. El día que el tímido se dé cuenta que su timidez jamás le ha permitido conocerse a sí mismo ni conocer a los demás, habrá dado un enorme paso. O más bien, que se dé cuenta que su timidez es la consecuencia de no conocerse a sí ni a los otros.

No hay conocimiento alguno que nos reporte mayores beneficios en el buen sentido, que el conocer la condición humana.

La timidez excesiva, la cólera pertinaz, el sentimiento de desolación, son trastornos debidos al pobre conocimiento de nosotros y de los demás. La tarea no es tan difícil como parece, y en cambio sí, es fascinante y utilísima.

jacintofayaviesca@hotmail.com

twitter: @palabrasdpoder

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