‘¿Cómo nuestra insensatez forma tan grandes proyectos con vida tan corta?’
El poeta romano Horacio, nace en el año 65 antes de Cristo. La grandeza de este poeta no radica en alguna parte de su gran obra, como pudieran ser sus Odas o las Epístolas. Nuestro poeta ha permanecido siempre vigente durante dos mil años, gracias a su arte incomparable.
Ante un hecho de la naturaleza o una circunstancia humana, de pronto salta la genialidad musical de su poesía, y maravillados nos quedamos ante la creación de vida de su arte.
Ante un hecho que a cualquier persona pudiera parecerle simple, Horacio nos lo presenta como si ese hecho, ese trozo de naturaleza o esa circunstancia, jamás hubieran existido. Y en esto consiste en gran parte, la genialidad de Horacio: llenarnos de asombro y meternos hasta la medula en una vida que no conocíamos.
El arte de nuestro poeta siempre nos reanima, nos hace amar lo bello, jamás nos fatiga y siempre quedamos maravillados por su penetración artística, ya se trate del amor, de la naturaleza, o del arte de vivir, del cual fue un maestro supremo.
A lo largo de los años, he seleccionado algunos párrafos que ahora quisiera compartir. En una de sus Odas nos dice:
“No intentes saber, Leuconoe, cual sea el fin que los dioses nos hayan reservado a ti y a mí: mira que sería una desgracia; ni interrogues los babilónicos números” (se refiere a las prácticas de los astrólogos en Babilonia).
“¡Cuánto mejor es sufrir lo que viniere!”.
“Suceda lo que suceda, ya Júpiter te conceda aun muchos inviernos, ya que éste, que ahora fatiga el mar Tirreno entre las rocas, indique el último año de tu existencia; sé juicioso, filtra tus vinos, y mide tus largas esperanzas con el breve espacio de la vida (lo que significa, que Horacio nos da a entender que debemos abreviar nuestras esperanzas, ya que la vida es breve). Mientras nosotros hablamos, el tiempo envidioso huye. Coge éste día y fíate lo menos posible en el siguiente” (el poeta nos pide que gocemos del día presente, que lo tomemos al igual que cogemos las bellas flores que están en nuestro camino).
“Carpem Diem”, fue la inmensa máxima de sabiduría de la Roma Antigua. Carpem Diem, es decir, “Toma el día”, es tuyo éste día, tómalo en tu corazón y en tu conciencia.
Me resisto en ésta ocasión, a comentar el contenido poético de nuestro artista. Prefiero ésta vez, ofrecer algunas líneas más de este romano. En una de sus Odas nos dice:
“Ocio pide a los dioses el marinero sorprendido en medio del Egeo, al ocultarse la luna entre negros nubarrones y obscurecerse las estrellas que guían al piloto.
“El tracio feroz en la guerra, y el medo, orgulloso con su aljaba, anhelan también el ocio que no se compra con la púrpura, las piedras finas o el oro.
“Ni las riquezas ni el lictor consular remueven del alma las tristezas hondas que la perturban y las zozobras que vuelan en torno de los techos artesonados.
“Con poco vive feliz el que en su mesa frugal ve resplandecer el salero que heredó de su padre, y ni al miedo ni a la sórdida ambición sacrifica su placido sueño.
“¿Cómo nuestra insensatez forma tan grandes proyectos con vida tan corta? ¿A qué volamos a tierras calentadas por otros soles? ¿Quién al desterrarse de su patria huye de sí mismo?
“El afán de riquezas sube con nosotros a las naves guarnecidas de bronce, y sigue a los escuadrones de caballeros más veloz que el gamo y más veloz que el euro, forjador de tempestades.
“El ánimo, satisfecho con los bienes presentes, no se inquieta por averiguar lo que ha de venir, y templa con alegres risas sus amarguras, porque nadie es completamente feliz”.
Es digna de asombro la sabiduría comunicada con este fino arte poético de Horacio. Si reflexionáramos y pusiéramos en práctica los consejos de este poeta, cuántas angustias, ansiedades y terrores extinguiríamos de nuestro corazón.
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