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Palabras de Poder

Así matamos a nuestro planeta

Jacinto Faya Viesca

Los nuevos Jinetes del Apocalipsis están a la vista, solo que en un mayor número

¿Realmente creemos, que nuestro actual modelo que fomenta el consumo “hasta donde nuestra bolsa nos alcance y nos otorguen crédito”, es fuente personal de felicidad? ¿Realmente pensamos que ese consumo libre es un factor esencial para la justicia y el orden social?

Los nuevos Jinetes del Apocalipsis están a la vista, sólo que en un mayor numero: aumento de la temperatura climática en todo el mundo, con sus secuelas de huracanes, inundaciones, sequías, desprendimientos de enormes glaciares; descertificación: el desierto avanza como la mancha de langostas que consumen todo lo que está a su paso; altos niveles de contaminación que enferman y matan a seres humanos y a especies de la flora y fauna de todo tipo; escases de agua dulce; tala indiscriminada de árboles que acaban con la biodiversidad; etc. etc.

Pensar que se puede producir lo que se quiera y consumir hasta donde nuestros deseos se sacien, demuestra no tener la menor idea de que estamos terminando con la vida de nuestro planeta. La producción no puede atentar ya contra el equilibrio de nuestro ecosistema, pues ello significa que estamos actuando con un vicioso egoísmo al pretender saciar nuestros alterados y enfermizos deseos, robándole a las generaciones futuras lo que ya no podrán disfrutar como lo hacemos nosotros.

¿Consideramos razonable, que solamente los Estados Unidos de Norteamérica, con una población de 310 millones de personas, consuman cada año más recursos naturales y energía que 2 mil millones de personas?

La desmesura, la exacerbación de nuestros deseos consumistas, la codicia desenfrenada de algunas naciones por producir cada vez más, a fin de convertirse en potencias mundiales, aun sabiendo que están acabando con los recursos no renovables, nos demuestra la demencia que ya existe en la actual sociedad del hiperconsumo.

Cueste lo que cueste, pero los Estados Unidos no se comprometen a reducir sus niveles de emisiones que calientan el planeta. China, no detendrá su crecimiento económico anual de un nueve por ciento de su producto nacional bruto, ni aceptó en Estocolmo a comprometerse con una cifra cierta que redujera sus niveles de emisiones de calor. Japón seguirá matando ballenas a la vista de todo el mundo, para saciar la gula demente de decenas de miles de japoneses que desenfrenadamente se hartan de comida proveniente de las ballenas. Los mexicanos más privilegiados compran cada año los autos más lujosos del mundo, la más fina ropa y lujos de todo tipo, sin importar que sesenta millones de compatriotas vivan con menos de dos dólares al día.

Los nuevos Jinetes del Apocalipsis que hemos creado, nos aseguran un futuro aterradoramente apocalíptico: hambre, desastres naturales, infecciones incontrolables. ¿Estoy pensando apocalípticamente? ¡No! Simplemente, estoy afirmando que nuestro afiebrado consumismo, de no modificarse, no nos podrá conducir sino al más aterrador apocalipsis que el hombre jamás haya visto.

¿Qué ignoramos, que en los países del Subsahara en África, mueren cada año cientos de miles de personas a causa del hambre, malaria, tuberculosis, falta de agua potable y el Sida? ¿Acaso ignoramos que el propio INEGI del gobierno mexicano nos informó hace unos días, que en dos estados de la República, hay municipios con el mismo nivel de miseria del Subsahara?

Si continuamos con la misma forma de producir y de consumir, según las Naciones Unidas, el petróleo y el gas se terminarán en cien años. Los verdaderos responsables del Efecto Invernadero son las grandes potencias que están acabando con los recursos no renovables y con los bosques. ¿Ignoramos, que cada año la República Mexicana pierde decenas de miles de hectáreas de bosques, solo por no querer frenar a los voraces taladores?

Debemos considerar que resulta absolutamente indispensable empezar a responsabilizar y educar a productores y consumidores en aras de salvar a nuestro planeta.

Nos queda claro que en el fondo de todo consumismo vicioso y desordenado, subyacen sentimientos discriminatorios, de envidia, codicia, y una fundamental pérdida del sentido de la vida.

Las personas podremos poseer todas las riquezas del planeta, consumir como enfermos golosos, pero esto no nos podrá jamás dar las profundas satisfacciones espirituales y emocionales que nuestra alma reclama. Podremos vivir en una espiral de felicidad exacerbada y confusa, tal y como vive por momentos un éxtasis, todo drogadicto, pero la satisfacción y el bienestar espiritual está en otra parte.

jacintofayaviesca@hotmail.com

twitter: @palabrasdpoder

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