Cuando mi Inquietud ya contaminó tu sangre, te sentirás preocupado y desasosegado
¡Soy la Inquietud, y como loba hambrienta devoro tu paz y tranquilidad! Una vez que te atrape entre mis garras, te clavo mis colmillos y te hago sufrir lo indecible.
Cuando mi Inquietud ya contaminó tu sangre, te sentirás preocupado y desasosegado. De nada te servirá tu razón. Como murciélago te chupo la luz de tus ojos y te condeno a vivir en la obscuridad. ¡Pero tú fuiste el culpable: me diste la entrada a tú corazón y tú propia imaginación parece que se complacía en inventarte laberintos del infierno!
Cuentas con la vista que acerca las estrellas y bellezas a tus ojos; tu oído te permite escuchar la música más sublime y las voces de tus seres más queridos; tu tacto te hace sentir la cálida piel de tus hijos y la frescura del agua; tu gusto prueba el néctar de la piel de tu amada y el teclado inmenso de sabores exquisitos; tu olfato se hincha de gozo con los olores de la hierba húmeda y de los sabores que deleitan tu gusto.
Pero todo esto de nada te sirve. Lo ignoras y sólo te concentras en rumiar tus preocupaciones, cuando la vida te ha dotado de cinco universos, más valiosos que todo el oro del mundo. ¡Estás inquieto! Esto significa que estas perturbado, y tu intranquilidad no te permite obrar en el presente, actuar en éste momento que es distinto a todos los anteriores momentos de tu vida.
¡No te has dado cuenta que toda tu vida está presente en éste momento irrepetible. Tu inquietud te transporta a un porvenir incierto e inexistente! ¡Sí, estoy muy inquieto, y no sé qué hacer! ¡Loba y murciélago malditos, regrésenme la paz y la luz!
Como Inquietud que soy, no tienes razón de culpar a la loba que devoró tu paz ni al murciélago que chupó la luz de tus ojos y te dejó en la más negra obscuridad. Una vez que me dejaste entrar, igual hubiera devorado tu paz una hiena, y en vez del murciélago, tú mismo, hubieras picado tus ojos y quedado sin luz.
¡Y si no, dime por qué no sabes si “vas” o “vienes”! caminas como tullido en el camino más plano y firme. Todo lo interpretas según tus caprichos, y así, terminas hartando a todos. Lloras por lo que perdiste, pero nunca estas decidido a emprender una nueva vida. Parece que estás moribundo, pero en realidad estás sano. No vives resignado ni desesperado, sino que todo en ti son emociones contrapuestas y en torbellino.
Quieres caminar para recorrer un largo trecho, pero no estás dispuesto a dar el primer paso. Tu Inquietud te mantiene en una duda perpetua. Y lo peor de todo, es que no encuentras ninguna salida a tus pesadumbres, estando rodeado de senderos y caminos Reales, pero no los ves.
¡Si sólo supieras que con una firmísima resolución terminarías con todos tus males! En los laberintos de tu obscuridad nada podrás encontrar. De tus lacerantes dudas jamás podrá surgir una osada y valiente decisión. ¡Puedes abrir la panza de la loba y salir al mundo activo! ¡Puedes coger en tus manos al murciélago ladrón y quitarle la luz que quitó de tus ojos y ponerla como dos luceros, y así poder mirar las maravillas del mundo! Pero para esto se necesita osadía, voluntad firme y un corazón valiente. ¿Qué tu razón, que ha alcanzado alturas altísimas de buen juicio y sensatez, no puede ahogar las funestas fantasías de terror que yo como Inquietud te he forjado?
¿Qué a caso tu buen criterio y tu juicio sensato no pueden destruir a tus malditos pensamientos de terror injustificados? ¿Puede más mi Inquietud qué tus acertados pensamientos?
Yo sé, Inquietud, que eres tan poderosa que has conducido a la tumba a muchos millones de seres humanos. Por ello, te maldigo.
¡No me maldigas! ¡Deja de arrastrarte como un gusano encogido y medroso, y toma conciencia de tu dignidad de hombre!
Si fueras sensato y valiente me confrontarías; te atreverías a comprobar si son ciertas tus huecas especulaciones. Mi gran poder como Inquietud reside en tu cobardía. Le crees a tus suposiciones, especulaciones, exageraciones, y a tus metáforas sin sentido. Mi poder radica en que has abdicado al reinado de tu razón y de la realidad. Prefieres vivir en las tinieblas de las dudas, en tus miedos infantiles que te hacen temblar al igual que una fiera tiembla en la selva, ante formas amenazantes que son simples cambios de claro obscuros.
La Inquietud puede destruir la vida de cada uno de nosotros. Más bien, nosotros podemos destruir nuestras vidas al darle a la Inquietud un poder que le otorga nuestros juicios incorrectos y nuestras suposiciones horrendas, sin sentido alguno.
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