Para no estar solos
La rutina y la falta de intimidad deterioran y apagan el erotismo en las parejas, dando lugar a una dinámica aburrida e insatisfactoria para ambos integrantes, que sin embargo evaden esa realidad, pues prefieren vivir así que renunciar al confort de estar en una relación.
Toda pareja puede llegar a atravesar etapas en donde la motivación para permanecer unida se debilita, dejando a los involucrados en una alianza rutinaria, fría, donde los dos sufren y el crecimiento en conjunto se detiene. Cuando eso sucede, para muchos el paso lógico es terminar la relación. Sin embargo, se dan incontables casos de noviazgos o matrimonios en donde ninguno de los dos se anima a dejar a su compañero, aunque con frecuencia piensen: “Si me separo podría ser más feliz”. Hay ‘algo’ que los detiene: prefieren el tedio que enfrentar la posibilidad de estar solos.
La falta de decisión para desligarse los lleva a generar una situación aparentemente sin conflicto, un ‘contrato’ en el cual la insatisfacción está presente; aun así, ambos se sostienen para mantener apariencias, evitar conflictos y simplemente evadir la sensación de soledad. No obstante, en una situación de este tipo el deseo erótico pierde fuerza, y la poca intimidad afectiva y sexual sumadas a la falta de comunicación van deteriorando a los amantes, pues se activa un modo de relación en donde el compromiso se centra en situaciones que están alrededor de la pareja pero no en el núcleo de ésta, que a final de cuentas es lo que determina la calidad del vínculo.
¿Cómo es que llegan dos personas a permanecer juntas sin realmente querer estarlo? Muchas veces la costumbre lleva a rigidizar las actividades compartidas y su vida se despliega alrededor de conductas que evitan el contacto y el crecimiento como equipo. Cuando esta clase de situaciones se da en los matrimonios o noviazgos prolongados, puede observarse que los involucrados se adaptan a un patrón en donde la compañía del otro es importante, pero a la vez se vuelve poco grata e incluso difícil de tolerar. Se quiere conservar la relación, pero se evade la cercanía. Cada uno ve la televisión en una habitación distinta, o duermen en recámaras separadas. O continúan comiendo y saliendo juntos, pero en silencio. Así logran establecer una estabilidad aparente, no obstante el erotismo ya no está activado, no hay intimidad sexual ni comunicación, ni un proyecto de vida en común que reactive su interés por estar y disfrutar unidos. No se divierten, sólo se acompañan y ni siquiera completamente pues evitan involucrarse verdaderamente con el otro.
EL CAMINO AL DISTANCIAMIENTO
Para entender cómo se acepta vivir en un contexto así, es preciso entender antes que toda relación de pareja tiene un proceso natural de evolución. La primera etapa es la de idealización; en ese punto pasar tiempo juntos es fundamental, se experimenta una grata energía al estar cerca del amado.
La siguiente fase tiene que ver con la posibilidad de establecer los límites, definir las tareas y los roles, así como formar una conexión con las familias de origen y las amistades, además de determinar el manejo de lo económico, lo social y lo emocional. En ese marco, la pareja puede llegar a replantearse su ‘contrato’ (los términos, los anhelos en común, las expectativas) y redefinir su camino, o bien iniciar con un funcionamiento rutinario donde los intereses recaen en aspectos distintos al matrimonio o noviazgo; es precisamente ese descuido lo que detona el menoscabo en la calidad de la intimidad.
La dinámica de una relación va ligada al tipo de ‘contrato’ con el que los integrantes se vincularon, que como mencionamos es susceptible al cambio para facilitar la adaptación de los novios o esposos al enfrentarse a las circunstancias externas e internas a los que se verán expuestos. Podemos entender entonces que algunas parejas modifiquen su dinámica para lograr estabilizarse ante las crisis que enfrentan. Pero otras caerán en una compañía sin intimidad, afectando sus niveles de comunicación; o quizá se dedicarán a la paternidad, olvidando su rol de amantes.
“NO QUIERO ESTAR AQUÍ, PERO NO ME VOY”
¿Por qué quedarse en una relación con estas características, es decir, que “ya no da para más”? Las razones pueden ser diversas, aunque lo más usual es que exista el temor a salir de la rutina, que si bien no satisface, brinda una cierta seguridad o confort. Esto se acentúa mientras más tiempo lleve esa unión, pues al separarse tendrían que readaptarse a la vida en solitario, y en dado momento empezar desde cero con otra persona.
También puede estar detrás el miedo a no encontrar alguien más para compartir los días. Caen en la defensa de la frase “más vale malo conocido, que bueno por conocer”. Se consuelan diciéndose que el amor se transforma con el tiempo, lo cual es cierto, pero ello significa que deba perder calidad. Ese miedo a no encontrar otra ‘media naranja’ se acentúa cuando hay baja autoestima, pues puede pensarse que no habrá nadie más dispuesto a formar una pareja.
Sin embargo quien se queda en una relación sólo por la falsa sensación de seguridad que ésta le ofrece, encontrará que el distanciamiento emocional con el compañero es cada vez más grande y difícil de modificar. Eventualmente les pasará factura a ambos, dando lugar a un trato difícil, a resentimientos, a acumulación de desdichas, a problemas mayores y a una profunda insatisfacción.
Cuando se está con el otro mas no se vive con y para él, la ilusión y la alegría se van apagando lentamente. Se establece una vida rutinaria por comodidad y se cae en un nivel bajo de compromiso, donde la iniciativa por hacer algo diferente es desalentada por las mismas pautas monótonas. Se hacen las cosas sólo porque llevan mucho tiempo haciéndose así. Son actos reflejos carentes de motivación, la pareja sobrevive pero paulatinamente va dejando de vivir.
Si conforme transcurre el tiempo la relación empieza a deteriorarse y no se siente un auténtico interés por renovar el sentimiento que los unió inicialmente, lo mejor es asumirlo y tomar un camino distinto. La existencia es cambio y si no aprendemos a asimilarlo, pasará el tiempo y al ver hacia atrás nos lamentaremos de lo que pudimos haber experimentado o disfrutado, quizá no en compañía de quienes creíamos, sino de otras personas que no vimos por estar en el confort de una relación vacía. La vida existe aquí y ahora, mientras la tengamos disfrutemos de las posibilidades infinitas que nos ofrece y si lo podemos hacer con una pareja a la que amemos, será mejor para nuestro desarrollo.
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