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Paternidad tardía, ¿más complicada?

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Paternidad tardía, ¿más complicada?

Paternidad tardía, ¿más complicada?

Dr. Manuel Francisco Cervantes Mijares

Hoy quizá más que antes, hay quienes debutan como padres a edad tardía y eso a menudo es señalado de forma negativa. No obstante la paternidad es un proceso determinado por múltiples variables y su calidad no está establecida por los años sino por la madurez y calidad de la relación de los involucrados.

Ser padre es un proceso complejo y natural en la vida de los seres humanos. Esta experiencia forma parte del ciclo vital individual y de pareja, y tiene su momento adecuado desde el punto de vista biológico, psicológico y social.

En todas las épocas se ha dado que hombres y mujeres se conviertan en papás a edades muy tempranas, e igualmente que otros lo sean ya entrados en la cuarta o quinta década, por circunstancias diversas. Sin embargo esto todavía es visto como algo poco usual, como “la excepción a la regla”, pues socialmente se ha establecido que lo ‘normal’ es incursionar en la paternidad en un rango variable, que en México va de los 21 a los 30 (con el margen más amplio para los hombres).

Así, ser padre en una fase que llamaremos ‘tardía’ (es decir, luego del citado promedio), es a menudo criticado. Pero vale la pena analizar si es en efecto contraproducente.

A EDAD ‘NORMAL’

Para hablar de los pros y contras de debutar como padre en una edad mayor a la habitual, es preciso saber primero cuál es realmente el escenario al hacerlo a edad ‘estándar’.

Como parte de la evolución al desarrollarnos integralmente vamos construyendo estructuras internas que modifican nuestra personalidad y el sentido de la vida. La adolescencia abarca de los 12 a los 22 años y en algunos casos se está prolongando hasta los 25 o un poco más. Podemos ver entonces que muchos se convierten en papás siendo aún adolescentes y si todavía no despliegan totalmente la capacidad de compromiso a largo plazo, estarán en una situación desventajosa tanto para ellos como para su hijo.

Desde el punto de vista psicológico se considera que la etapa en la que se dan las condiciones ideales para la paternidad es la adultez joven, digamos entre los 26 y los 34 años, cuando se ha logrado integrar una identidad con un compromiso. Es más usual que en dicho rango etario la pareja tenga definida una filosofía de vida, su vocación o actividad laboral, además de haber fortalecido su relación durante un periodo suficiente para dar origen a un espacio estable para recibir a un hijo.

La paternidad debe ser una fase que surja como una necesidad de la pareja, no una situación que no se planea. Recordemos que acompañar a un ser humano desde su gestación hasta su independencia comprende un periodo de por lo menos 25 años, mismo que implica una interacción constante en el plano emocional, económico, biológico y social. De aquí que podamos plantear el final de los veintes como la etapa ideal para iniciar este proceso, siempre contemplando que en gran parte de los casos vendrán otros descendientes y con cada uno de ellos se tendrá que establecer la misma responsabilidad desde el principio.

SOY MAYOR, ¿SOY PADRE?

¿Qué pasa cuando se tienen 40 y tantos y se pretende iniciar con la paternidad? De entrada podemos observar como favorable que se trata de un momento vital donde, por lo general, hay mayor estabilidad tanto económica como emocional, más madurez y conciencia.

En contraparte, la fortaleza biológica empieza su deterioro paulatino. Tener un hijo a esta edad enfrenta al cuidado de una criatura con una vitalidad maravillosa e impresionante, con una obligación hacia la vida y el desarrollo continuo. Mientras más años se tengan, más difícil será responder a las demandas del bebé, debido a que se afectará el tiempo de sueño y de trabajo. Sin embargo no es imposible.

La llegada de un niño modifica la dinámica de la pareja a cualquier edad. Ya rebasados los 30 y 40 y tantos, no necesariamente habrá dificultad para brindarle una buena educación y acompañar al pequeño, es factible si se tiene un espíritu joven y sobre todo flexibilidad para reorientar la vida y responder a las demandas naturales del recién nacido.

Tener un hijo cambia las rutinas que se establecieron antes, como diversiones, amistades, tiempo libre, etcétera; actividades todas que quizá ya estén muy arraigadas en las costumbres de la pareja. De ahí que sea fundamental que analicen (quizá más que los papás jóvenes) cómo será su nueva realidad y estén convencidos de que están dispuestos a asumirla con todo lo que implica.

Cuando realmente se desea ser padre, lo anterior no resulta muy difícil. Las actividades que en pareja o en lo individual se disfrutaban serán cambiadas por la posibilidad de ver crecer al hijo, así como el orgullo de compartir sus logros, la satisfacción al verlos saludables y contentos.

La diferencia puede ser ventajosa, si se aprovecha la experiencia de vida, la paciencia adquirida. Desde luego, también hay la posibilidad de que el cansancio pese más y la intolerancia esté a flor de piel. Todo depende del convencimiento que se tenga en querer ser papá o mamá.

¿Y DESPUÉS DE LOS 50?

Existen múltiples motivos por los que algunos individuos desean ser padres a los 50 o más. Sin embargo esta decisión puede traer consecuencias que es preciso considerar. Debe reflexionarse que la paternidad requiere altas dosis de paciencia, comprensión, capacidad de juego, renuncia a múltiples intereses para dedicar tiempo de calidad al hijo, etcétera. Y no es lo mismo tener 30 y tantos, 40 y tantos, que más de 50; el organismo tiene otros requerimientos.

Aun así, si el deseo es auténtico también hay un enfoque positivo, el cual plantearía que en la edad avanzada, la tranquilidad y madurez con la que se enfrentan los retos es diferente y la capacidad de compromiso es más consciente. Por algo hay una frase muy interesante que nos dice: “Las personas aprendemos a ser hijos al ser padres y aprendemos a ser padres cuando somos abuelos”.

La relación entre papás e hijos siempre será cambiante y requerirá de una gran capacidad de adaptación para superar los retos que suponen apoyar a un infante en sus tareas escolares y proceso de socialización, al adolescente en su búsqueda de identidad, al joven que emprende su propio camino. Pero, nuevamente, ello ocurrirá tanto al ser ‘padre tardío’ como al hacerlo desde la juventud.

Recordemos que la evolución humana se da a través de la interacción con los otros, y tanto los hijos como los padres podemos beneficiarnos mutuamente del tiempo y las circunstancias que nos ofrece la vida.

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