Agotada la precampaña, el proselitismo entró en receso y no faltan quienes se tiran los cabellos porque esa pausa, dicen, rompe el ritmo del concurso electoral, atenta contra la libertad de expresión de los presidenciables y enfría el debate.
Esos críticos desprecian el silencio como si el bla-bla-bla de los aspirantes fuera música política y sus monólogos por turno, una ópera de ideas y compromisos. Interesada o no, esa crítica -a más de reivindicar la videocracia y la mercadotecnia como pilares de la competencia- calla algunos frutos de la reforma electoral que vitupera.
Limitada la actuación de los aspirantes presidenciales, ha llevado a otros actores -formales o no-, tanto o más importantes que los protagonistas estelares, a entrar en escena. Quitarle luz a los presidenciables ilumina mejor el cuadro electoral completo.
Asegurar, entonces, que la pausa vulnera el "natural" desarrollo de la contienda electoral no es, dicho con elegancia, del todo correcto. Menos si se reconoce que esa afirmación, niega la importancia de las pausas en la música y la política.
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Vamos por partes. El sentido de la pausa electoral que deberá prolongarse hasta el 30 de marzo es abrir tres espacios. Uno, al proceso interno de selección de candidatos de los partidos al Poder Legislativo; dos, al planteamiento y resolución de las impugnaciones derivadas de ese proceso; y, tres, al registro de quienes finalmente sean postulados.
Ese paréntesis tiene, por lo pronto, un efecto colateral interesante: echó luz a los jaloneos al interior de los partidos en la lucha por las curules y los escaños, al peso del liderazgo del correspondiente aspirante presidencial dentro de su partido, así como al concepto que los partidos tienen de la ciudadanía en relación con su representación. El espectáculo ha sido impresionante, es el reparto del probable fuero como certificado de impunidad, consuelo, reconocimiento, paracaídas o como pago por el préstamo de apoyo, prestigio o popularidad. Asimismo, la participación de los aspirantes presidenciales en el palomeo de los "afortunados" ha expuesto el precio a pagar por las alianzas.
La pausa, entonces, ha puesto sobre la mesa algo sabido, pero que se olvida o niega: la Presidencia de la República ya no es lo que era, y concentrar la iluminación sólo en quienes aspiran a esa posición oscurecía la probable composición del Poder Legislativo que, quiérase o no, pesa más cada día.
Poder ver y atender esa otra parte del concurso electoral es importante.
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Marcar un silencio entre la precampaña y la campaña supone, desde luego, limitar la actuación de los presidenciales pero, a la vez, ampliar la de otros pivotes y resortes de la contienda electoral.
La necesidad de los partidos de ocupar espacio en la escena, sin que sus abanderados puedan hacerlo, ha dado lugar a otro fenómeno interesante: ha animado la imaginación de algunos aspirantes, ha hecho resbalar a quienes pensaban que bastaba colocarse en una vitrina para hacer suyo el futuro o, bien, ha dejado con la boca abierta a quienes carecen de imaginación y de pantalla.
Esa circunstancia ha obligado a los dirigentes partidistas y a los jefes de campaña a operar más activamente o, al menos, de manera pública. Ya no son la materia gris oculta, el apéndice sin uso o la figura decorativa en los templetes, hoy dejan ver su arte y también su desastre como políticos.
Otro efecto imaginativo e interesante es la presentación de quienes eventualmente integrarían el gabinete de gobierno. Activarlo desde ahora dada la imposibilidad de que el jefe mueva la batuta, nutre, no empobrece el concurso.
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Asimismo, la pausa ha exhibido la intervención de actores formales e informales en la contienda. Es un desfile sin par. El presidente Felipe Calderón y las televisoras ya enseñaron el cobre, pero hay algo todavía más interesante: la pausa ha sumado a actores que antes aparecían como extras. De un lado, ciudadanos destacados en esta o aquella otra actividad comprometiéndose con algún precandidato y, del otro, auditorios que, antes, eran simples espectadores. Eso es bueno.
El silencio ha dejado oír y ver a otros protagonistas, recolocando al aspirante presidencial como una pieza importante, pero no única en el juego.
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¿Es la panacea la vituperada reforma electoral? No, no lo es. Tiene errores, pero también aciertos. Lastima, por cierto, la falta de consolidación de los consejeros y magistrados electorales y su errática conducta. Pero criticarla sólo porque limita la actuación y la expresión de quienes siempre han tenido el escenario y el micrófono, así como porque derrumba el mercado de la videocracia, es un despropósito que complica, aún más, un proceso electoral ya de por sí complejo.
Defienden fiscalización del gasto
Estimado René:
Como siempre, con mucho interés leímos su columna del pasado sábado, en donde, en uno de sus segmentos, hace alusión al efecto que genera el informe de fiscalización que presentó la ASF el 15 de febrero.
Estamos conscientes de que, en este año, los resultados que se hicieron del conocimiento público sobre nuestro trabajo de fiscalización podrían utilizarse para alimentar la contienda electoral. Cabe aclarar que la manera en cómo publicamos los resultados, el contenido de los informes de auditoría y nuestro esfuerzo de difusión, se mantiene en la misma tónica desde que se estableció la ASF, hace 10 años; procuramos, eso sí, mejorar nuestros enfoques de auditoría y aportar contenidos más sencillos en nuestros informes. La institucionalidad supone estabilidad en la acción. Como en el pasado, el auditor presentó el informe y los medios han consultado y utilizado lo que ahí se incluyó para alimentar sus contenidos; lo que cambia es la coyuntura.
La sospecha de "ribetes electorales" es un elemento consustancial a la fiscalización superior; pasa en todo el mundo. El partido que se ve afectado argumenta que somos muy rudos y que caemos en excesos; la oposición dice, en cambio, que somos suavecitos y temerosos. Los valores de la ASF son la independencia respecto del ente auditado y la autonomía de presiones e influencia externas, de lo contrario la institución no tendría razón de existir.
Asimismo, estamos conscientes que el marco legal de la ASF tiene que cambiar para poder contribuir de mejor manera a la rendición de cuentas en nuestro país (sanción y oportunidad); así lo ha solicitado el auditor superior reiteradamente.
Saludos,
Benjamín Fuentes.
Coordinador de Relaciones Institucionales, Auditoría Superior de la Federación.
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