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Pejezombi

Gran angular

RAÚL RODRÍGUEZ CORTÉS

Las respuestas de López Obrador a la validación de la elección presidencial por parte del TEPJF fueron: a) No reconocer a Enrique Peña Nieto como Presidente legítimo; b) Oponerse a lo que considera una imposición y a las reformas estructurales que pretende promover, mediante acciones de resistencia civil pacíficas; c) Separarse del PRD y de los otros partidos (Movimiento Progresista y del Trabajo) que lo postularon como candidato presidencial; y d) Crear un nuevo partido político, el del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).

No reconocer a Peña Nieto es congruente con la posición política de AMLO. Reconocerlo sería validar una elección que, a su juicio, fue comprada. Aquí valdría decir que, en estricto sentido, el fallo del TEPJF está apegado a la ley: las pruebas de la compra de votos y del rebase del tope de gastos de campaña fueron desestimadas por ese órgano porque se entregaron a destiempo. La ley (con la intención, a todas luces deliberada de complicar la presentación de juicios de inconformidad electoral) marca el incumplible plazo de cuatro días para presentar esas pruebas. Así, aunque haya evidencias contundentes de lo denunciado, las pruebas no son válidas por extemporáneas. El eterno problema de nuestro país: se cumple con la ley, pero no se hace justicia.

Las acciones de resistencia civil confrontarán dos posiciones: 1. La de quienes sostendrán que son ilegales porque se oponen a una decisión (ya decíamos) que formalmente es legal y fue tomada por un tribunal de última instancia cuyas resoluciones son inatacables; además de que, según el artículo 17 de la Constitución, ninguna persona puede hacer justicia por propia mano. Y 2. La de quienes argumentarán que tales acciones de resistencia son legales porque están sustentadas en el principio constitucional que da al pueblo el derecho de cambiar de régimen cuando así lo decida; además de que la resistencia será pacífica en congruencia con el artículo 17 que prohíbe la violencia para reclamar derechos.

Por lo que hace a su separación del PRD, PT y Movimiento Ciudadano, López Obrador dejó claros varios mensajes con jiribilla presente y futura: 1. Que su salida no es producto de una ruptura, lo que deja abierta la puerta a futuras negociaciones y acuerdos de unidad de la izquierda con fines electorales, políticos y/o legislativos; 2. Que con todos esos partidos está en armonía. "Estamos a mano, no nos debemos nada", dijo en lo que pareció un mensaje al PRD, partido al que perteneció 23 años, desde su fundación, y al que llevó a sus grandes triunfos electorales. Le dice "nada te debo" cuando sabe que el partido, hoy controlado por las tribus de Nueva Izquierda lideradas por los Chuchos, ha adelantado que reconocerá la Presidencia de Peña Nieto. La respuesta de Jesús Ortega, siempre acomodaticia, siempre traicionera, es en el sentido de que con la salida de AMLO se acabará la esquizofrenia del PRD. Todo hace suponer, no obstante, que lo que se acabará, al cabo del tiempo, será el PRD. O sólo quedará el cascarón.

Y respecto al futuro de Morena, aunque adelanta que habrá de decidirse en los próximos meses si permanece como asociación civil o se convierte en partido, esto es lo que será si nos atenemos al calendario de asambleas y consejos estatales y federales a los que convoca. De manera que Morena, con casi 5 millones de afiliados, será partido político el próximo 20 de noviembre.

Mas allá del odio o el amor que siempre ha desatado AMLO, es imposible no reconocer que ayer en su asamblea del Zócalo pronunció un discurso sustentado en la humildad, la honorabilidad y la congruencia. Da cauce institucional, otra vez, a la inminente protesta social de los 16 millones que votaron por él. Privilegia, como siempre, la vía pacífica y electoral. El pensador francés Mauirce Joly en su obra El arte de medrar dice que la política no es más que una gran destreza y agrega que, "por sus puntos de vista, está siempre en contradicción con la razón general" y que "su testimonio invalida la mayor parte de las verdades comúnmente admitidas".

López Obrador confirma una parte de este aserto, pero desmiente la otra. Él sabe de esa destreza, es un diestro de la política. Pero su praxis política no está en contradicción con la razón general. Por eso la decisión que anunció ayer en lugar de ir a la confrontación abierta y violenta de la imposición que denuncia.

Y ahí adquiere sentido la frase que sustrae del pensamiento de Ricardo Flores Magón: "Cuando muera, mis amigos quizá escriban en mi tumba: 'Aquí yace un soñador; y mis enemigos: 'Aquí yace un loco'. Pero no habrá nadie que se atreva a estampar esta inscripción: Aquí yace un cobarde y traidor a sus ideas".

Si estar en esa sintonía es ser un "pejezombi" -como rabiosamente se ha dado en denominar a los seguidores del excandidato presidencial-, yo quiero ser un "pejezombi".

(rrodriguezangular@hotmail.com @RaulRodriguezC)

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