N O es lo mismo estar seguro que sentirse seguro. Durante muchos años el gran fracaso de las políticas de seguridad del Estado mexicano fue que querían combatir al crimen con cifras de detenidos, decomisos, robos, etcétera, y lo único que provocaban, y siguen provocando, es más miedo. Hoy está claro que tan importantes son los índices delictivos como la percepción de seguridad.
Las personas comunes y corrientes no tomamos decisiones en función de índices delictivos, sino de percepciones. Desde abril de 2009 el Inegi comenzó a medir el Índice de Percepción sobre Seguridad Pública justamente para tener un parámetro de cómo se vive la inseguridad. El resultado de ese mes se convirtió en base cien y a partir de ahí sube o baja.
Lo que nos dice este índice es que en diciembre mejoró la percepción de seguridad de la población. Es el mejor cierre de los tres años en que se ha medido, pero está lejos de ser el mejor índice. En los 32 meses que se han medido, diez de ellos están por encima de 98.6 de diciembre. Entrando a las tripas del índice, lo positivo está en que la gente ve su seguridad personal mejor que hace un año y sobre todo estima que el próximo año estará aún mejor. Eso, desde donde se vea, es un dato muy positivo. No sé si vamos ganando o perdiendo la guerra, nunca entendí cómo se podía medir eso, pero la percepción es que vamos mejorando y eso es el primer paso para derrotar la parálisis provocada por el temor.
Sin embargo, el mismo desglose del índice presenta un dato alarmante. Ante la pregunta de si usted se siente seguro de caminar en las calles de su colonia entre 4 y 7 de la tarde el índice pasó en un año de 96.2 a 90.7. La caída es estrepitosa: 5.7 de diferencia en un índice de este tipo es altísimo.
Quizá estemos comenzando a ganar la guerra de percepción, pero estamos perdiendo la calle. Sí, sentimos que la seguridad en general va mejor, y eso tiene que ver con estratégicas mediáticas, con resultados de la guerra al narco, con la baja en algunos delitos de alto impacto, pero nuestra vida la en el barrio no está mejor, no hemos ganado nada.
Una calle insegura no tiene que ver con grandes estrategias de inteligencia ni con compra de helicópteros y armamentos, sino con la gestión municipal. En el país hay cerca de medio millón de policías municipales que no son confiables; las banquetas son tierra de nadie; las pandillas de han adueñado de los barrios y aplican su ley; el comercio ambulante decide cómo y cuándo. Ahí comienza la inseguridad. Si el municipio, los colonos y los vecinos no hacemos la chamba en la cuadra, no habrá estrategia nacional que sirva.
De nada sirve, pues, ganar guerra alguna si al final perdemos la calle.