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Pero ya ganó Peña

No hagas cosas buenas…

ENRIQUE IRAZOQUI

Hay diversas opiniones acerca de la postura que ha tomado Andrés Manuel López Obrador luego del resultado de los pasados comicios del domingo 1 de julio. Era de esperarse que López obviamente no aceptara que fue derrotado por más de tres millones de votos, y que primeramente hiciera pataleta y descalificara a todas las autoridades electorales, para luego al menos declarar que utilizará todas las vías legales para impugnar la elección.

No está muy claro qué es lo que pretende Andrés Manuel con esa nueva aventura. Si hace seis años con menos de doscientos cincuenta mil votos, no consiguió dar marcha atrás al reconocimiento del resultado, lo que condujo a su arbitrario e ilegal plantón en la avenida Reforma de la capital del país, y al ridículo que hizo cuando se erigió "presidente legítimo" con banda presidencial al pecho y todo, pues suena casi imposible que ahora se anule una elección con una diferencia 16 veces mayor que la anterior.

Quizá AMLO no quiere decepcionar a muchos de sus seguidores que creen que en él pueden encontrar una justificada revancha con la sociedad, una especie de vía para redimirse de lo que consideran que la vida no les ha sido justa; mera envidia a las clases más afortunadas, para decirlo con mayor claridad, y no puede por la característica de sus partidarios, simplemente aceptar con altura que la mayoría de votos no está con él, sino con el PRI. Esto por supuesto que no incluye a los millones de ciudadanos sensatos que consideran que un gobierno de izquierda es urgente para México, por la terrible desigualdad que aquí se vive, pero que la opción que han tenido hasta ahora la ha encarnado mayormente López Obrador. Obviamente ellos se van con las manos vacías. Para la Presidencia de la República, sólo hay un ganador y varios perdedores.

Aun con este escenario, de que si el PRI compró millones de votos a través de tarjetas de Soriana o utilizando a Banca Monex para distribuir dinero, y si esto conduce a que sectores de la opinión pública, en este caso los más politizados: intelectuales, periodistas, empresarios, asociaciones públicas, etc., que podrán hacer alarde de que ciertamente el PRI ganó, pero lo hizo a través de sus cochinos métodos de siempre, y eso será una "mancha" para la presidencia de Peña Nieto, es inexorable el retorno del partido tricolor a Los Pinos el próximo primero de diciembre y empiece a correr los riesgos de todos los lastres que el propio PRI supo plasmar en nuestra vida pública en los primeros setenta años que tuvo el poder presidencial.

Más allá de todo lo antes mencionado, vale la pena comentar lo que nos sucede a los simples provincianos a partir de la vuelta del Revolucionario Institucional a la primera magistratura de México. Uno de los más mezquinos argumentos que utilizó el marrullero priismo para convencer al electorado de que ellos son la mejor opción para gobernar, fue responsabilizar al presidente Felipe Calderón por la muerte de más de 60 mil individuos, merced a lo que en los medios denominaron la guerra contra con el narco.

Por supuesto que se puede cuestionar acremente la manera como Calderón ordenó a las fuerzas públicas del Estado Mexicano enfrentar a los miles de criminales involucrados en la delincuencia organizada y como no tuvo la capacidad de darse cuenta al momento de asumir el poder, que simplemente no se estaba preparado para enfrentar un problema de la magnitud que a la postre está resultando, con unas instituciones de seguridad pública corrompidas a lo largo y ancho del territorio nacional, particularmente en el norte y en algunos estados como Michoacán y Guerrero. Pero de ahí a culparlo por hacer lo que la ley le exige, que es velar por la seguridad de todos los mexicanos, es poco menos que abominable. Millones de mexicanos hemos perdido nuestra paz por la lucha eterna del poder de los partidos políticos.

No vale la pena extenderse también es describir cómo el PRI bloqueó las reformas estructurales tan necesarias: la fiscal, la energética y la laboral. Había que impedir que México progresara porque eso sería dar crédito al gobierno panista, incluso, fueron tan cínicos para trabar una propuesta de reforma laboral que ellos mismos habían propuesto.

Todo esto es tiempo pasado, lo que no es pasado es que hoy -ayer- y los días que acaban de pasar, los asesinatos se han disparado en Torreón como nunca jamás en la historia, el Servicio Médico Forense no tiene ya espacio para resguardar decenas de cuerpos y despojos humanos que son recogidos en cualquier rumbo de la ciudad. Las balaceras nuevamente han regresado y los homicidios se efectúan en los cruceros más transitados de la ciudad, poniéndonos en riesgo a todos. Qué horror, qué injusticia, pero ya ganó Peña, y esto se va a acabar, al menos así lo decían los priistas; al tiempo.

eirazoqui@elsiglodetorreon.com.mx

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