Los datos y textos de este artículo fueron tomados del libro: “Saltillo, Gobierno Municipal 1900-2005” de la autoría del escritor y periodista don Roberto Orozco Melo, quien narra los hechos de su propia administración como presidente municipal de Saltillo, durante el trienio de 1964 a 1966, como sigue:
La carrera en el servicio público del nuevo alcalde se había iniciado en 1953 como oficial mayor de la secretaria particular del gobernador del Estado don Román Cepeda Flores. Luego fue designado secretario del Ayuntamiento de Saltillo en la administración de don Manuel Valdés Dávila, después se le nombró jefe de prensa y publicidad del Gobierno de Coahuila y en 1958 resultó electo diputado local por el V Distrito Electoral con cabecera en Parras de la Fuente”.
“Para el primer año de este trienio municipal el Congreso del Estado autorizó al Cabildo el ejercicio de un plan de arbitrio que produciría, según cálculos, más o menos seis millones de pesos anuales, y el recién aprobado plan de egresos se observaba con disciplina. Lo malo era que este plan, insuficiente en todos sentidos, no tomaba en cuenta dos imponderables: uno, que no ocurrieran los causantes a la ventanilla municipal a cubrir sus obligaciones fiscales; y otro, que lo recaudado estuviera oportuno y disponible para pagar los salarios y gastos previos de todo el año, sobre todo en el ramo educativo”.
“En ese año de 1964, la tesorería municipal pudo pagar a gritos y sombrerazos un total de cinco millones de pesos al magisterio municipal para nómina salarial y prestaciones convenidas...”.
“En la lluviosa noche del dos de enero de 1964, recién asumida la administración, el alcalde, regidores, síndicos y principales funcionarios del Municipio, se reunieron con los vecinos del populoso y antiguo barrio Águila de Oro, que no tenía red domiciliaria de agua potable, tampoco alcantarillado, menos aún alumbrado público como pavimento en las calles y embanquetado en las aceras.
Los vecinos se quejaban de la falta de seguridad pública y de la ausencia de servicios de recolección de basura, carencias consecuentes del primitivo estado de sus calles y la inexistencia de los otros servicios públicos elementales”.
“...El crecimiento de Saltillo debía ser estudiado para que fuera armónico, ordenado y la estación de los ferrocarriles se había establecido desde el lejano año de 1883 en el tramo de lo que hoy es el bulevar Francisco Cos, donde aún prestaba sus servicios de pasajeros y carga, pero las viejas instalaciones y las vías de acero constituían un estorbo al tráfico vehicular urbano, partían a la ciudad de sur a norte y de oriente a poniente”.
“Habría que construir una nueva estación, así que, por gestiones del Gobierno Estatal y del Ayuntamiento en 1965, Ferrocarriles Nacionales de México decidió construir la nueva estación de Ferrocarriles al extremo sur de la calzada Emilio Carranza”.
“La transformación de la ciudad continuaba, el viejo local del edificio josefino, que abrigó durante su inicial etapa al Ateneo Fuente -emblemático de la educación superior en Saltillo a finales del Siglo XIX-, sería derrumbado por el Gobierno del Estado para dar lugar a la moderna edificación del edificio Coahuila que durante muchos años fue cede del Poder Judicial del Estado, albergó al primer juzgado de Distrito de Jurisdicción Federal, y a otras oficinas estatales. El sótano fue destinado a los talleres gráficos de la administración estatal”.
