E l modelo de estado que tenemos actualmente en México no se limita a promocionar la producción de los bienes más necesarios, sino que, incluso, trata de cuidar de los menos privilegiados, de garantizar servicios sanitarios, educación, (aunque frecuentemente con una inaceptable tendencia al monopolio), habitación, comunicación social y seguridad social, buscando un crecimiento integral que es un nuevo nombre de la paz. Para todo esto...
...son neCésarios los impuestos.
Al comienzo de este año el tema de los impuestos ha tomado una importancia especial en nuestra región a causa de los permisos para conducir sin licencia, la eliminación del impuesto de la tenencia en Durango y no en Coahuila, la deuda millonaria del Gobierno y las dudas sobre su utilización, el aumento en otras contribuciones, además de las ya clásicos impuestos de inicio de año como el predial y otros a nivel personal, familiar y empresarial. Esta temática supone una preocupación importante para muchos que ven ya reflejada directamente en sus bolsillos y provocando discusiones y comentarios de todo tipo. He aquí algunas pautas para pensar sobre esta temática.
A lo largo de los siglos ha cambiado notablemente el significado, extensión y modalidad de los impuestos así como las costumbres, lo que debe ser tomado en cuenta a la hora de valorarlos. Por ejemplo en la teocracia de Israel, tenían que pagar lo que era al mismo tiempo, impuesto eclesiástico y estatal; el diezmo, que ahora no es válido pedirlo en nombre de la religión, como lo hacen el algunos grupos religiosos basados en textos bíblicos mal interpretados e incluso manipulados. No tienen porqué exigirlo dado que ya no se proporcionan servicios estatales. A fin de cuentas Dios pide una entrega total de nuestra vida y no sólo un porcentaje, y ciertamente no necesita de nuestro dinero. A todo esto debemos añadir otros "impuestos" (cuotas, rescates, protección, etc.), que se están pagando a la delincuencia organizada y que añaden más contribuciones que manifiestan un estado dentro de otro estado en los que ambos exigen tributo.
Es conocido el reconocimiento por parte de Jesús del derecho que tenía el César por su soberanía política, de exigir impuestos: "Denle al César lo que es del César..." (Mc. 12, 17). Actualmente no nos contentamos, gracias a que podemos hacer oír nuestra voz, con pedir que no se excedan demasiado (como lo hacía el Nuevo Testamento). Ya no estamos en los siglos XVII al XIX en que los sistemas de impuestos de los gobernantes absolutistas, recibían enormes ingresos de sus propias posesiones y, al propio tiempo. Utilizaban gran parte de los impuestos para su vida lujosa y para guerras insensatas.
En la actualidad, al menos en nuestra sociedad democrática, la situación es diferente. La cuestión sobre la bondad o maldad de los impuestos, no se reduce ya únicamente a si el ciudadano está obligado en justicia a observar las leyes de impuestos justas. Actualmente se plantea la cuestión de si el ciudadano, mediante su voto y participación en la formación de la opinión pública, coopera en el apoyo de la legislación justa sobre impuestos. Si está participando activamente para superar las injusticias en este campo. Se debe pensar en la legislación y su recta y aplicación, estar atentos a la distribución de lo recaudado exigiendo transparencia, oposición y denuncia del clientelismo (te doy si me apoyas) que va en contra de la aplicación del bien común con solidaridad y subsidiaridad, denunciar el dispendio y el desvío de recursos recaudados. No se trata únicamente de la evasión de impuestos.
Frecuentemente se da la injusticia, mayor aún, de bloquear la legislación adecuada mediante los poderosos grupos de presión y por medio de la cooperación en estos delitos a causa del egoísmo individual y de grupo y de la falta de participación. Pero el crimen más abominable en materia de impuestos es el de aquellos miembros de cuerpos legislativos que, para beneficio personal, respaldan a grupos ya de por sí mismos privilegiados en exceso en detrimento de los menos privilegiados y del bienestar de todos. (Grandes empresas, grandes monopolios, grandes sindicatos o grupos poderosos... los nombres ya los sabemos).
Todo el que afirme que el Estado debe promover el desarrollo integral debe tener voluntad de pagar los impuestos decretados para garantizar los objetivos de la justicia social. Al propio tiempo, debería sentirse obligado en conciencia a cooperar responsablemente para tener unas leyes tributarias justas. Existe en México la ley de transparencia y coordinación que es una obligación para los tres niveles de gobierno. La autonomía no justifica la opacidad. El Gobierno federal, estatal y municipal, están obligados a cumplir esta ley vigente que los coordine.
Ningún lagunero responsable puede ser indiferente respecto a cómo los legisladores y administradores utilizan los impuestos recaudados. Actualmente, la cuestión candente parece ser: ¿qué puede hacerse para evitar que los gobernantes gasten más en sueldos, publicidad, promoción de imagen y otros dispendios escandalosos, en vez de educación, de medicina, de rehabilitación y promoción de los necesitados (enseñarles a pescar en vez de crear dependencia y paternalismos) y tantas otras necesidades humanas?
Hemos avanzado en democracia, pero en transparencia más bien se ha dado un retroceso. En donde se observa bien las reglas del juego de los impuestos, la misma afirmación de democracia reconoce que las leyes tributarias obligan, generalmente en conciencia. Con esto no quiere decirse que esté fuera de lugar una mente crítica y los esfuerzos para corregir la legislación, para que los legisladores y la administración descubran los fraudes. Pueden darse situaciones extremas cuando, por ejemplo, el dinero de los impuestos es utilizado para objetivos militaristas de signo nacionalista, cuando el presupuesto de la defensa crece a causa de una injusta política de poder y dispendio o cuando el dinero de los impuestos es utilizado para financiar acciones que no son propias del Gobierno. En tales circunstancias, no puede excluirse categóricamente la protesta pública y la eventual huelga de impuestos.
Exijamos fijar plazos efectivos al Gobierno para la reforma de la administración fiscal (otra de las reformas pendientes), pidamos que sea eficiente el sistema de sanciones y de control de gastos y se ponga freno a la excesiva autonomía de que gozan los bancos. Los crímenes tributarios cometidos por legisladores y funcionarios, así como por los contribuyentes, exigen restitución de la mejor forma posible. ¿Nuestros impuestos están trabajando? Piénsale.