Toca a nosotros pensar bien nuestra realidad para poder ser protagonistas en ella y no sólo peleles de otros (piénsale, piénsale). Pero las decisiones, aunque personales, no son arbitrarias. La conciencia, para poder ejercer su función...
...que es discernir, implica por su misma etimología (cum-scire= conocer-con) una apertura a datos, opiniones y conocimientos de otros. Nuestra realidad es compleja y para poder comprenderla es necesario un profundo análisis. Uno de los elementos especialmente complejo es el cambio de época; fenómeno totalmente nuevo que cuestiona todas nuestras categorías y certezas.
Mucho se ha hablado del cambio de época y de paradigmas que se han producido en las últimas décadas. La revolución de la tecnología de la comunicación es un elemento central en este cambio de época desde el cual se puede comprender un poco la complejidad de la nueva economía, de la sociedad y de la cultura que están en formación en este momento. Esta revolución ha planteado una ruptura de los valores sociales existentes hasta hace poco, así como de las pautas de conducta aceptadas colectivamente. Podemos decir que la velocidad del cambio tecnológico se ha ampliado y que representa ahora un reto de gran importancia para la familia, la educación, la Iglesia y las instituciones en general.
Vivimos un cambio de época cuyo nivel más profundo es el cultural. Se desvanece la concepción integral del ser humano, su relación con el mundo y con Dios; aquí está precisamente el gran error de las tendencias dominantes en el último siglo. Dicen los obispos de América Latina, que quien excluye a Dios de su horizonte, falsifica el concepto de la realidad y sólo puede terminar en caminos equivocados y con recetas destructivas (cf. Aparecida n. 45). Las transformaciones en curso no sólo afectan la organización de la vida humana sino que, más profundamente, comprometen el sentido de lo humano. El cambio de época nos muestra cómo el concepto de ser humano está cambiando en forma muy acelerada, así como su identidad. La humanidad está constituida por multitud de átomos-individuos que estamos juntos por casualidad. No cruzamos unos con otros, incluso nos atropellamos. En medio de este caos, los historiadores han procedido arbitrariamente a seleccionar los acontecimientos que les convenía para que el proceso humano apareciera ante los ojos de los lectores como un curso unitario dotado de coherencia y racionalidad. La gran historia se disuelve en muchas historias microscópicas. Tantas como individuos. El hombre es un errante continuo sin fin y sin objetivos últimos. Antes de esa época, los seres humanos sacrificaban su presente con el deseo de construir un futuro mejor y como no hay ya futuro, se quedaron sin presente y sin futuro. Hoy, convencidos de que no existen posibilidades de cambiar la sociedad, una inmensa mayoría de seres humanos han decidido disfrutar al menos del presente con una actitud hedonista. Sólo buscando el placer inmediato.
Uno de los aspectos que más marcan a la sociedad mexicana en este cambio de época y en la formación de una nueva cultura, es la ausencia de decisiones y convicciones éticas en sectores muy importantes de la sociedad. Hay que reconocer que nuestra sociedad atraviesa fundamentalmente una crisis ética que se refleja en la manera como se ha impuesto la mentira como forma de relacionarse, el imperio de una cultura de la ilegalidad, la injusticia aceptada socialmente, la corrupción en sus distintas formas y la indiferencia ante el dolor de la víctimas, además del ya habernos acostumbrado a la brutalidad y crueldad con que los sicarios se comportan día con día en nuestra patria. Hay una verdadera crisis de humanismo en el sentido práctico y en la aceptación de los principios que dan fundamento a un pensamiento verdaderamente humanista. Incluso algunos actores sociales, ven lo tradicional, lo humanístico y sus valores como algo sospechoso. El ambiente de innovaciones que atraviesa la sociedad actual hace que muchos quieran también innovaciones en el campo de los valores y de los referentes éticos de la sociedad. Valores como la familia compuesta por padre, madre e hijos, entran a ser fuertemente criticados por considerarlos tradicionales y representantes de formas de concebir el mundo ya superadas. En este caso, la ingeniería genética representa todo un deseo de controlar el origen de la vida y hasta la forma y el momento de la muerte comienzan a tener una fuerza importante en nuestra sociedad.
Los filósofos contemporáneos hablan de cambio epocal como un proceso de transformación que afecta al conjunto de la sociedad humana. Presenciamos el surgimiento de un cambio de referentes y de certezas colectivas que dan sentido y orientación al ser humano, consigo mismo, con los otros y con su entorno. El cambio de referentes es muy claro ya no sólo en la juventud, sino en los adultos, y en la forma como se asume la realidad religiosa y sus implicaciones en cada una de las actividades de la vida humana.
Ha aparecido con fuerza la reflexión sobre la equidad de género y las reivindicaciones de varios sectores en este sentido, particularmente grupos feministas. De aquí que se considere este momento de la historia como la época de las incertidumbres. Esta constatación deja muchos retos a la Iglesia y muchos interrogantes sobre la forma como no ha logrado llegar a cada uno de los ámbitos sociales, políticos, económicos y culturales.
¿Cómo lograr que ante el cambio de época y de cultura, no naufrague nuestra identidad? ¿Cómo adaptar las grandes verdades que siempre hemos tenido y que sabemos que son permanentes? ¿Cómo permanecer fieles a nuestras categorías fundamentales y que además éstas puedan servir a la nueva situación? ¿Cómo dejar cambiar algunas cosas sin sentirnos por ello vacíos? ¿Qué nuevas adaptaciones requerimos nosotros y nuestras instituciones? ¿Qué nuevos roles debemos asumir dentro de la sociedad? La Iglesia como institución servidora del hombre y que está programándose para actuar en la Laguna durangueña como nueva diócesis de Gómez Palacio, deberá tomar en cuenta todas estas preguntas para su planeación prospectiva si quiere ser verdaderamente lo que dice ser.