DÍA DE LA TIERRA. Al celebrar el "día de la tierra" hace ocho días y preocupados por el cambio climático, nos damos cuenta que es uno de los signos de los tiempos de una época como la nuestra, marcada por la globalización, que nos hacen comprender la íntima relación que hay en todos los factores que son necesarios para la vida digna de las personas. El Día del Niño que celebramos mañana tiene que ser un compromiso de todos...
... por dejarle un mundo mejor y las elecciones en puerta nos ofrecen la gran oportunidad de "sanearlo".
La emergencia ambiental que se vive en distintos lugares del planeta nos hace reflexionar en las exigencias que presenta el cuidado de la creación a nosotros los laguneros, desde los imperativos morales propios de la fe de cada uno y desde las exigencias éticas del bien común. Es un doble imperativo para actuar con responsabilidad en el cuidado de la casa común. Si no lo hacemos, como lo hemos visto en los últimos años, las consecuencias las sufrirán los niños, los más pobres y débiles que a la devastadora calamidad de su pobreza añaden la vulnerabilidad que sufren ante los desastres naturales, los cambios climáticos y la contaminación del medio ambiente. Que estas líneas sirvan para estimular la reflexión y la acción de quienes asumimos como tarea propia el cuidado de la creación.
La cuestión ecológica es sin duda alguna cuestión antropológica y hasta teológica pero es también social. La crisis ecológica y las preocupaciones sociales y políticas ante el cambio climático son signos de esta socialidad. Pero será preciso distinguir la preocupación humana por la naturaleza, la lucha por parte de los movimientos en contra del cambio climático y los intereses de los grupos políticos y económicos. Los gobiernos acordaron en 1997 el Protocolo de Kioto del Convenio Marco sobre cambio climático de la ONU (UNFCCC). El acuerdo entró en vigor el pasado 16 de febrero de 2005, sólo después de que 55 naciones lo ratificaron. (En la actualidad 166 países lo han ratificado). El objetivo del Protocolo de Kioto es conseguir reducir un 5.2% las emisiones de gases de efecto invernadero globales sobre los niveles de 1990 para el periodo 2008-2012. Este es el único mecanismo internacional para empezar a hacer frente al cambio climático y minimizar sus impactos. Por ello, contiene objetivos legalmente obligatorios para que los países industrializados reduzcan las emisiones de los seis gases de efecto invernadero de origen humano: dióxido de carbono (CO2), metano (CH4) y óxido nitroso (N2O), además de tres gases industriales fluorados: hidrofluorocarbonos (HFC), perfluorocarbonos (PFC) y hexafluoruro de azufre (SF6). En el horizonte de todo ello se encuentra la perspectiva ética de las relaciones de los hombres con la naturaleza creada y con los mismos compañeros de camino con quienes les toca convivir. En este sentido, preocupa que el ámbito en el que los técnicos (poderes políticos y económicos) que abogan por el control del cambio climático se sitúe solamente en el campo técnico y abandonen la dimensión ética; es enojoso el que las reivindicaciones de algunos movimientos ecologistas que luchan desde la disculpa de la ética, apoyen a los poderes políticos y a sus intereses. La encíclica última de Benedicto XVI, Caritas in Veritate, afirma que el desarrollo está íntimamente ligado a la relación del hombre con el medio ambiente (CV 48). Desde esta perspectiva podemos afirmar que si procuramos la paz, cuidamos de la naturaleza y de la creación les dejaremos un mundo mejor a los niños. Pero hay que ir mucho más allá de las sesiones de trabajo de Kyoto o de Copehague: e incluir tanto a los gobernantes como a la sociedad civil, a los poderes y a las administraciones locales, a todos los que tienen una responsabilidad operativa, educativa o formativa. Observamos que el desafío de los cambios climáticos se afronta con serenidad, pero también de manera tempestiva, comenzando precisamente a nivel local. El término dominar (del latín 'Dominus': Señor) del pasaje de la creación, equivale no a explotar sino a ser Señor, cuidador, guardador de las osas creadas en cuanto son un don de Dios para todos, y su uso representa para nosotros una responsabilidad para con los pobres, las generaciones futuras y toda la humanidad que puede utilizar responsablemente para satisfacer sus legítimas necesidades -materiales e inmateriales- respetando el equilibrio inherente a la creación misma. El hombre ha de utilizar responsablemente la creación potenciando su equilibrio y satisfaciendo éticamente sus necesidades según una escala de valores ante los seres creados. La legitimidad de la que hablamos es ética-antropológica y no tanto jurídica. Es más, teológicamente es una expresión de un proyecto de amor y de verdad de Dios y el hombre está llamado a darle plenitud y equilibrio. La promoción de la tan anhelada paz en nuestra región Lagunera pasa por la protección de la creación y su salvaguardia se ha hecho hoy esencial para la convivencia pacífica de la humanidad. En efecto, aunque es cierto que a causa de la crueldad del hombre con el hombre hay muchas amenazas a la paz y al auténtico desarrollo humano integral -guerras, conflictos internacionales y regionales, atentados terroristas y violaciones de los derechos humanos-, no son menos preocupantes los peligros causados por el descuido, e incluso por el abuso que se hace de la tierra y de los bienes naturales. Por este motivo es indispensable que la humanidad renueve y refuerce esa alianza entre ser humano y medio ambiente que ha de ser reflejo del amor de Dios.
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