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PIÉNSALE, PIÉNSALE

ARTURO MACÍAS PEDROZA

La fuerza de mi padre

Es domingo en la mañana y salimos de la casa. ¡Es maravilloso ¡En general no importa cómo sean los domingos. Sean fríos o calurosos, nublados o soleados, lluviosos (muy pocos y muy poco), hay siempre un cielo luminoso cuando salimos los dos. En general no importan los pretextos para salir. Mi padre tiene tiempo para mí los domingos, y le gusta llevarme de la mano sea al pan o a comprar una flor para mi mamá. Durante la semana está muy atareado. Nos vemos poco. Dice que no le alcanza el dinero y que tiene que trabajar mucho.

A ambos nos disgusta que tenga que ausentarse tanto tiempo, por eso nos gusta estar juntos y compartir el domingo y aprovecharlo lo más posible. Los primeros años de mi vida estuvo trabajando fuera del país, después de dejar la semilla de una hija. Yo. Tres años después su amor ha vuelto intacto. Dice que no podía soportar más estar lejos de México, que quiere lo mejor para mí y eso incluye un buen papá. El comparte finalmente su vida y va conociendo a su pequeña hija nacida sin él. Es necesario que nos conozcamos dulcemente: no me había arrullado, no había visto mi primera sonrisa, mis primeros pasos, mis primeras palabras, no me había nunca acariciado tiernamente, no me había regañado nunca, él debe enseñarse a ser padre.

Pero este domingo tiene algo especial. "Hay que ir a votar" me dice. Y su andar es diferente. Hay algo diferente en su mirar. Hoy siento mi pequeña mano que se desliza en la suya, grande, firme y dulce: conmigo tienes el mundo en tus manos y lo sabes. Eres mi superhéroe. Recuerdo que te pedí hace unos días que rebasaras un automóvil y lo hiciste con gran esfuerzo dejándome pasmada (íbamos en bicicleta). Hoy pides que te acompañe. Sabes que es importante para mí lo que vas a hacer y quieres que yo te vea, para que me sienta orgullosa de ti, más que por la bicicleta. Tus criterios y motivaciones serán, por lo mismo, pensando en mí, en mi futuro, en mi país que quieres construirme. Mi manita, encuentra en la gruta protectora que forma la palma de tu mano, toda la fuerza y la ligereza del universo. Tú sostienes mi mano con aire imperturbable. Sabemos los dos que nuestros pequeños momentos que compartimos es algo aparentemente fútil, pero también sabemos que nuestros encuentros dominicales son importantes.

Mi padre huele a cuero, a especias suaves, a agua fresca. El olor de mi padre. Inmortal. Es un hombre grande e imponente con pies grandes de un gigante. Es fuerte. Más fuerte que todo, más fuerte que todos. Él me protegerá de todo, él me defenderá contra todos. Él es guapo. Con su donaire al caminar. El paso de mi padre. Él camina y yo lo reconozco a cien kilómetros de distancia. Es él, allá, el que sobresale de las nubes, que aparece en el horizonte. Él camina hacia mí, siempre hacia adelante, siempre atacando.

Él está ante mí, él está conmigo. Caminamos juntos. El camina y yo lo acompaño. El debe caminar menos rápido para seguir a mi paso. Esto le perturba. No sabe cómo caminar conmigo. Sus piernas son demasiado poderosas, sus pasos son demasiado grandes. Yo marcho muy lentamente. Ya no es tan decidido, tan determinado. Lo hago ir más lento. Yo escucho sus pies marcar la medida de nuestro paseo, los pies de medio paso, con sus zapatos de piel. Siempre de piel. No hay nada mejor.

Las manos de mi papá son grandes, llenas de calor y de fuerza, papá tiene manos muy dulces. Me gusta que me tome de la mano. Pero no me atrevo a pedir que me dé la mano. Cuando caminamos yo elevo mis dedos hacia los suyos para que él los jale hacia sí. Él no responde a mi llamada inmediatamente, pero termina por tomarlas distraídamente. Yo toco intermitentemente sus uñas lizas y limpias. En una última osadía, yo refugio mi manita en su palma abombada. Yo pongo sus dedos sobre los míos. Qué agradable. Yo quisiera que él me tuviera así todo el camino; bien protegida.

Cuando un peligro acecha, si tú supieras cómo me gusta esta presión en mis dedos, tanto, que temo que bajes la presión, como de hecho sucede, cuando el carro o el perro bravo se alejan. Entonces yo vuelvo a apretar tu mano con una presión que parece decirte "¡No me dejes papá! Y tu protección por mí va más allá, cuando con tu voto das a mi futuro esa seguridad que también está en tu mano.

Mi padre está a mi lado. Confío en él, en sus criterios que siempre son pensando en mí. En mi seguridad, en mi futuro. Quien va a conducir al país, contará con esa mano para ayudarlo si es para bien mío o para acusar y hasta golpear si me pretende dañar. Yo no voto. Estoy muy chiquita y creo que esto de votar requiere mucha madurez y criterios altos que sólo alguien como mi papá puede tener. No se deja manipular, no se deja engañar, no se deja corromper. Estoy yo de por medio.

Éstos son los momentos encantadores de este domingo que me hacen sentir orgullosa y feliz. Como tu mano que me guía por la calle. ¡Toda una vida en una mano! ¿Te imaginabas esto papá?

Una mano que hace olvidar por qué estamos aquí. Parece que vamos, simplemente porque es suficiente que existamos, que avancemos, apretarla y sentirme apretada por esa mano. Pero me deja un momento. Se mete a una casilla y regresamos de nuevo a casa. De nuevo de la mano.

piensalepiensale@hotmail.com

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