Pérdida del sentido de Dios
La situación que estamos viviendo en el país tiene ciertamente muchas causas. No es fácil entenderlo por lo mismo. Desde la educación, la pobreza, la corrupción, etc., pero hay un análisis profundo que han hecho los obispos mexicanos en un documento que habla sobre la situación de la violencia en nuestro país ("Que en Cristo, México tenga vida digna" CEM) que, sin dejar de ver la complejidad del problema e incluso haciendo un buen análisis...
...sin embargo habla de un problema fundamental: Hay una pérdida del sentido de Dios. Esto lleva a un ambiente negativo que desprecia la vida no sólo con la violencia directa sino despreciándola en sus diversas manifestaciones. El Señor de la vida ya no existe. Se nos proponen modelos equivocados con metas y aspiraciones intrascendentes; sin otro valor que lo material. La cultura consumista y materialista se establece. Esto distorsiona todas las leyes y corrompe las costumbres y las instituciones que ya no se rigen por valores trascendentes. Se niega la formación de la conciencia y de los valores. Estamos ante un problema que no se soluciona con la justicia o con el derecho sino con la conversión. Con el retorno a Dios.
Existe una cultura de violencia cuando ésta se ha internalizado en las formas de percibir y de conducirse ante el mundo y, por lo tanto, en las formas de responder ante las circunstancias que éste se plantea; cuando las acciones de naturaleza violenta suelen ser el patrón legítimo de respuesta frente al conflicto; cuando ésta resulta ser el mecanismo comúnmente empleado y también aceptado, para resolver conflictos y mantener conflictividades (a través de las conflictividades se perpetúan las inequidades y las exclusiones de todo tipo, con lo cual suelen beneficiarse unos grupos, obviamente, en detrimento de otros).
La crisis de valores éticos, el predominio del hedonismo, del individualismo y competencia, la pérdida de respeto de los símbolos de autoridad, la desvalorarización de las instituciones educativas, religiosas, políticas, judiciales y policiales, las actitudes discriminatorias y machistas pueden explicarse a fin de cuentas por esta renuncia a Dios que hemos hecho poco a poco y sistemáticamente.
La situación económica, la impunidad, las deficiencias en la administración de la justicia ya sea por incapacidad o corrupción y en general la incapacidad de todas las instituciones, incluida la Iglesia, en formar personas sólidas requieren una nueva manera de actuar. La Iglesia latinoamericana habla de un reencuentro con Cristo vivo. En la reunión de obispos latinoamericanos y del Caribe en Aparecida Brasil, esta fue la respuesta fundamental a la problemática. No es una solución "piadosita", o una falsa respuesta. En verdad la ausencia de Dios ha llevado a esta situación y el regreso al Cristo que nos lo revela en plenitud será la respuesta a nuestras situaciones en el aspecto incluso social, político y económico.
¿Cómo puede una cuestión religiosa cambiar los otros aspectos? La respuesta está dada precisamente en que la falta de este aspecto trascendente ha causado la situación que vivimos. Y positivamente se entiende cuando vemos en el Cristo el modelo del hombre perfecto hecho a imagen y semejanza de Dios y descubrimos el Dios que nos revela el "príncipe de la Paz" como un Dios que es Padre. Modelo al que hemos renunciado e imagen de Dios que no hemos conocido. La Iglesia es enviada al mundo para servirlo y no para dominarlo. Los ataques a la religión son perpetrados precisamente por los que se benefician de un mundo sin Dios. Los que aprovechan al hombre sin esperanza para darle (venderle) falsas esperanzas. En cambio la Iglesia como institución de más de 2000 años tiene como cometido mostrar al hombre los valores que lo hacen plenamente hombre. Nunca el hombre fue tan menos hombre como cuando se alejó de su creador pues al negarlo se niega a si mismo no sólo como su origen sino como su fin último. Los valores del Reino que Cristo viene a proclamar siguen siendo los valores que hacen al hombre humano y más que humano: justicia, paz, verdad, amor, vida, gracia, amor.
Hay muchos que se desentienden de la Iglesia como si fuera pasada de moda cuando precisamente es esta actitud la que está provocando situaciones que se han agravado y de las que hablábamos al inicio. México no sería el mismo sin el servicio positivo de la Iglesia en nuestro país (sin negar los errores que se cometieron y que se siguen cometiendo pero que se magnifican en una campaña para desprestigiarla y que muchos la han creído). La Iglesia protege la conciencia y testimonia hasta el martirio que el hombre vale más que las tentaciones que lo atacan. Si la Iglesia no testimoniase la luz de Cristo, ¿Quién podría encontrar la luz? En la Laguna Durangueña podemos ver los frutos de esta Iglesia a la que perteneces y que espera esa conversión y ese nuevo ethos o manera de ser y de actuar fruto de ese encuentro con Cristo vivo. Del territorio de la diócesis de Durango se formó esta nueva Diócesis de Gómez Palacio con un nuevo obispo, 39 parroquias, 50 sacerdotes y medio millón de cristianos. Actualmente se están realizando varias etapas de planeación prospectiva y mediante las cuales se quiere analizar y actuar en nuestra particular realidad de laguneros. Aunque la obra es divina, y Cristo sigue manifestándose en su Iglesia, depende también mucho de nuestra participación.
Cuando ya no se cree en el Dios de Jesucristo en su Iglesia, desaparece la posibilidad de ese encuentro con Él y vienen con ello todas las funestas consecuencias. Pero aunque nos parezca que a veces las sombras opacan los horizontes, la Mano Invisible y Providente de Dios, siempre enciende las luces que necesitamos. Dios tiene "amaneceres" para regalarnos en este fragmento del tiempo que nos toca transitar. En los umbrales de nuevos tiempos y nuevas realidades, con el corazón anhelante, escuchamos lo que el Señor resucitado vuelve a decirnos: "…Mira que estoy a la puerta y llamo…". (Ap. 3,20).
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