Éxito en la vida
Nuevo año escolar, nuevos retos, nuevas responsabilidades. La cuestión del futuro se hace preocupante, incluso para los más valientes. Todo esto provoca una movilización general de energía y de potencialidades en detrimento, a veces, de dimensiones esenciales de la personalidad. Años decisivos en los que es considerable lo que se invierte y definitivo muchas veces lo que se decide… pero son también los años en los que la personalidad se construye y tiene el riesgo de no formarse bien.
La ambición y el deseo de lograr el éxito pueden conducir a construir muy alto sin que los cimientos hayan sido suficientemente preparados. Este desequilibrio puede acrecentar el riesgo de "derrumbarse" cuando vengan los terremotos.
El objetivo prioritario es "tener éxito en la vida": éxito profesional y social, con un salario bueno. Pero la distancia puede ser grande entre el objetivo "soñado", e idealizado y la realidad. Los caminos muy planificados (clases, escuelas de prestigio, contratación asegurada al graduarse) son más bien raros. Cada uno sabe que el título en la bolsa no asegura el empleo por el cual se supone se está calificado. Los "trabajos ocasionales" y los diferentes contratos temporales es con lo único que cuentan un número cada vez más numeroso de jóvenes. La incerteza puede ser estresante, pero puede también favorecer experiencias enriquecedoras. La imaginación y la inventiva son un activo valioso para la juventud en un mundo donde las empresas conocen las exigencias de la evolución tecnológica rápida, de la competitividad, de la flexibilidad y de las reestructuraciones.
En este incierto contexto donde el éxito no es siempre seguro surge una cuestión de fondo: "¿qué es una vida de éxito?" más que una acción o una posesión la pregunta reclama necesariamente al ser: no decimos "yo tengo bienestar" sino más bien "¡yo soy feliz!" Es mi ser personal que me corresponde a mí. La alegría de vivir, la alegría de existir, sea cual sea el contexto familiar y social, la pobreza o la riqueza, es la gran fuerza que permite avanzar en medio de las dificultades de la vida. Es esta fuerza interior que permite relativizar tanto los fracasos como los éxitos. La verdadera pregunta es "¿Qué voy a hacer con este fracaso o con este logro?", un brillante logro puede ser mal explotado y conducir algunos años después a una cuantiosa cantidad de fracasos, y un fracaso incluso grande, puede ser factor de éxitos ulterior, si se sabe aprender la lección. Se puede salir fortalecido y grande. El éxito de nuestra vida está entre nuestras manos.
Podemos pensar el futuro con probables oportunidades y problemas; los mejores proyectos, los más elaborados pueden naufragar algún día por diversas razones que son imprevisibles; Pueden abrirse puertas para un futuro profesional al cual nadie había pensado jamás. El éxito de mi vida no depende pues de lo que yo haré, incluso si la orientación profesional y las elecciones que resulten son importantes, sino de aquello que yo haré en ellas. Las elecciones puede ser reducidas, a veces incluso "no hay elección" y se toma lo que haya… El éxito se entonces en la manera de asumir lo que se nos presenta, de "hacer con" y de darle una cualidad de vida. Y esto solamente soy yo quien lo puede creer. Porque es a mí a quien le pertenece darle sentido a vida, a aquello que yo haga. Es por esto que, en definitiva, la pregunta del futuro no es tanto "¿Qué es lo que yo haré?" Sino "¿Qué es lo que yo seré?" Se trata de construir su personalidad.
La vida profesional puede ser un medio importante de la realización de uno mismo, pero es necesario que ese "uno mismo" tenga una consistencia suficiente para no dejarse absorber por esa vida profesional que a veces la puede acaparar a tal punto que las otras dimensiones de la existencia corren el riesgo de ser ocultadas o atrofiadas. Algunos se encuentran a los treinta años sin haber tenido el tiempo de "pensar" su vida sentimental ni de preparar su futuro conyugal y familiar. En otros casos, el joven hogareño paga el costo de una vida demasiado acaparada por las preocupaciones de la vida profesional. Es necesaria mucha lucidez, energía y coraje para prevenir y salvaguardar los pequeños espacios de tiempo libre permitiendo estar presentes a sí mismos y a los otros gratuitamente. Es grande el riesgo de dejarse atrapar por las urgencias sucesivas (estudios, preparación de exámenes, viajes de estudio, cursos extra, encuentros "útiles" para crearse relaciones…), los raros tiempos de descanso son utilizados para el alocado desenfreno. Se termina entonces por encontrarse transportado por la corriente y ya no se controla más su vida, porque se ha perdido la capacidad de ser el dueño de su tiempo y, por esto mismo, la jerarquía de sus objetivos.
"¿En dónde está el piloto del avión?" Las capacidades de rendimiento pueden ser muy grandes, sin embargo hay que estar capacitados para utilizarlas de manera pertinente y no chocar una máquina súper sofisticada, llena de conocimientos. Estamos en una sociedad que reclama cada vez más de cada individuo, capacidades de discernimiento y de autodeterminación. Cada uno debe tomar su vida en sus manos, hacer sus elecciones y decidir por sí mismo con conocimiento de causa. Lo que supone, como ya se había dicho, una fuerte personalidad.
"Conócete a ti mismo", decía Sócrates. La construcción de la personalidad pasada por el conocimiento de sí y la afirmación de sí. ¿Cómo ser uno mismo y no simplemente el reflejo o la réplica de otro? ¡No somos clones! Conocerse a sí mismo implica necesariamente orientarnos en la red de interdependencia familiar, educativa, social en donde cada uno se encuentra situado. Yo soy, y debo admitirlo, el producto de mis padres. "Es el retrato de su papá" es necesario asumir lo heredado.
Yo soy también un producto de la escuela. Ella me ha modelado tanto positiva como negativamente. He construido y asimilado, refutado o rechazado todo o en parte sus aportes. Me he construido en este trabajo de asimilación y de reacción. De cualquier forma he recibido mucho. Finalmente yo soy, por una parte, el producto de mi medio social con sus gustos, repulsiones, sus miedos, sus conformismos, su estilo de vida…
Por tanto yo no soy un "producto terminado", sino un ser personal en devenir. Llegado a la edad de las elecciones, de necesarios distanciamientos y de opciones personales, a mí me toca buscar conocerme y comprenderme para descubrir mi identidad profunda. Este viaje interior no debe esquivar el reencuentro de ciertas cuestiones que no me deja en reposo (mi "inquietud"), ni ciertas convulsiones que pueden ser signos de germinación, porque pueden conducirme hasta la fuente de mi ser. Tal trabajo de regreso sobre uno mismo, para conocerse mejor y afirmarse mejor no puede ser egoísta en la medida en que toma en cuenta la necesaria relación con los demás. Incluso puede conducir a la apertura al Otro que está más allá del hombre.
Se escucha frecuentemente decir: "Los jóvenes no tienen puntos de referencia" Cuando se les pregunta a los jóvenes qué piensan de tal afirmación, ellos responde: "¡Ese es un rollo de adultos!" ellos tienen efectivamente puntos de referencia y son principalmente valores: la libertad, la amistad, el amor, la familia, la tolerancia, la responsabilidad, la solidaridad, el éxito… Pero reconocen que los puntos de referencia faltan cuando se trata de pensar en el futuro, de fijarse objetivo o de elaborar proyectos. ¿Mi vida tiene un sentido? Es esencial poder darle una dirección fijándose objetivos. Pero el sentido se hace más preciso si se pueden jerarquizar en relación a los valores. Entonces la dirección dada se carga de significado. Un joven decía: "La vida tiene un sentido cundo se hacen cosas por alguien, cuando se es útil para algo". Nuestra ruta no está predeterminada, el camino no está marcado. En la sociedad en la que estamos, nos toca hacer nosotros mismos nuestra ruta y, como exploradores, necesitamos establecer nuestros puntos de referencia. Es nuestra responsabilidad. Hacer su ruta exige pensar por sí mismo, lo que supone rigor y método, capacidad de análisis y tomar distancia crítica, a fin de no dejarse atrapar por la última idea de moda, ni ser envueltos en una serie de experiencias, que seducen especialmente si son esotéricas. Esto supone un trabajo personal de apertura de espíritu, de curiosidad, de búsqueda de información para que se den los elementos de la reflexión. Ante las grandes cuestiones de la existencia, las respuestas prefabricadas, y supuestamente definitivas no tiene gran interés. Piénsale.
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