La Iglesia se está moviendo, tanto a nivel mundial, continental, nacional y local, ¡qué bueno! Durante sus 2000 años de vida, la Iglesia ha tenido un papel en la historia de la humanidad. Como servidora del hombre, a imitación de su fundador, la vida como la realidad radical del hombre ha sido iluminada por el mensaje cristiano. La fuerza del cristianismo está precisamente en su capacidad de poner el Yo delante de Dios...
... y ofrecer al hombre la posibilidad de superar la amargura del finito y del terrestre.
Juan Pablo II nos recordaba en su Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones 1995, el compromiso primordial que tiene la Iglesia de llevar el gozoso anuncia del Evangelio: "La Iglesia ha recibido el Evangelio como anuncio y fuente de gozo y salvación. Lo ha recibido como don de Jesús, enviado del Padre «para anunciar a los pobres la buena nueva» (Lc 4, 18) […] La Iglesia, don del Padre a la humanidad y prolongación de la misión del Hijo, sabe que existe para llevar, hasta los confines de la tierra, la gozosa novedad del Evangelio, mientras no pase la escena de este mundo (cf. Mt 28, 1920). El mandato misionero es, por tanto, siempre válido y actual, y compromete a los cristianos a dar gozoso testimonio de la buena nueva a los que están cerca y a los que están lejos, poniendo a su disposición energías, medios e incluso la vida.
En el ambiente de la celebración de los cincuenta años del Concilio Vaticano II y los 20 del nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, la nueva diócesis de Gómez Palacio, el próximo 11 de octubre iniciará el Año de la Fe, convocado por Benedicto XVI. ¿De qué se trata? "Es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo" (Porta Fidei, 6). Terminará el 24 de noviembre de 2013, fiesta de Cristo Rey. La razón es porque "Mientras que en el pasado era posible reconocer un tejido cultural unitario, ampliamente aceptado en su referencia al contenido de la fe y a los valores inspirados por ella, hoy no parece que sea ya así en vastos sectores de la sociedad, a causa de una profunda crisis de fe que afecta a muchas personas". El objetivo principal de este año es que cada cristiano "pueda redescubrir el camino de la fe para poner a la luz siempre con mayor claridad la alegría y el renovado entusiasmo del encuentro con Cristo".
La contaminación cognitiva, el analfabetismo religioso y el sincretismo de esta época globalizada han llevado a perder los contenidos esenciales de la fe cristiana. Esta necesidad de redescubrir el camino de la fe, ya la habían percibido los obispos de Latinoamérica en la reunión que tuvieron en Aparecida, Brasil y convocaban también a una gran misión a nivel continental. En México los obispos atribuyen la crisis de violencia que estamos teniendo, como la consecuencia de una problemática muy amplia y complicada, pero que puede resumirse en un alejamiento de Dios. La Arquidiócesis de Durango, de la cual se formó la diócesis de Gómez Palacio, anteriormente incluso a la reunión de Aparecida, también había convocado a una gran misión diocesana. Finalmente los resultados de los análisis que se están realizando en la Diócesis de Gómez Palacio con motivo de su proceso de planeación, han manifestado también la urgente necesidad de revitalizar la fe poniéndose en evidencia con datos duros las principales deficiencias de la práctica de la religiosidad.
Las acciones que se proponen en el Motu Proprio "Porta Fidei" que es el documento que oficialmente anuncia este año de la fe, son: Intensificar la celebración de la fe en la liturgia, especialmente en la Eucaristía; dar testimonio de la propia fe; y redescubrir los contenidos de la propia fe, expuestos principalmente en el Catecismo. El alcance será pues universal. "Tendremos la oportunidad de confesar la fe en el Señor Resucitado en nuestras catedrales e iglesias de todo el mundo; en nuestras casas y con nuestras familias, para que cada uno sienta con fuerza la exigencia de conocer y transmitir mejor a las generaciones futuras la fe de siempre. En este año, las comunidades religiosas, así como las parroquiales, y todas las realidades eclesiales antiguas y nuevas, encontrarán la manera de profesar públicamente el Credo".
Se propone por ejemplo: alentar las peregrinaciones de los fieles a la Sede de Pedro; organizar peregrinaciones, celebraciones y reuniones en los principales Santuarios; realizar simposios, congresos y reuniones que favorezcan el conocimiento de los contenidos de la doctrina de la Iglesia Católica, y mantengan abierto el diálogo entre fe y razón; leer o releer los principales documentos del Concilio Vaticano II; acoger con mayor atención las homilías, catequesis, discursos y otras intervenciones del Santo Padre; promover trasmisiones televisivas o radiofónicas, películas y publicaciones, incluso a nivel popular, accesibles a un público amplio, sobre el tema de la fe; dar a conocer los santos de cada territorio, auténticos testigos de fe; fomentar el aprecio por el patrimonio artístico religioso; preparar y divulgar material de carácter apologético para ayudar a los fieles a resolver sus dudas; eventos catequéticos para jóvenes que transmitan la belleza de la fe; acercarse con mayor fe y frecuencia al sacramento de la Penitencia; usar en los colegios el compendio del Catecismo de la Iglesia Católica; organizar grupos de lectura del Catecismo y promover su difusión.
Juan XXIII en el discurso de apertura del concilio Vaticano II decía: "Es necesario que, respondiendo a la viva esperanza de todos aquéllos que aman la religión cristiana, católica y apostólica, la doctrina sea más amplia y profundamente conocida, y que la gente sea más plenamente impregnada y formada; es necesario que esta doctrina cierta e inmutable, que debemos seguir fielmente, sea explorada y expuesta ante la luz que demanda nuestra época".
No se trata de repetir fórmulas que se elaboraron en contextos precisos, es necesario poder ponernos a trabajar en la búsqueda de la verdad, resumiendo en forma responsable la tradición de la enseñanza social de la Iglesia en una confrontación con los análisis de los fenómenos sociales y de evolución del mundo. Si los cristianos son mejores cristianos, el mundo será un mejor mundo. Es una invitación al diálogo y al trabajo en un clima de respeto y de libertad. No se trata de replegarse sobre sí mismos en un desinterés por las cuestiones de nuestros contemporáneos, o a la reducción a una simple relectura religiosa de las situaciones y acontecimientos. Tampoco querer imponerse a la sociedad, en una relación de fuerzas sin diálogo. Se trata más bien de hacer que la Iglesia aporte su plena contribución a la solución de los grandes problemas teóricos y prácticos en una sociedad marcada por una crisis económica, financiera, social y moral, que hay que manejar en un entorno globalizado. En su encíclica Sollicitudo rei sociales n. 41, Juan Pablo II declaraba: "La Iglesia no propone sistemas o programas económicos y políticos, ella no quiere enunciar una 'idiología' más. Pero tiene una 'palabra que decir' sobre la naturaleza, las condiciones, las exigencias y los fines del desarrollo auténtico y también sobre los obstáculos que puede haber. La Iglesia quiere contribuir a servir y a promover el proyecto de Dios sobre la humanidad. Ella es llamada a abrir perspectivas hacia una "mundialización de la solidaridad" (Juan Pablo II), una "ecología humana" (Benedicto XVI) y hacia la unidad de la familia humana.
Si con motivo de este año de la fe, los cristianos nos hacemos mejores cristianos, el mundo lo agradecerá, aún los no cristianos, pero que aman al mundo. Seremos desde nuestra actitud de servicio, una fuerza revitalizadora de la humanidad. Para ello, necesitamos dejar atrás lo que no nos hace verdaderamente cristianos: engaños y disfraces de cristianismo, medias tintas y falta de compromiso, fanatismos y falsos cristianismos que proyectan falsas imágenes de Cristo y del Padre Celestial. Que los frutos de este año de la fe, hagan que la humanidad se pueda gozar con la frescura de un cristianismo renovado y auténtico que sean el alma de la humanidad, que inspire, atraiga, ilumine, den sentido y alegría a este mundo enfermo que necesita al Médico Divino. Ese Cristo salvador que la Iglesia tiene la misión de hacer presente.
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