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Esperanza

Navidad. Es una época de compartir de esperanza y fe para los seres humanos.

Navidad. Es una época de compartir de esperanza y fe para los seres humanos.

ARTURO MACÍAS PEDROZA

Estamos en el adviento, preparación para la Navidad. Un tiempo de esperanza, de mujer embarazada, de nacimiento próximo. No es Navidad aún. A veces corremos el peligro de perder esta virtud tan necesaria en nuestro tiempo: la esperanza.

Los conciertos, las felicitaciones, las decoraciones, las fiestas, crean un ambiente "navideño" (no se puede llamar navideño cuando falta el Niño Dios).

Las posadas originalmente es el novenario de preparación para la Navidad, pero las vacaciones, las fiestas, el consumismo y el comercio la adelantan faltando la preparación que todo niño necesita antes de nacer, perdiendo, tanto en la preparación, como en el nacimiento.

Hoy más que nunca tenemos necesidad de la esperanza. Vale la pena entrar en esta dinámica, después de haber sufrido tantas desilusiones: El equipo del Santos provocó en muchos de nosotros desesperanza fuerte. A nivel social y político estrenamos presidente de la república, gabinete y partido, pero no se ven muchas esperanzas. ¿En verdad tenemos la esperanza con los que llegaron (que nunca se han ido) de superar la ineficiencia, la corrupción, la violencia, el retraso educativo?

Aristóteles dice que la esperanza es el sueño de un hombre despierto. Por lo tanto, no debe ser irracional, sino fundamentada en razones para seguir esperando. Es memoria que analiza, evidencia y cuestiona la debilidad y falsedad de todos los absolutos humanos en los que había puesto sus peranzas y que lo han decepcionado y pone su confianza en la única alternativa que no puede fallar. En la visión de la plenitud de la divinidad manifestada en Cristo, el Dios-con-Nosotros se deposita la esperanza de restauración del hombre y del universo. En esa esperanza se contienen las demás esperanzas sin reducirse a ninguna de ellas, fundamentándolas y manifestando sus exigencias. Lo invisible transforma lo visible sin sustraer a los hombres de su responsabilidad frente a la historia y al mundo, sino que opera para que en ellos se cumpla en plenitud el plan de Dios que quiere que, en el hombre y a través del él, la creación entera se transforme en un reino de justicia y de amistad.

Nos sitúa radicalmente ante nuestra responsabilidad personal y social frente a lo que le pasa y pasará al mundo. Ante tal cúmulo de inquietudes, los interrogantes surgen: ¿puedo hacer algo? Y más profundamente aún: ¿Tengo yo la responsabilidad ineludible de hacer algo? Frente a la inquietud y al miedo, estamos llamados a «alzar la cabeza» ansiando, esperando, trabajando y atisbando nuestra liberación. Estar despiertos orantes y activos. Gandhi decía que «La plegaria no es un entretenimiento ocioso para alguna anciana. Entendida y aplicada adecuadamente, es el instrumento más potente para la acción.»

Además la esperanza se va purificando y liberando de lo que esclaviza al hombre y lo conecta con el destino final deseado. Discierne con sabiduría las cosas que le ayudan y las que le son contrarias jerarquizando lo más y lo menos importante. Si lo único que esperamos para Navidad es una reunión familiar y unos regalos entonces no será una esperanza verdadera y profunda. Sin embargo, no se aleja de la historia humana; es espera cierta de la perfecta restauración de la persona y de la humanidad y las acciones que se hacen paso a paso, para llegar a ese futuro deseable. La esperanza es el ancla con la que se esperan las otras realidades y no teme morir en la lucha contra el mal, pues vive ya dentro de él esa realidad por la que trabaja y le provoca y exige un estilo y una praxis de vida en la historia. Si tenemos esta esperanza sabremos valorar el tiempo y nuestro actuar en él; sabremos solidarizarnos con todos, valorar el pasado y descubrir en él los signos de esperanza que ya ha comenzado.

De esta forma la vida y la actividad humana asumen una dimensión prospectiva (ver a lo lejos) tomando en serio la tarea de la humanización. Cuando no se profundiza esta esperanza, se violenta y pretende imprimir un ritmo irreal. La vida del hombre no se agota en el tiempo, pero se construye en el tiempo: debe situarse, pero en forma flexible; tiene un futuro único, pero se desenvuelve en opuestas y variadas propuestas; se perfecciona en cada uno, pero en solidaridad con todos; trasciende lo material, pero se realiza con lo concreto y en lo concreto; destinada a la eternidad, pero pasando por la muerte; armoniza el presente, el pasado y el futuro; hace coexistir el "ya" "con el todavía no", la posesión con la espera, la alegría y la tristeza, el amor y el deseo, el gozo y el llanto.

El esperanzado vive como ciudadano de dos mundos: temporal y eterno, corporal y espiritual, personal y comunitario, humano y cósmico. Debe acoger la vida como don, disfrutar lo gratuito de que está rodeado y empeñarse en el trabajo incesante para perfeccionarse a sí mismo y transformar su entorno. Todo ello con creatividad, con libertad, llevando connaturalmente sus obras a la meta final, descubre los signos de los tiempos, camina y avanza en la historia y no se deja manipular ni engañar, pues capta a los engañadores en la política, en la economía en la religión… sabe descubrir a los que ofrecen falsas esperanzas o quieren destruir la esperanza nuestra.

Que las cuatro semanas de adviento, hagan crecer en nuestra gente de la Comarca Lagunera la esperanza profunda, la que no defrauda, la que se concretiza en el pequeño niño de María: El Dios con Nosotros.

Piensalepiensale@hotmail.com

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