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PIÉNSALE, PIÉNSALE

ARTURO MACÍAS PEDROZA

¡Nuevecito! Este año se nos presenta ante nosotros como un libro en blanco. (Recuerdo esos cuadernos en primaria al inicio del año escolar. ¡Bellos! Listos para llenaros de lo que quieras). Este 2012 es todo nuestro. Ciertamente no influirá...

...en nada para el próximo año el cargar maletas, comer 12 uvas o usar algún color de ropa interior al inicio del año, si no hacemos nada que verdaderamente haga el cambio. Tampoco podemos dejarle a otro las decisiones que nos involucran. Es necesario que participemos en lo que nos afecta para que otros no decidan por nosotros. No faltarán mesías o líderes que quieran decidir por ti y en contra de tus intereses. El 2012 es nuestro, sólo nosotros podemos disponer de él. Si dejamos nuestra responsabilidad de dirigir nuestra vida culpando sin razón a la magia estaremos dejando de ver a los verdaderos culpables y causantes de nuestra desgracia. Alguien pedía un amuleto contra la mala suerte porque ya lo habían despojado dos veces de su vehículo; con ello eximía de toda culpabilidad a los verdaderos responsables. El año que estrenamos requiere toda nuestra responsabilidad, discernimiento sabio, pensado y repensado. La vida personal, familiar, de trabajo o escuela, eclesial y social podrán ser positivos si se influye en ellos. Proyecto de vida, elección de carrera, uso de nuestro dinero, elección de estado de vida, de novio o novia, de diputados, senadores y presidente de la república... todo lo que va a pasar el próximo año espera para que NOSOTROS intervengamos. No renunciemos a esta responsabilidad. No se la dejemos a otros, a la suerte, a la casualidad. El 2012 es un gran regalo que comporta una gran responsabilidad. Un esfuerzo de reflexión. El tiempo es un espacio en el que construimos o destruimos nuestra persona individual y el Gómez o Lerdo en donde vivimos.

En la conciencia nuestra, lo ya sucedido como lo que acontecerá se integran en la conciencia del hombre que es capaz de transcender lo efímero del momento. El tiempo hay que verlo, decía San Agustín, con las categorías de: la memoria, que no es el pasado sino el presente de las cosas pasadas; la visión, presente de las cosas presentes, y de la espera, que es el presente de las cosas futuras. Estas tres: memoria, visión y espera, sólo se ven lo más profundo de nosotros. El tiempo no es pues sólo el devenir de acontecimientos, sino que es el espacio de la comprensión de la verdad. El acontecimiento presente es un horizonte de realización futura. Realización que es el punto de convergencia hacia el cual tienden los deseos de la historia y de la civilización, centro de la humanidad, gozo del corazón humano y plenitud total de sus aspiraciones. El devenir de todo ser humano en el tiempo se haya situado en el mundo de la familia humana, que es el "teatro de la historia del género humano" (Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes, n. 45). Estamos llamados a repensar profundamente y relanzar con fidelidad y audacia nuestra misión de llevar este mundo a esa realización total, a esa plenitud. No podemos replegarnos frente a quienes sólo ven confusión, peligros y amenazas, o ante quienes pretenden cubrir la variedad y complejidad de situaciones con brujería, indolencia e irresponsabilidad. Se trata de confirmar, renovar y revitalizar la novedad de nuestra esperanza arraigada en nuestra historia, de un mundo más humano, justo y verdadero. Queremos servir a la Nación colaborando a construir un proyecto de vida y de paz, ser protagonistas, junto con todos los lerdenses y gomezpalatinos, de un futuro con esperanza para nuestro país.

Debemos alcanzar juntos lo que verdaderamente desarrolla a la persona y a la sociedad, por lo que nos sentimos interpelados por la blancura de este cuaderno nuevo que es el 2012, para ofrecer lo que cada quien tiene. La verdad de nuestro ser para contribuir al proceso prolongado y nunca totalmente acabado de hacer crecer nuestra región y nuestra Nación.

Nuestra historia está orientada hacia un final que no creemos que sea catastrófico, sino de la victoria final del amor sobre el odio, de la vida sobre la muerte, de la luz sobre las tinieblas; tiene un sentido. Esta esperanza nos hace seguir luchando por el pleno desarrollo en el tiempo y en el espacio hasta su plena realización sintiéndonos íntima y realmente solidarios del género humano y de su historia. Es necesario que la presencia nuestra en el mundo y la participación en el acontecer humano no sea sólo pretensión legítima, sino exigencia ineludible. No estamos exentos de enfrentar las fuerzas del mal, de los que no comulgan con estas convicciones, fuerzas con gran poder que oprimen a los hombres y a los pueblos, un poder que sin embargo es limitado. Es más fuerte el poder del amor, somos más los que tenemos esta esperanza inscrita en nuestro interior. No entremos a este nuevo año con un sosegado y apacible indiferentismo, hay una exigencia de optar siempre por la participación en el proyecto de renovación. Este mundo será siempre imperfecto y no se verá libre por completo del mal, la victoria es obra espléndida de valores trascendentes y no de la autosuficiencia humana. Por eso, sin escandalizarnos, perseveramos hasta el final. Necesitamos un encuentro fuerte con el Señor de la historia para encontrar el sentido y el significado de la vida y la realización plena.

Nuestra mirada hacia el nuevo año que comienza está llena de esperanza porque somos un pueblo con una gran riqueza humana. Nuestras raíces, nuestra historia y nuestra cultura nos piden estar a la altura de nuestros antepasados. Nuestra esperanza está fincada más allá de nuestras posibilidades humanas, pero no en brujería, o la suerte o ritos de año nuevo, sino en la firme voluntad divina, de conducir la historia de la humanidad entera hacia la plenitud de la vida. Así se sostiene nuestro presente y nuestro futuro.

Debemos ser capaces de ver en nuestro presente los albores de un futuro pleno de vida y verdad, de justicia y paz, de gracia y amor que ya está en construcción en el corazón de los hombres y mujeres que aman la verdad, que se conducen con la justicia y que realizan sus acciones marcadas con el esplendor del amor: es así como se llena un 2012 con humanidad, fraternidad, solidaridad y auténtico desarrollo. Estamos orgullosos y agradecidos por lo que hemos vivido en el 2011, nos sentimos profundamente comprometidos con nuestro presente y, a pesar de los conflictos y dificultades actuales, estamos llenos de esperanza por nuestro futuro.

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