La agenda periodística sin duda tiene temas candentes que llaman a la reflexión, pero los que proponemos generalmente en esta columna son las caudas de estos temas y por lo mismo actuales. El análisis de la realidad propuesto aquí, debe percibir a fondo el origen de la problemática para poder actuar en ella...
...y planear su transformación. De nada sirve curar la calentura si no atacamos la fuente de la infección. Si no descubrimos culpables y causantes no tendremos a quien hacer responsable y si no tenemos un plan prospectivo basado en el conocimiento profundo de donde estamos, este plan no tendría el efecto suficiente. No son temas desencarnados, sino profundos, no son temas de moda pero si importantes. No son temas aislados de un columnista, sino parte de la reflexión que se está llevando a cabo desde hace ya un año en las bases de las comunidades religiosas de nuestra diócesis de Gómez Palacio, (iluminados con ideas filosófico-teológicas del padre José Luis Badillo) como parte de un método de planeación prospectiva que responda, desde la Iglesia, a la crisis que estamos viviendo, que nos está deshumanizando y que necesitamos entender y reaccionar a ella. Insertados en la realidad mundial, de la que recibe su influencia de forma particular, como laguneros. Influencia que, sabemos, no es fatal y que podemos reaccionar a ella.
Es por ello que la llamada constante a la participación, a la unidad, a la solidaridad, al trabajo conjunto, al optimismo, no es un grito en el desierto, sino parte de toda una fuerza renovadora basada en la verdad y el amor, que es capaz de vencer la mentira y el egoísmo.
Asistimos a un momento de cambios fuertes, profundos y veloces en nuestra sociedad, tanto en la manera de vernos y relacionarnos, como en la forma en que se percibe la fe y el papel de ella dentro de la sociedad. Estos cambios no son necesariamente negativos en su conjunto; hay elementos esperanzadores y luces que nos permiten trazar líneas de acción hacia el futuro. La pregunta por la realidad, nos va a llevar a descubrir la acción y la presencia de Dios en medio de ella. El conocimiento más cercano de la realidad nos coloca en el camino de entenderlos, de juzgarlos personalmente y de acuerdo a nuestras circunstancias y realidad. No sólo los líderes de opinión piensan. Todos nosotros tenemos también nuestra opinión, e incluso puede, sin faltar a la verdad, contrastar con la de voces que muchas quieren sustituir nuestra capacidad de pensar, discernir y juzgar esa realidad (nos dicen: "tu no pienses, yo pienso por ti"). No es que cada quien tenga su verdad (relativismo), sino, precisamente, porque no todo lo que se dice es verdad.
El análisis de nuestra realidad está envuelta en cinco capas: 1) Cambio de época, 2) Globalización, 3) contexto sociocultural y económico, 4) cultura de la ilegalidad, 5) crisis generalizada (temas que iremos tomando en posteriores publicaciones). Pero todos estos se engloban en la necesidad de repensar nuestra fe. Existe en muchos un sentimiento vago y poco comprometido que ha suplantado a las grandes certezas de la fe. Lo que antes era fundamental y significativo para la vida de las personas, se ha reducido sólo a normas y prohibiciones, a adhesiones selectivas y parciales de las verdades religiosas. El reto de la Iglesia de Gómez Palacio es mostrar su capacidad de generar y de educar a sus miembros para que respondan a la nueva situación de "desconcierto generalizado", en que son llamados a vivir su fe, conscientes de la dificultad que esto supone. Esta hora puede ser una ocasión providencial, si la sabemos aprovechar, para una profundización y renovación de nuestra vida.
