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Pies agradecidos

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Roberto Iturriaga

Los zapatos se han convertido en un aspecto esencial para la apariencia personal. Así, la publicidad nos convence de adquirir el calzado más novedoso sin considerar lo realmente importante: ¿es bueno para nuestros pies?

En el mundo del calzado tanto las marcas de diseñador como las más comerciales producen innumerables impresos, espectaculares, comerciales televisivos y ahora también anuncios virtuales, en donde nos hablan de tendencias, color y ‘los mejores’ materiales. Y eso es lo único que la mayoría lleva en la mente al acudir a la zapatería.

De casi todos puede decirse que a menudo olvidamos el sentido común, pues a la hora de elegir un par de zapatos deberíamos tener presente que lo relevante no es qué tan bien se nos ven o si están a la moda. En realidad, lo básico a considerar es nuestro bienestar.

Y es que hay personas que permanecen más de 15 horas diarias con el calzado puesto; otras recorren grandes distancias, se desplazan en terrenos inestables, tienen enfermedades en los pies u otras situaciones especiales que deberían recordar a la hora de entrar a la tienda y pedir que les muestren tal o cual modelo. Lamentablemente es poca la información de salud de la que disponemos para definir qué no afectará nuestros pies. Sin embargo, es un hecho que cada uno tiene la responsabilidad de evaluar cuestiones como corte, material, peso, no en función de algo estético sino de comodidad. Sólo en la medida en que aprendamos a hacer tal clase de juicios, podremos encontrar los zapatos ideales.

A TUS PIES

Aunque en formas y acabados la variedad de zapatos es prácticamente infinita, podemos distinguir fácilmente los enemigos a evitar a la hora de definir cuáles llevarnos a casa. Algunos se detectan con la vista, otros al momento de probarlos.

Sólo aprietan un poco

En este apartado entran los zapatos de tipo deportivo y algunos de estilo casual: con frecuencia compradores y vendedores confunden el término de “zapatos ajustados al pie” con la realidad: no son de la talla correcta. A veces simplemente hay quienes adquieren una medida más pequeña porque no había de su número, situación nada recomendable por especialistas en podología y ortopedia.

El uso prolongado de calzado apretado privilegia una irregularidad en el flujo sanguíneo; a su vez, el menor paso de sangre hacia los pies ocasionará en primer lugar incomodidad, hormigueo y adormecimiento. Otros riesgos son desarrollar lesiones en la piel, artritis y las llamadas uñas enterradas. Por otro lado, el ambiente cerrado y ajustado en los pies es ideal para que la humedad se retenga, dando lugar a hongos, infecciones y más.

Flojitos, para andar a gusto

No encontrar el modelo que le gusta a la medida, es también habitual motivo para que la gente se lleve a casa zapatos de media o una talla más grandes. Sin embargo, es básico considerar el factor del equilibrio natural del cuerpo y lo agotador que representará para éste ponérselos durante periodos prolongados, pues al caminar se le obliga a realizar zancadas más largas, los pasos se vuelven irregulares y se afecta de manera entera la locomoción.

¿Más picudos?

Los zapatos de punta estrecha favorecen los mismos conflictos que los ajustados. Pero además son un peligro para los huesos de los dedos y las uñas, mismos que suelen deformarse hasta el punto de generar artritis, padecimiento que causa intensos dolores.

Hay por lo menos 26 huesos que pueden ser afectados con el calzado incorrecto. Por otra parte, también llegan a originarse los callos, que son deformaciones de la piel en respuesta a la constante fricción y poco espacio entre el hueso y el zapato.

Pasos pesados

Cada cierto tiempo, la moda ha privilegiado las botas largas y con suela gruesa. Algunos pares llegan a pesar cinco kilogramos, hecho que obliga a modificar en quien las usa no sólo el esfuerzo de los pies, sino de todo el cuerpo.

La utilización prolongada de zapatos pesados ocasiona lesiones en rodillas, espalda, columna y articulaciones en general. De hecho, aunque a muchos pueda sorprenderles, esta clase de calzado es uno de los más riesgosos si no se utiliza de manera adecuada. Por ejemplo, bajo ningún motivo es recomendable utilizar botas para industria si no se trabaja en un ambiente de esa clase; es decir, su peso, materiales y forma las hacen adecuadas para proteger al pie mientras se labora, pero incompatibles con caminar grandes distancias, ni mucho menos para traerse diariamente.

Cabe decir que son las personas de peso promedio o menor a éste, quienes tienen mayor posibilidad de sufrir daños por emplear calzado muy pesado.

Desde las alturas

Los primeros tacones empezaron a utilizarse en 1533 por hombres y mujeres de Europa, con el único objetivo de proyectar una imagen de elegancia. La figura alta se volvió un parámetro de belleza y además se vinculó a la creencia de que los nobles tocaban el suelo menos o se encontraban por encima de los demás. Con el tiempo los tacones se volvieron muy populares entre las mujeres y esto se ha mantenido en nuestros días, a pesar que desde hace décadas se vienen realizando estudios que arrojan datos preocupantes. Se estima que al usarlos se apoya el 75 por ciento del cuerpo en los dedos y sus articulaciones, originando artritis y la deformación del hueso denominada juanete.

Hay mujeres que parecieran competir por ver quién puede caminar con los tacones más elevados; seguramente ignoran que mientras más alto sea el zapato, mayor probabilidad tienen de lastimarse los pies, las rodillas y más aún, la columna. La comunidad médica estima que permanecer más de seis horas con tacones implica un peligro serio. Y ante lo improbable de que las féminas desistan de ponérselos, recomiendan reservarlos únicamente para eventos sociales en donde no tengan que bailar.

ELECCIÓN CON SENTIDO

Es indispensable conocer las medidas de nuestros pies, tanto de largo como de ancho, y no adquirir opciones muy ajustadas u holgadas, pesadas ni altas. Lo ideal es que en las tiendas el personal se encuentre capacitado para distinguir las necesidades de cada cliente y le brinde orientación al respecto, aunque en la práctica vemos que al menos en el país, esto no se ve.

Para el uso diario siempre existen alternativas que son elegantes o modernas y no implican forzar los pies. Así, antes de ceder al impulso de comprar un modelo sólo por su apariencia o porque está de moda, debemos pensar en todos los factores ya mencionados y cimentar en ellos nuestra decisión.

También es aconsejable visitar a un ortopedista o traumatólogo cada seis meses, a fin de revisar el estado de nuestras articulaciones y huesos. Dichos especialistas se encuentran facultados para hacernos recomendaciones en cuanto al tipo de calzado que nos conviene más. E incluso nos indicarán si en algún momento es necesario que busquemos zapatos a la medida o especiales (por ejemplo si tenemos alguna enfermedad como diabetes o precisamos recuperarnos de una lesión). Lo importante es no descuidar la salud en ningún momento y saber que puede llegarse a una buena combinación entre estética y funcionalidad. Hay que adoptarlo a manera de regla: el buen gusto no es enemigo de la comodidad, pueden ir de la mano, pero indiscutiblemente hay que privilegiar esta última.

Correo-e: riturriaga@elsiglodetorreon.com.mx

Fuente: Médica Traumatóloga María Elba Ibáñez.

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