"En el año de 1883, en el primer tren, llega una dinámica y esbelta dama: Gómez Palacio (la futura ciudad industrial) que descendiendo discretamente del vagón de primera clase viene acompañada de un 'baggage' (baúles, fardos, petacas, velices, maletas, neceseres, 'samsonaites' y cuantas 'madres'…como corresponde a toda buena mujer) que contenía, empaquetadas celosamente, las factorías: La Amistad, fabrica de hilados y tejidos...
...desempacada hasta 1887; la fábrica de aceites y jabones La Esperanza (en 1892) en cuyo baúl también venían: despepites, la fábrica de explosivos de Dinamita, el tranvía de mulitas, una pequeña planta eléctrica, (a cuyo conjuro se hizo la luz: el alumbrado público) y un buen número de ladrillos que sirvieron para construir el Templo de Guadalupe y el Club Lagunero. Tiempo después se supo que este baúl (más bien, furgón) lo mandó por delante, un negociante extranjero de gran corazón, que dignificó las formas de vida de la población y promovió la cultura popular y el deporte: Don Juan Francisco Clemente Brittingham."
"En otros 'convoyes' del Ferrocarril Central Mexicano llegaron, posteriormente, otros baúles y fardos que, por 'errores' del Express, se quedaron embodegados en sus lugares de origen desde 1883:
Entre ellos, con su respectivo embalaje, venían: El motor del molino de harina El Brillante (en 1898); la tramoya del Gran Teatro Unión (en 1900); para La Unión, fábrica de calzado y curtiduría a la vez, que había quedado varada, en 1900, después de muchos reclamos, se localizaron y se trajeron unos tambos de ácido esenciales en el curtido de pieles; la fábricas de ladrillos El Pinto y la de cerillos y fósforos El Fénix, que no se pudieron "echar" a andar hasta el mismo 1900, finalmente recibieron unos polvos para endurecer el ladrillo (gris y rojo, con que están edificadas las Casonas de las Banquetas Altas y otras muchas majestuosas) y el fósforo para la elaboración de los cerillos, respectivamente, que procedían de las Montañas Rocallosas; los tranvías eléctricos, se activaron, (1901) una vez que se trajeron unos enormes fusibles que venían protegidos con serrín en un veliz rezagado, y así sucesivamente… hasta nuestros días."
Lo anterior, pude rescatarlo de un viejo libro despastado y amarillento que tomé de la mesilla (ya que el fígaro, con una rapidez de "carterista", me escamoteó las codiciadas revistas "Ja-Já" de chistes pelados y "Vea" con sus fantásticas fotografías de esculturales vedetes sin bikini, dada mi corta edad) de una peluquería de frente a la Plaza, llamada "Guillette", propiedad de Pablito Flores Cabral, a donde mi Madre, contra mi voluntad, me llevaba a que me hicieran el "casquete corto" ¡Y no "respingue", porque llegando a la casa le doy otra arreglada!
El libro en cuestión, era de un autor-poeta-filósofo de nombre "Gibrán J…"y hasta allí pude leer, pues la página estaba mutilada y jamás logré saber su nombre completo. Lo que sí recuerdo es el nombre del libro "Historias Reales para ser Contadas, Créanlas y si No…"
Ya bájale Cronista, a tu muy novelera costumbre de distorsionar los hechos y hacernos bolas el engrudo. Ponte a relatar tu tema de los Sitios de Autos. ¡Órale!
¡Uy, que genio!, que poco aguantan mis lectores, simplemente aproveché los textos anteriores para estructurar una introducción sobre la evolución del transporte en nuestro querido Gómez, en lo que le tocó vivir del siglo XIX, que se resume a la utilización de: semovientes (caballos, burros, bueyes, mulas -sin agraviar a nadie- carruajes, carretas) y párale de contar.
Lo que sí tenemos que subrayar es que Gómez, desde sus muy "primeros" inicios, arrancó a la altura de cualquier ciudad del primer mundo de aquel entonces, contando con el más moderno y formidable vehículo de transportación terrestre: ¡El Ferrocarril! ¡Nada, igualita que Londres , Nueva York...Así de fácil.
Bueno, al grano. Durante las tres primeras décadas del Siglo XX, los vehículos automotores, que sólo poseían los empresarios, hacendados, comerciantes y banqueros gomezpalatinos, compartían las polvorientas calles con las carretas, animales de carga y una que otra bicicleta. La ciudad era tan pequeña que se podía andar gratamente a pie.
Naturalmente que, para trasladarse a Lerdo y después a Torreón, se contaba desde 1898 con el Tranvía de Mulitas, mismo que en 1901 se transformó en Ferrocarril Eléctrico.
Es por los años cuarenta cuando aparecen, con la incipiente clase media, los automóviles de sitio. Estos se "emplazaron" inicialmente en la Plaza Juárez y posteriormente en el Parque Morelos. Su servicio se limitaba a trasladar: pasajeros de la Estación de Ferrocarriles a hoteles y domicilios y viceversa; gente "curra" que ataviada con ropa "dominguera" y botín boleado, asistía a alguna fiesta y, en el más lamentable de los casos, enfermos con urgencia de atención médica. A eso, usualmente, se restringía el servicio de dichos autos.
Al suscrito cronista le tocó observarlos en los años cincuenta en la Plaza Juárez. Había siete sitios de autos, repartidos en sus alrededores y cargados a las cuatro esquinas:
A contra esquina de El Emporio (con su "relojote" desde 1940) por la calle Independencia se encontraba el de don Luis López Lagunas, que lucía los mejores modelos. Junto con él laboraban: Francisco Valdivia, Manuel y Eduardo Meraz Reynoso y otros choferes conocidos como: Santiago Ramírez "El Mayate", "El Chino" Aguilera, "El Bigotes", "El Cabeti" y "El Piojo" Morales.
Precisamente sobre este mentado y muy travieso "Piojo" Morales, nos comenta nuestro querido amigo torreonense Gustavo Fernández Fernández, que por el año de 1957, cuando noviaba en Gómez con una muchacha muy guapa de nombre Yolanda García, utilizaba los domingos por la noche, el servicio de un chofer de sitio de nombre Felipe Ruiz, "El Jefecito" (después se hicieron compadres) adscrito al sitio de la calle Independencia, en la Plaza. Esa situación le permitió observar reiteradamente los apuros que pasaban los autobuses de Transportes Laguna, que viniendo de Lerdo se dirigían a Torreón con su repleta y delicada carga de damitas que venían de disfrutar de las tardeadas en "Las Margaritas", la huerta de don Fermín.
Pues sucede, que al hacer parada el citado autobús a la altura de la Plaza, el famoso "Piojo", invariablemente le introducía una papa al tubo del escape, lo que ocasionaba que el motor no desarrollara, que fuera a vuelta de rueda. "El travieso", aprovechando esa lentitud para ir "aparejado" al camión, gritaba con burlona expresión: "¡Puras Márgaras, puras Márgaras…!" refiriéndose a las molestas jovencitas que ansiaban llegar a sus hogares temprano, para evitar la consabida regañada maternal. ¡Así de mulas, eran nuestros taxistas de antaño!
En esa misma esquina, pero por la avenida Morelos estaba el sitio Los Amigos (llamado así por situarse a corta distancia de la cantina del mismo nombre que, ésta, sí sobrevive) allí laboraban: Don Heliodoro López Soto "La Pulga", su hijo Agapito "El Pipis", Alfredo Betz, "El Calabrote" y El Güero Pinales conocido también como "El Paneque".
Una confusión simpática: En aquellos años el autobús de la línea Monterrey-Saltillo, "hacía" terminal a un lado del Club Lagunero, a donde diariamente, muy temprano, por las mañanas arribaba procedente de la frontera y traía a las "fayuqueras" con sus abultados fardos de mercancía. Ese día, el chofer del ómnibus invadió el exclusivo del sitio, por lo que presto, Daniel Méndez Reyes, ampliamente conocido en los medios choferiles como "El Zopilote", le conminó con su claxon para que despejara el espacio. Coincidió que, en ese instante una de las susodichas damas que acababa de descender, volteó, vio el auto color verde y dentro de él a "El Zopilote" luciendo su camisa del mismo color y de tono serio, sin pensarlo se lanzó sobre él, diciéndole: Tenga, tenga. Le entregó un billete de $10.00. ¡Pobrecilla, lo confundió con uno de los temidos e insaciables Aduanales!
Los sitios Iris se localizaban en avenida Morelos, esquina con Centenario. Se llamaron así por la cercanía con el viejo cine Iris, que con el tiempo devino en bar del mismo nombre.
El ubicado en la Morelos, era atendido por "Juan Juan" Frayre, Eulalio Vásquez "La Picoja", Manuel Gallardo "El Bigotón", José Guadalupe Espino "El Chamuco", Lupe Vázquez "La Bruja", "El Diablo", Trini "El Aguadito", "María Colores" apodo por chapeteado, "El Tribilín" y "El Rebeco".
Por cierto, en una ocasión un cliente llamó al sitio Iris, preguntando por "Juan Juan" Frayre, (seguramente era su chofer de confianza) el interlocutor le contesta que no está. Insiste: ¿quién habla?. Le contesta el chofer: La Bruja. Replica el cliente: ¿quiénes están? Le responde La Bruja: "El Chamuco" y "El Diablo". El cliente desconcertado: ¡Ay, ca… marque al infierno!
El otro sitio Iris, de la calle Centenario, lo regenteaban: Carlos Torres Cháirez, Adelaido Vázquez "El Tablón", Panchito Alvarado Carranza, Carlos Chávez Contreras.
El sitio Palacio, era el de Centenario e Hidalgo, el cual era cubierto por don Pablo Ponce, don Gustavo Segura, Gabino Guzmán, un chofer identificado como "El Veneno" y posteriormente por los hermanos Samuel, Oscar y Toño Torres Galarza.
En contraesquina de la Parroquia de Guadalupe, había dos sitios. Por la Hidalgo, el de don Manuel Torres Arredondo, operado por él y su hijo Ernesto Torres Domínguez. Por el lado de la calle Independencia cubrían el servicio: don Felipe Ruiz Serna "El Jefecito", don Celerino Carrillo (cada dos años cambiaba su coche por uno último modelo) y los señores Morquecho.
Comenta Juanito Ruiz Reyes, también chofer de sitio, hijo de Don Felipe, que sobre la Plaza, entre los sitios Iris existía una pequeña pila para "oficiar" las novatadas. Chofer que llegaba nuevo se le "bautizaba" (sumergiéndole la cabeza en el agua) y se le imponía su respectivo apodo, el que casi siempre era tan duro, que ardía toda la vida, más que si fuera una marca puesta con fierro candente de errar, baste ver los múltiples "personajes" ya mencionados y otros que por elemental educación no transcribimos, so pena de ir a parar en el mismísimo infierno, como le aconteció al cliente que atendió por teléfono "La Bruja".
Ándale, maestro Ángel "Cachín" Carreón, atáscate ahora que hay lodo, tú que te regodeas escribiendo el libro de Los Apodos de la "raza" del Instituto 18 de Marzo, de aquellos tus felices años: ¡Desde el kínder hasta la Prepa…! Continuará …Agur.
hravendano472003@yahoo.com.mx