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PLAZA PÚBLICA

HÉCTOR RAÚL AVENDAÑO

Don Pablo Machuca Macías en su Ensayo sobre la fundación y desarrollo de la ciudad de Gómez Palacio, 2ª. Edic. 1980, Págs. 104 a 106 nos dice: "…Desde las fiestas del Centenario en septiembre de 1910, la plaza de armas se llamó en lo sucesivo...

... Plaza Juárez, en memoria del patricio…Cuando los arbolitos y las plantas estaban creciendo en la plaza de armas, hubo necesidad de colocar una cerca de alambre alrededor del jardín para protegerlos, porque los burros que andaban sueltos se metían a los prados, causando destrozos…La plaza era el lugar favorito de reunión de los habitantes de la pequeña población, en los días calurosos del verano, era grato pasear o sentarse bajo las frondas de los corpulentos fresnos que entonces crecían, y en las noches de serenata y en los días festivos… las bandas de música…daban vuelta a su repertorio: valses como Dios nunca muere, Recuerdo, Sobre las olas, etc…"

En 1956, cuando el suscrito siendo aún muy niño inmigró a esta generosa y noble Ciudad, para quedarse, la plaza era una mancha verde de forma rectangular en cuyo centro se alzaba un kiosco de construcción simétrica, sólida y sobria, que ostentaba una plataforma de poco más de un metro de altura a partir del terraplén, de la cual se desplantaban cuatro columnas que sostenían un techo de vaciado de concreto; Su estructura toda presentaba enjarre de cemento trabajado al "chalpaque" (tipo corrugado) y los faldones de la plataforma estaban recubiertos de lozas grandes de granito negro, así como sus escaleras de acceso. Era, en otros tiempos, nuestra sagrada tribuna. Inolvidables los mítines del movimiento estudiantil de 1968.

Del kiosco hacia las afueras se proyectaban ocho andadores, 4 rectos y el resto diagonales que desembocaban en los anchos andadores perimetrales. Sobre estos últimos, y centrados a cada lado, se levantaban cuatro estanquillos de sólida construcción y sencilla arquitectura:

Frente al cine Palacio, se ubicaba el de don Tranquilino Rivera "El Indio Mangas Mochas", tradición pura, con sus ricas nieves y especialmente sus "aguas frescas" de frutas naturales de primera calidad, un auténtico oasis en medio del desierto. Era obligatorio para todo turista pasar a saborear sus "embrujados" elixires.

En el lado opuesto, por la Morelos, oficiaba don José Domingo Casillas R. "Mingo", ofreciendo deliciosa nieve y sus espirituosas aguas gaseosas de célix, de raíz, de durazno, sin faltar sus exquisitas limonadas. Mingo soportaba alegremente a una puntual y estacionaria palomilla de "rebeldes sin causa " (eran los tiempos de James Dean) que vibraba con las melodías surgidas de la infatigable "rockola" que acompañada de mesas y sillas, constituía un anexo del propio negocio, operando en lo que ahora es el Teatro del Pueblo, frente a la estatua del Benemérito.

Por el lado norte, estaba el puesto "de periódicos y revistas" que atendía don Félix Valenzuela Arellano auxiliado por su querida hija "Licha", que hacían las delicias de chicos y grandes. Unos embelezados con las revistas de Walt Disney, Vidas Ejemplares, Tarzán y los otros con los periódicos regionales: El Siglo de Torreón y La Opinión y losprincipales diarios de la ciudad de México, las revistas Siempre y Jueves de Excélsior, sin faltar los dulces tradicionales: de camote, calabaza, biznaga, marinas y muéganos. Alimento puro para el cuerpo y el espíritu.

Para completar el cuadro, en el lado sur, se erigía el puesto de Don Jorge Willy Nájera, líder en la industria de las paletas y la nieve en la Región Lagunera, atendido por sus diligentes empleadas, quienes servían sus sabrosos productos y desplazaban en cantidades navegables sus aguas gaseosas de diferentes sabores y principalmente sus reconstituyentes " célix con limón " que brindaban alivio a "juerguistas " de amanecida y a uno que otro "teporocho".

Los estanquillos, todos, siguen funcionando actualmente, atendidos por herederos: hijos o empleados de los viejos y queridos laguneros.

Entre andador y andador, a manera de gajos estaban los prados repletos de plantas y frondosos árboles, al igual que las extensas jardineras perimetrales, con sus "truenos", todos, prodigando sombra a las cómodas bancas de soportes de fierro vaciado y asientos de tiras de madera, donde descansaban los miembros de toda la escala generacional, desde abuelos hasta nietos. Alrededor del kiosco se edificaban unas bancas de granito blanco con alumbrado menos intenso y de las cuales guardo mis más sagrados recuerdos juveniles. La plaza era y debe de seguir siendo para todos, o no ?

El piso, que se alzaba a una altura de aproximadamente 20 centímetros del pavimento, estaba elegantemente cubierto con un mosaico antiderrapante muy común en las banquetas de las fincas elegantes de antaño, elaborado con pasta de cemento gris y rojo y que reflejaba en su superficie figuras geométricas: octagonal, rectangulares y circulares en bajo relieve. Sobre ese piso y repartidos espaciadamente en los andadores perimetrales se elevaban espigados arbortantes de fierro vaciado con estrías que remataban en un ramillete de cinco esferas luminosas que propiciaban el disfrute nocturno.

Y para culminar esta carrereada descripción de nuestro, ahora, inhóspito zócalo, signifiquemos al ya pronto centenario Sabino, testigo mudo del diario acontecer, que enhiesto como fiel lagunero continúa retando, cotidianamente desde la contra esquina, a la torre principal de la estrenada Catedral de Guadalupe, en su perene lucha por alcanzar el cielo.

El motivo inspirador de estas líneas es mantener viva, en la conciencia de los gómezpalatinos, la responsabilidad histórica por la defensa y preservación de nuestro patrimonio cultural, material y espiritual. ¡Defendamos nuestra Plaza Juárez!

Cómo es posible:

1. Que su banqueta perimetral presente una altura hasta de 40 centímetros, transformándose en una auténtica barrera para sus "legítimos propietarios", los adultos de la tercera edad.

2. Que el piso que recubre sus andadores, lozas de quinta calidad, adoquifesios, se erijan en peligrosos "tropezones".

3. Que exista un sólo bebedero de agua para el público carente de recursos, 40º C. nos envuelven, y sus bancas con respaldo y asiento de rejilla de metal, sean auténticos asadores.

4. Que la Plaza Juárez, espejo de nuestra ciudad, se reforeste raquíticamente con arbolitos de tallos de 2 o 3 centímetros de diámetro, negándonos, de hecho, a los viejos la oportunidad de verlos desarrollarse plenamente. Existen técnicas en la Región, para trasplantar árboles de 4 a 10 años que darían follaje, majestuosidad y belleza a nuestro preciado jardín en 2 o 3 años.

Volvamos los ojos a lo que ya tenemos, antes de emprender nuevas y pomposas obras. Agur.

P.D. Continuará. Agradecería a los lectores sugerencias y adiciones al texto y fotografías de la Plaza y su entorno.

hravendano472003@yahoo.com.mx

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