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¿Podemos controlar la risa?

A diferencia de hablar, nunca podemos elegir cómo y cuándo nos reímos de verdad, ya que es un resultado de varias conexiones cerebrales que tienen que ver con entender o sentir algo a través de nuestros sentidos. INGIMAGE

A diferencia de hablar, nunca podemos elegir cómo y cuándo nos reímos de verdad, ya que es un resultado de varias conexiones cerebrales que tienen que ver con entender o sentir algo a través de nuestros sentidos. INGIMAGE

BANG MEDIA

Reírnos es uno de los ejercicios más saludables que podemos hacer, no solamente por la actividad física que llevamos a cabo -en la que participan 15 músculos solo faciales- sino por las hormonas que desprendemos durante el proceso, y que nos provén de un bienestar adicional que nuestro cuerpo asocia a la risa. Sin embargo, algunos neurólogos aseguran que toda risa es involuntaria. A diferencia de hablar, nunca podemos elegir cómo y cuándo nos reímos de verdad, ya que es un resultado de varias conexiones cerebrales que tienen que ver con entender o sentir algo a través de nuestros sentidos.

Al igual que sucede con las comunicaciones nerviosas que obligan al corazón a palpitar, una imagen puede provocarnos la risa instantes previos a que entendamos o procesemos la determinada imagen, de manera que no podemos hacer nada al respecto y a veces solo nos queda el consuelo de escondernos para reírnos, o de intentar que sea poco evidente.

Entender la risa como fruto de unas conexiones cerebrales sobre las que no tenemos control nos permite comprender por qué nos reímos ante situaciones que en realidad no nos parecen graciosas, ya que aunque por lo general relacionemos una carcajada con el humor, no tiene por qué ser así siempre. La nerviosa es uno de los tipos más frecuentes de risa y una reacción física fruto del estrés, la ansiedad, la tensión o una confusión y precisamente para paliar los efectos de estos síntomas, nos reímos, ya que el cerebro tiene una cierta capacidad para engañar al cuerpo, que podría no distinguir una risa falsa de una verdadera, aunque no tenga los mismos beneficios. Según el neurocientífico Robert Provine, más del 80% de los episodios de risa no sería la respuesta a una broma o a una situación graciosa.

Por otro lado, un ataque de risa puede explicarse de manera inocente, aduciendo que tenemos un control mínimo sobre lo que quiere el cerebro, en este caso reírse, pero también puede ser un síntoma de algún problema mayor y patológico, que se trata médicamente en los casos más severos. Así, una risa incontrolada en las situaciones menos apropiadas socialmente, puede ser debido a alguna lesión cerebral, lo que puede ser un primer síntoma de demencia, parálisis, alzhéimer, párkinson, esclerosis múltiple o esclerosis lateral amiotrófica (también conocida como enfermedad de Lou Gehrig). En otros casos, los ataques de risa también se asocian a un tipo de incontinencia urinaria, muy frecuente en niños de entre 5 y 7 años, aunque en un alto porcentaje de mujeres puede acompañar hasta el final de la pubertad.

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