"N Ací en un lugar que no conozco", confesó el luchador y actor cinematográfico Blue Demon en su autobiografía. Aunque transformó una "Pequeña historia de Cuba" en un poema íntimo, a pesar de que algo de su poesía está hecha también de la luz y la sombra, de la botánica, del polvo, de las calles de La Habana y Arroyo Naranjo, Eliseo Diego sostenía en verso que el lugar en el que vivía no era el suyo. No son pocos los que han nacido en pueblos y países que ya no existen.
Una retórica anquilosada, aburrida, demagógica y huera parece haber reducido a la patria a una evocación solemne, de bronce reverencial amenazado por la deyección de las palomas, a una épica impostada, a una vaguedad de libro de texto de civismo, a una alusión manida de burócratas políticos. Sin embargo, en "El patriota. Discurso a los electores de Gran Bretaña", un panfleto publicado en 1774, el doctor Samuel Johnson advertía acerca del peligro de los falsos patriotas y aseguraba que "patriota es el hombre cuya conducta pública está sometida a un principio único: el amor por su país; quien, en su actividad parlamentaria, no alberga esperanzas o temores personales ni aguarda favores o agravios, sino que todo lo somete al interés común".
Como lo sugieren las palabra Heimat y Homeland, la palabra patria puede ser asimismo íntima. Un antiguo refrán griego propagaba que para nadie hay cosa más dulce que la patria, y en "Elogio de la patria", Luciano de Samosata confesaba que a él le resultaba "dulce honrar aun el nombre mismo de patria. Si alguno quisiera comparar entre sí ciudades, convendría que investigara su magnitud, su belleza, la abundancia de su comercio. Mas cuando se trata de elegir una en la que se haya de pasar la vida, creo que nadie abandonaría su propia patria y elegiría otra ciudad aun cuando ésta fuera mejor". Recordaba que "también los dioses gozan con sus propias patrias" y se preguntaba: "si a los dioses les es amable el nombre de su patria ¿por qué no lo ha de ser mucho más para los hombres?"
Aunque pensó que era mejor no regresar al pueblo, Ramón López Velarde sabía que la patria podía convertirse en poesía lírica, épica, íntima. Quizá con el principio que incitó a López Velarde a alzar la voz a la mitad del foro "para cortar a la epopeya un gajo", el grupo musical Maná y Jorge Esquinca convocaron a 32 poetas para que revelaran creativamente lo que les despertaba esa palabra maltratada que a Luciano de Samosata le resultaba dulce. La respuesta fructífera de esa provocación ha formado un bello volumen diseñado por Avelino Sordo con una imagen pictórica certera de Alicia Ceballos en la portada: País de sombra y fuego.
"Hablo un idioma sin labiodentales / ni paisajes fastuosos", escribió Luis Vicente de Aguinaga en "Delito de propiedad", el poema que le indujo esa palabra equívoca que lo convocó como a otros. Ese idioma que conforma asimismo una geografía espiritual ("La Casa de Todos / la Casa de las Palabras Nuevas", lo llama Tedi López Mills) y lo comparte con el resto de los poetas conjurados, pero adquiere en cada uno de ellos rasgos personales, como la tierra en la que han vivido y en la que nacieron casi todos ellos -creo que no sobra recordar que México, a pesar de todo, es un país hospitalario, por lo que se ha enriquecido de sus inmigrantes, a los que, sin embargo, como recuerda David Huerta en su poema, a veces trata más que ingratamente. Por eso me parece un acierto que se haya convocado a dos poetas que no nacieron aquí: Eduardo Milán y Josu Landa.
Ese idioma propio ha propiciado géneros característicos como el corrido, que Luis Felipe Fabre recrea con acierto en este libro, o la canción ranchera, a la que alude, no sin cierto humor que suele llamarse "muy mexicano", Ricardo Castillo. Ese idioma también permite evocar la historia como Vicente Quirarte, Julián Herbert y Ángel Ortuño, recrear la infancia como Francisco Hernández, Carmen Villoro y Raúl Bañuelos, denunciar el presente como Ernesto Lumbreras, David Huerta y Cristina Rivera Garza, jugar con metáforas como Coral Bracho y Víctor Ortiz, intentar comprender eso que es la patria...
"A lo largo de nuestra historia", sostiene Jorge Esquinca en el prefacio de este volumen, "ha sido precisamente la poesía nuestra más íntima, nuestra más auténtica memoria".