Conozco pocas comunidades tan polarizadas como la yucateca. Acá, bastan cinco minutos de conversación para identificar las preferencias políticas de tu interlocutor. Hay un primer grupo que aplaude al Gobierno antes de escuchar las preguntas. Mucho gusto, cómo le va, viva el PRI.
Hay otro grupo que sospecha de todo, y que explica cualquier obra gubernamental con complejas teorías de complicidades y corruptelas. Quizá no es sorprendente que los reportes del Gobierno y las páginas del principal diario de la capital ofrezcan puntos de vista diametralmente opuestos. La realidad no es blanca o negra, y quienes escriben siempre encuentran espacio para enfatizar aquello que resuena con sus preconcepciones. Sin embargo, en Yucatán los juicios son tremendamente sumarios: Todo o nada, cielo o infierno, aplauso o rechifla.
Estoy en Mérida, trabajando en la elaboración de un estudio de caso sobre diversos proyectos que se desarrollan en Yucatán, incluida la renovación del Centro Histórico. Los proyectos son tremendamente interesantes, y habrá oportunidad de comentarlos en otro artículo. Hoy, sin embargo, aprovecho el espacio para reflexionar sobre un beneficio generado por el clima de polarización política.
Me ha llamado poderosamente la atención que algunas decisiones recientes del Gobierno de Yucatán reconocen y hasta anticipan la resistencia que generan. No sé si esto fue aprendizaje de una polémica suscitada recientemente en la construcción de un paso deprimido en Paseo Montejo, o de la creciente fiscalización al trabajo de los gobernadores. Sin embargo, el resultado es interesante. El PRI cuenta con amplia mayoría en el Congreso Local y mantiene una cómoda delantera en las encuestas. Sin embargo, no deja de tejer fino. Pudiendo avasallar, respeta a su oponente; pudiendo mayoritear, ofrece argumentos para defender sus posiciones. El Gobierno en Yucatán conduce una aplanadora, pero modifica su velocidad y ruta para mitigar o evitar probables controversias.
La polarización política frecuentemente termina en un diálogo entre sordos, donde los gritos cruzados producen sólo ruido incomprensible. Este ruido existe en Yucatán, pero pareciera que aquí la polarización también ha producido funcionarios disciplinados y dispuestos a explicar y defender públicamente sus decisiones. Me ha tocado platicar con muchos que actúan con plena conciencia de la existencia del "otro". No quiero pecar de romántico. En la mayoría de los casos, el "otro" no deja de ser concebido como un inevitable dolor de cabeza. Sin embargo, lo relevante es que en esta sociedad tan polarizada el "otro" existe y tiene influencia.
Permítame un ejemplo. El Gobierno de Yucatán contrató créditos en 2009 por mil 370 millones de pesos, "para financiar inversión pública productiva". Dicha contratación detonó tremenda polémica, particularmente por la incertidumbre en el uso de los recursos. Como en Coahuila y otros estados, la opacidad generó rumores, y los rumores se transformaron en reclamos. Sin embargo, a diferencia de otros, el Gobierno yucateco decidió dotar a sus críticos con una avalancha de datos, buscando generar un debate más informado sobre el tema.
Hoy, cualquier ciudadano puede acceder al "libro blanco" de la deuda, un documento de 65 páginas disponible en la página web del Instituto de Acceso a la Información del Estado. Ahí están los contratos, los registros en Hacienda, los costos del financiamiento y el detalle de los proyectos realizados. Por ejemplo, el libro revela que Yucatán utilizó 225 millones del crédito para adquirir 80 hectáreas en Chichen-Itzá. El vendedor fue el empresario Juegen Barbachano, el monto fue cubierto en 4 pagos durante 2010, y la escritura está disponible en la Notaría Número 36 de Mérida. Y así, con cada proyecto. Esta política se ha ampliado, ahora para transparentar cada adquisición hecha con recursos de una línea de crédito acordada con el BID-Banobras en 2011.
Habrá a quien no le guste lo que se hace con los recursos, pero es diferente discutir sobre las prioridades de una administración que sobre supuestos desfalcos. ¿Por qué decidió un gobierno tan fuerte dar información a opositores aparentemente débiles? Sospecho que porque en Yucatán los gobernantes aprendieron que la polarización política viene con el territorio y que el costo de la estrategia de "no te veo, no te hablo, no te escucho" es demasiado alto. Aunque las encuestas no lo reflejen y aunque las críticas parezcan irracionales, el Gobierno yucateco sabe que esconder la cabeza como avestruz o reaccionar a las críticas como gorila erosiona su legitimidad.
Algo habrá hecho bien la Gobernadora. A semanas de la elección de su sucesor, el endeudamiento de Yucatán no figura en el debate público local. Las críticas abundan, por supuesto, pero no es lo mismo hablar de la velocidad de las obras que de millones que no aparecen.
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