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Por amor al arte

JÓVENES COLUMNISTAS

GABRIEL ACOSTA

"Cada día, cada noche antes de salir al escenario, me pongo de rodillas y le rezo a Dios para que levante el ánimo de las personas que vienen a vernos tocar, para amarlos y darles lo mejor que puedo. Esa es mi misión en la vida, pero más que nada, el ardiente e intenso deseo de tocar música, que no ha disminuido para nada sino que se ha hecho más grande conforme pasa el tiempo. Y cuando estamos realmente sumergidos en la música, yo me pierdo y en ese momento yo soy verdaderamente libre y me vuelvo uno con todo…": Flea, bajista de los Red Hot Chili Peppers

¿Qué sería de la vida si todos pudiéramos hacer las cosas que realmente queremos hacer? ¿Cuántos de nosotros nos levantamos de la cama para hacer algo que en verdad amamos? ¿Estamos dispuestos a abandonar nuestra zona de confort para cumplir nuestros sueños?

Vivimos en un mundo fugaz, en la era de las cosas rápidas y fáciles, la era de los smartphones y las mentes vacías, la generación desechable. Todo lo que hacemos va encaminado hacia un supuesto "plan de vida". Vivimos tan a prisa (como corriendo de nosotros mismos), vamos a la escuela, conseguimos un trabajo, nos endeudamos, pagamos nuestras deudas y todo para cumplir con las exigencias de lo que el éxito significa para nosotros o en su defecto, para los demás.

No planeo escribir acerca de superación personal, ni intento cambiar la vida de nadie. Escribo acerca del valor de las personas al hacer lo que realmente quieren, sin ninguna obligación ni pretensión: por amor al arte. Y lo llamo valor porque no siempre es fácil hacer lo que queremos, no siempre es fácil salir de la monotonía, es cuestión de decisión, de valor.

Esta columna no va dirigida a los grandes personajes dentro del mundo artístico, va precisamente a esas pequeñas joyas sutiles y silenciosas que uno encuentra dentro de una librería, dentro de un cine o dentro de una tienda de discos.

La industria artística (llámese cinematográfica o musical), es un negocio y como tal debe generar ganancias, vender productos, vender caras, vender "artistas", todo se vuelve una batalla por hacer la película más taquillera, el disco más vendido, el best seller; y cuando menos nos damos cuenta esa obra de arte sólo es un producto, vendido como tal: como obra de arte, sólo que a este arte muchas veces le falta un alma.

Al principio cité a Flea como un ejemplo de pasión al oficio. Él es de los más revolucionarios bajistas de los últimos tiempos y forma parte de una de las más grandes bandas del mundo, a pesar de esto, es increíble la humildad que refleja en su persona.

No se trata de tener dinero, o de ser famoso, se trata de amor por lo que haces. El éxito de Flea radica en esa pasión que tiene cuando toca, esa libertad con que lo hace, él no se considera a sí mismo como un rockstar, él simplemente es un artista que ama la música, él es libre.

Ser artista no es fácil en estos tiempos, tal vez no sea tan estimulante económicamente o tal vez no esté dentro del plan prediseñado del éxito, pero tener amor al arte es un estímulo del alma, del espíritu; así como Flea, hay muchas personas que día a día hacen lo que les gusta, tal vez no sean los más conocidos actores, directores, escritores, pintores, etc. pero van en contra del guión del éxito y van fluyendo sin un fin, sólo con el propósito de crear, y esas creaciones generalmente son obras de excelente calidad.

Hablando de esto podemos citar a artistas como Lars Von Trier (director danés de cine), quien no hace películas para agradar a las masas o para generar ganancias en la taquilla sino para contar historias dotadas de una cruda realidad, del uso mínimo de los efectos especiales. De no ser por el amor al arte tampoco hubiéramos conocido a Stanley Kubrick, quien a pesar de que es de los más grandes directores de cine de la historia, siempre hizo las cosas por amor a cine llenándolas de su estilo vanguardista e innovador; tampoco disfrutaríamos de escritores como Kafka, escritor que no tuvo fama cuando era vivo y que muchos de sus cuentos que conocemos ni siquiera están destinados a ser publicados.

Ojalá todos tuviéramos el valor de romper los paradigmas de lo que el éxito debe ser, de sólo ser y hacer lo que somos capaces de soñar. Ahí radica la felicidad, en la plenitud de uno mismo. Si hacemos las cosas por verdadero amor, sin importar el sacrificio, lo demás llegará naturalmente.

El verdadero artista no necesita reconocimiento mundial pues su verdadera motivación no es la fama ni el dinero (no existe suficiente plata para alimentar al alma como lo hace el arte), sino esa necesidad de crear y expresar su visión del mundo a través de su creación; esta necesidad se puede aplicar perfectamente en la vida cotidiana: no siempre el éxito tiene que estar ligado a cuestiones materiales o económicas, exitoso es aquel que vive o puede hacer aquello que ama.

Ars gratia artis, el arte por el arte mismo.

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Escrito en: jovenes columnistas

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