Las fiestas de la vendimia y la producción vitivinícola han ayudado de manera muy importante a recuperar el prestigio nacional e internacional de Baja California afectado por la violencia criminal. Ayer se llevó a cabo el concurso de paellas, una competencia que, junto a una degustación de vinos de la región, se realiza en Viña de Liceaga en el valle de Guadalupe. Con este concurso se cierran formalmente los festejos de la vendimia de Ensenada.
La producción del vino en México es un ejemplo notable de los beneficios de la apertura comercial para el país y sus habitantes. Cuando empezaron a abrirse las fronteras a los vinos extranjeros en la década de 1980 muchos productores, políticos y economistas populistas afirmaron que se acabaría la industria vitivinícola nacional, la cual producía vinos de mala calidad que se vendían a precios muy altos. Algo de razón tuvieron ya que la apertura hizo que un público mexicano poco conocedor se preciara de comprar azucarados vinos alemanes por 25 pesos en los supermercados.
Con el tiempo, sin embargo, empezaron a surgir producciones de mejor calidad en lugares como el valle de Guadalupe y Parras, Coahuila. Construir una reputación no fue fácil debido al lastre de tantos años de pésimos vinos. De manera gradual algunos consumidores se fueron percatando de que los nuevos vinos mexicanos no sólo eran de mejor calidad que los anteriores sino que en ocasiones superaban a los de otros países del mundo. En las competencias internacionales, donde los vinos se catan a ciegas, los vinos mexicanos empezaron a obtener buenos resultados y a cosechar medallas cada año. Los vinos mexicanos, de hecho, son ya exportados con éxito a países como Francia, Italia y los Estados Unidos que son productores importantes y de calidad.
Los políticos mexicanos, desafortunadamente, aborrecen cualquier triunfo nacional o buscan sacar tajada sin importar el precio para la sociedad. En otros países del mundo la producción de vinos recibe apoyos fiscales importantes. En México se le cobra un impuesto especial de 25 por ciento que, tras sumarle el 16 por ciento de IVA, ofrece una carga fiscal total de 45 por ciento. Por eso un vino mexicano es más caro en México que en los Estados Unidos.
En Francia, Italia y Portugal, según cifras de 2010 del Wine Institute, se consumen más de 40 litros de vino por persona al año. En España el volumen es de 26 litros, en Argentina de 23, en los Estados Unidos de casi 10. Incluso en Costa Rica se consumen 1.26 litros al año. En México no llegamos siquiera al medio litro por persona: estamos, de hecho, en 0.49 centilitros.
El vino ha acompañado a la humanidad desde los inicios de la civilización. Fue una de las primeras bebidas elaboradas por el hombre. El Antiguo Testamento de la Biblia y las crónicas homéricas de la Grecia preclásica nos hablan del uso del vino por sociedades humanas en tiempos remotos. El propio Jesús de Nazaret tenía una visión tan positiva de él que convirtió agua en vino en las bodas de Caná. En la actualidad los estudios médicos señalan, además, que el consumo moderado de vino ayuda a disminuir el riesgo de enfermedades cardiacas.
La industria del vino ha logrado más que cualquier esfuerzo oficial por rescatar a Baja California de la mala imagen generada por el crimen. Los políticos mexicanos, sin embargo, son perversos. Gravan el vino en exceso en aras de una moral que no comparten, ya que ellos consumen las más caras botellas importadas en los restaurantes más costosos.
EN EXPANSIÓN
El Gobierno nos dice que está ganando la guerra contra el narco porque ha detenido o matado a más capos que nunca. El Sistema de Monitoreo de Cultivos Ilícitos en el Territorio Mexicano de la ONU, la PGR y la Secretaría de Marina sugiere, en cambio, que el área de cultivo se está expandiendo.
Twitter: @sergiosarmient4