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¿Por qué coleccionamos?

Existe algo místico y trascendental en torno a coleccionar, cuando se trata de guardar algún objeto individual por el que tenemos sentimientos. INGIMAGE

Existe algo místico y trascendental en torno a coleccionar, cuando se trata de guardar algún objeto individual por el que tenemos sentimientos. INGIMAGE

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Una de las maneras más habituales de expresarnos es a través de todo lo que tenemos alrededor: nuestros amigos, nuestra ropa, las cosas que hacemos y las que tenemos. Es difícil pensar en alguien que no coleccione alguna cosa, aunque sea muy sutil y pueda usarlo de manera habitual, ya que no solo coleccionamos aquello que luego guardamos en vitrinas. Esta práctica tan común es una manera de llevar a cabo un ritual, es algo en lo que nos reafirmamos como lo que somos, por lo que su gran peso personal siempre conlleva una cierta nostalgia.

Coleccionar objetos tiene también que ver con vestir el lugar que habitamos, ya que muchas veces una colección de muñecas, de cromos, de botellas o de cuadros son un accesorio estético para nuestro alrededor. Así, el exterior actúa como un espejo de nuestra identidad, con la que expresamos una pasión a la que damos también una función estética.

En este sentido, existe algo místico y trascendental en torno a coleccionar, cuando se trata de guardar algún objeto individual por el que tenemos sentimientos. Esto puede llegar a ser erótico en parte, pero también puede responder a la representación de la imagen de uno mismo, tal y como hacían los faraones del antiguo Egipto. Para ellos, en el momento de ser enterrados todas sus colecciones opulentas debían situarse alrededor de su sarcófago como muestra de todo lo que había conseguido en vida.

Poco podrían imaginarse que sus identidades individuales podrían llegar a constituir la identidad de una civilización, que también gusta de las colecciones. Y es que al igual que de modo individual, las sociedades hemos coleccionado nuestro pasado para reivindicar nuestra identidad cultural, y en este sentido trabajan muchos museos y galerías o historiadores del arte que se empeñan en transmitir el legado de determinadas culturas a partir del mantenimiento del arte, como de determinados edificios o lugares.

Además de ello, históricamente, muchas sociedades se han mantenido económicamente a través de la caza-recolección. Lo que empezó siendo un sistema económico durante el Paleolítico y el Mesolítico es en gran medida la economía que impera hoy en el mundo. De hecho, la afición por coleccionar es más común en las zonas occidentales, mientras que en países asiáticos esto se inicia ahora de manera incipiente, como se ha observado en China, Japón o Taiwán, debido a la relación que se establece entre los individuos y lo material.

Según esta teoría, el hecho de coleccionar es una consecuencia de los flujos económicos que suponen que los ciudadanos ganen más y gasten más, por lo que todavía no sería una realidad en algunos países de Sudamérica o de África.

Por último, varias encuestas han demostrado que mujeres y hombres coleccionan cosas distintas. Por una parte, mientras la mayoría de las mujeres señala que su colección más preciada es la de joyas, sobre todo si son familiares, los hombres valoran más sus coches y reservan sus colecciones de objetos en zonas privadas, como la oficina o un trastero, lo que también demuestra el dominio femenino del hogar cuando es compartido por ambos géneros.

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