La visita de Enrique Norten a la ciudad de Torreón, se puede resumir en una interpelación que dejó clavada en la conciencia de los ciudadanos, frente a la construcción inconclusa de la Gran Plaza: ¿Por qué lo permitieron?
El arquitecto de categoría mundial que la semana pasada estuvo de visita académica en el Tecnológico de Monterrey Campus Laguna, en virtud de su vasta experiencia ha tenido oportunidad de desarrollar proyectos en diversas ciudades de América y Europa. Norten miró estupefacto el monstruo, enclavado como elemento ajeno al entorno urbano y al medio ambiente climático que lo circunda.
La visión de Norten busca la integración urbana a partir de las diferentes actividades de sus habitantes, y al referirse a la rehabilitación del Centro Histórico de Torreón pospuesta de modo indefinido, bajo el impulso de un elemental sentido común nos recuerda que "no debe ser un proyecto de decoración, sino de cómo regresar gente a vivir al Centro, cómo regresar las escuelas, cómo hacer para darle vida (al Centro)…"
Desde luego que la visión del artista sobre la plástica y la utilidad práctica del inmueble, no alcanzaron a penetrar el misterio intransparente del proyecto financiero en el que se sustenta el elefante blanco, desde la compra de los terrenos que pasó de noche como el ladrón y sin embargo en ese rubro la pregunta sigue siendo pertinente: ¿Por qué lo permitimos?
El dispendio de recursos mal gastados en la Gran Plaza está de modo irremediable vinculado a la Gran Deuda de Coahuila, en función del origen común de ambas en el cimiento del autoritarismo y la opacidad con la que se conduce el Gobierno del Estado y la apatía de los ciudadanos es decir, nuestra propia apatía.
El futuro del edificio proyectado para albergar algún día las oficinas municipales de Torreón, se avizora semejante al de la llamada Torre Cívica construida durante la administración del gobernador Natividad González Parás, en la Macro Plaza de la Ciudad de Monterrey, Nuevo León.
A la vista la Torre aparece como un edificio majestuoso y moderno, forrado en metal brillante; por dentro sólo se utiliza la planta baja y el primer piso y los siguientes treinta metros de altura es un cascarón hueco que alberga una construcción inconclusa en obra negra. Tramoya pura como en lo que amenaza quedar nuestra obra local, gracias al desorden financiero en el que se encuentra inmerso el Estado.
La réplica del verdadero alcalde de Torreón y factótum de nuestra vida privada y pública Rubén Moreira no se hace esperar, y ante la interpelación del visitante incómodo el Gobernador insiste en su propia verdad según la cual el proyecto fue "consensuado" con la sociedad en diversos foros de consulta; "fue elaborado por un profesionista reconocido en Torreón que sabe de nuestra idiosincrasia…" como si la idiosincrasia local y el medio ambiente de la región fueran incomprensibles para el fuereño intruso, y finalmente se duele Moreira de que la prensa local haya recorrido con el Arquitecto Norten la construcción y recogido su opinión e impresiones, sin pedirle permiso o al menos avisar a la autoridad.
La misma semana pasada, coincidiendo de modo casual la visita de Enrique Norten y la gira del candidato del PRI a la Presidencia de la República, el Congreso de Coahuila rechaza un punto de acuerdo propuesto por los diputados del PAN y de la UDC, en el que insisten en que se investigue el origen delictivo de la deuda, el destino oscuro de los recursos involucrados, así como la aprobación de su restructuración consumada al vapor y con dispensa de estudio y trámite, por el propio Congreso durante la pasada Legislatura.
Aunque el tema es otro, el escenario es el mismo. La mayoría de diputados priistas cierra filas en torno a los hermanos Moreira y su candidato Peña Nieto, rechaza la moción incómoda y en cambio pide que no se investigue la deuda y la pregunta también es la misma: ¿Por qué lo permitimos?
Si repasamos cada uno de los tópicos de la vida pública coahuilense, en los rubros de gasto, seguridad, educación, servicios públicos, apoyos a los Organismos No Gubernamentales, etcétera, los procesos y desenlaces tienen un común denominador de autoritarismo y opacidad y la pregunta es siempre la misma: ¿Por qué lo permitimos?