La falta de empatía humana puede ser un rasgo cerebral común de aquellos líderes que llevan a cabo actos sistemáticos de agresión o explotación social. INGIMAGE
"Se buscan altos cargos en el ámbito de la banca, la política, el derecho y la comunicación. Salario anual: imagine una cifra astronómica y, ahora, multiplíquela por dos. Imprescindible: arrogancia y ausencia total de empatía por los demás. Se valorará experiencia previa en abuso de poder. Interesados, inscribirse aquí". Bajo esta oferta laboral ficticia se esconden algunas de las cualidades que caracterizan a los líderes de nuestra sociedad. ¿Es el poder el que corrompe o son las personas poderosas las que presentan síntomas de una personalidad anormal?
Para el doctor Jamie Ward, de la Universidad de Sussex, "la cabeza gana sobre el corazón en la búsqueda del poder". La patología del liderazgo, como él la define, explica por qué los individuos que ejercen cargos de alta responsabilidad en la sociedad son, en muchos casos, personas arrogantes y expertas en romper las reglas por su cuenta, a costa de los intereses de los demás.
El reciente desarrollo en el plano cognitivo, afectivo y social de la neurociencia, posibilita el análisis de los procesos mentales que se esconden detrás de la acumulación y abuso de poder, así como las medidas que se pueden tomar para reducir los excesos que dañan la confianza pública en las instituciones sociales más importantes.
En este sentido, el doctor Ward argumenta que "la falta de empatía humana (la identificación y comprensión de la situación, los sentimientos y las motivaciones de los demás) puede ser un rasgo cerebral común de aquellos líderes que llevan a cabo actos sistemáticos de agresión o explotación social".
A través de la neurociencia es posible tratar de medir conceptos como la empatía en el cerebro. Así, Ward explica que "nuestros cerebros están diseñados para compartir pensamientos y sentimientos: cuando vemos a alguien que sufre, activamos nuestro propio circuito de dolor".
Para el investigador, la explicación a la falta de empatía que caracteriza a determinados dirigentes se encuentra en el aislamiento elitista que genera el propio poder. "Nuestros cerebros son más propensos a compartir sentimientos e imitar a las personas que están en nuestro propio grupo social. El poder puede ejercer una influencia similar, pero dentro de la propia élite, lo que lleva a una disminución de las tendencias empáticas de los poderosos hacia los subordinados y, por extensión, una tendencia menor para tener en consideración a los demás".
Sin embargo, Ward sostiene que no siempre se trata de una característica negativa: "A veces puede ser necesario que las personas poderosas actúen desde un plano menos emotivo". Dicho esto, el experto subraya que "esta misma forma de pensar y tomar decisiones puede allanar el camino para que se produzcan los abusos de poder".